Las nueve musas
Las nueve musas

Una aproximación a los géneros poéticos del siglo XVI – (II)

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Como se ha visto en la primera parte de este artículo, el uso de una estrofa u otra en la poesía del siglo XVI no se debía a un capricho de su autor, sino que presenta una implicación muy importante con la temática.

Es decir: estrofa, tema, motivos, estilo y tradición literaria son los elementos esenciales que dan forma al género poético.

Pudieron darse ciertas variaciones (usos diversos, apartados de la tendencia general), pero, en lo esencial, los poetas se acogieron a estos moldes, que se identificaron con los géneros clásicos. El sistema fue codificado por Fernando de Herrera en sus Anotaciones a Garcilaso de la Vega (1580) y la idea básica llegó claramente formulada a Lope de Vega en su Arte de hacer comedias  (1609) en aquellos famosos pasaje (vv. 305-312) en los que aconsejaba al autor teatral que

…acomode los versos con prudencia
a los sujetos de que va tratando:
las décimas son buenas para quejas;
el soneto está bien en los que aguardan;
las relaciones piden los romances,
aunque en otavas lucen por extremo;
son los tercetos para cosas graves,
y para las de amor, las redondillas…

Las estrofas vistas en la entrega anterior han sido las que se desarrollan a partir de la canción petrarquista, incluyendo la lira, en cada caso con sus particularidades específicas. Se analiza aquí el resto de estrofas y géneros:

2) Los tercetos, o la elegía.

3) La octava rima.

4) Los sonetos.

2) Los tercetos recibían también el nombre de elegía (que admitía otros metros): fue un género que incluye tantas variaciones que resulta especialmente confuso, por cuanto que el término podía tener varios significados (como la canción o su hermana pequeña, la lira / oda). Evidentemente, derivaba de la elegía latina (Cátulo, Ovidio, Propercio). La tendencia habitual fue la de usar el terceto encadenado con rima consonante (11A11B11A:11B11C11B…), aunque en algunos casos se usó el endecasílabo blanco.

2.1. Epístola. Cuando todavía se estaba realizando la adaptación del metro elegíaco latino al sistema métrico español, Garcilaso inauguró el género con su epístola a Boscán en endecasílabos blancos, pero posteriormente se optó por utilizar, sobre todo, los tercetos. Así, las epístolas de Boscán y Hurtado de Mendoza, en las que el discurso libre va encadenando sin orden aparente ideas, la epístola de Cervantes  a Mateo Vázquez (o ya en de camino al Barroco, las de Lope en Rimas o la Epístola moral y censoria de Quevedo («No he de callar por más que con el dedo…»). Encontramos grandes ejemplos de meditación senequista, como la epístola de Francisco de Aldana a Arias Montano (o la Epístola moral a Fabio en el XVII).

2.1.1. Endecasílabo blanco. Epístola de Garcilaso a Boscán (vv. 1-7 [1995:115]):

Señor Boscán, quien tanto gusto tiene
de daros cuenta de los pensamientos,
hasta las cosas que no tienen nombre,
no le podrá faltar con vos materia,
ni será menester buscar estilo
presto, distinto d’ornamento puro
tal cual a culta epístola conviene.

2.1.2. Tercetos encadenados.

2.1.2.1.  Elegía II, a Boscán (vv. 1-24 [1995:106-107])

Aquí, Boscán, donde del buen troyano
Anchises con eterno nombre y vida
conserva la ceniza el Mantüano,
debajo de la seña esclarecida
de César Africano nos hallamos
la vencedora gente recogida:
diversos en estudio, que unos vamos
muriendo por coger de la fatiga
el fruto que con el sudor sembramos;
otros, que hacen la virtud amiga
y premio de sus obras y así quieren
que la gente lo piense y que lo diga,
destotros en lo público difieren,
y en lo secreto sabe Dios en cuánto
se contradicen en lo que profieren.
Yo voy por medio, porque nunca tanto
quise obligarme a procurar hacienda,
que un poco más que aquellos me levanto;
ni voy tampoco por la estrecha senda
de los que cierto sé que a la otra vía
vuelven, de noche al caminar, la rienda.
Mas ¿dónde me llevó la pluma mía,
que a sátira me voy mi paso a paso,
y aquesta que os escribo es elegía?

2.1.2.2.  Respuesta de Boscán a don Diego de Mendoza  (vv. 1-12 [1991:525])

«Holgué, Señor, con vuestra carta tanto’,
Que levanté mi pensamiento luego,
Para tornar a mi olvidado canto.
Y así, aunque estaba a oscuras como ciego,
Sin saber atinar por dónde iría;
Cobré tino en la luz de vuestro fuego.
La noche se me hizo claro día,
Y al recordar mi soñoliento estilo,
Vuestra musa valió luego a la mía.
Vuestra mano añudó mi roto hilo,
Y a mi alma regó vuestra corriente
Con más fertilidad que riega el Nilo…

2.1.2.3.  Cervantes, Epístola a Mateo Vázquez  (vv. 1-6 [1981:337-338])

Si el bajo son de la zampoña mía,
señor, a vuestro oído no ha llegado
en tiempo que sonar mejor debía,
no ha sido por la falta de cuidado
sino por sobra del que me ha traído
por estraños caminos desvïado.

2.1.2.4.  Francisco de Aldana, Pocos tercetos escritos a un amigo (vv.1-12 [1985:289-290])

Mientras estáis allá con tierno celo,
de oro, de seda y púrpura cubriendo
el de vuestra alma vil terrestre velo,

sayo de hierro acá yo estoy vistiendo,
cota de acero, arnés, yelmo luciente,
que un claro espejo al sol voy pareciendo.

Mientras andáis allá lascivamente
con flores de azahar, con agua clara
los pulsos refrescando, ojos y frente,

yo de honroso sudor cubro mi cara
y de sangre enemiga el brazo tiño
cuando con más furor muerte dispara.

2.2. Epístolas amorosas. La epístola se escribía en primera persona. Dirigidas a la amada, poseían carácter amoroso, de manera que manifestaban la herencia de los elegíacos latinos, principalmente Propercio. Las elegías de Herrera a Luz son las más destacadas.

2.2.1. Fernando de Herrera, Elegía III (vv. 1-3; 22-39 [1986:270-271)

 No bañes en el mar sagrado y cano,
callada Noche, tu corona oscura,
antes d’oír este amador ufano.
Cuando del claro cielo se desvía
del Sol ardiente el alto carro apena,
y casi igual espacio muestra el día,
con blanda voz, qu’entre las perlas suena,
teñido el rostro de color de rosa,
d’honesto miedo i d’amor tierno llena,
me dixo assí la bella desdeñosa
qu’un tiempo me negava la esperança,
sorda a mi llanto y ansia congoxosa:
«Si por firmeza y dulce amar s’alcança
premio d’Amor, yo tener bien devo
de los males que sufro más holganza.ficticia.
Mil vezes, por no ser ingrata, pruebo
vencer tu amor, pero al fin no puedo,
qu’es mi pecho a sentillo rudo y nuevo.
Si en sufrir más me vences, yo t’ecedo
en pura fe y afetos de terneza;
vive d’hoy más ya confiado y ledo.»

2.3. Epístolas amorosas ficticias. Se diferenciaban de las anteriores en que, herederas directas de las Heroídas de Ovidio, tanto el supuesto autor como su receptor eran  personajes ficticios (mitológicos o bucólicos) que escribían largas cartas amorosas a sus amantes de los que están separados.

2.3.1. Cristóbal Mosquera de Figueroa, Epístola de Lucinda a Medoro (vv. 1-15 [2015:325])

Lucinda, triste ninfa, a su Medoro
traslada de su pecho estas razones,
lugar do está su bien y su tesoro.
Si van desconcertados mis renglones,
la letra mal formada y mal regida,
muestran del corazón las turbaciones.
Y pues éste que es padre de la vida
en este trance tiembla desmayado,
no es mucho que la mano esté perdida.
El papel va con lágrimas bañado
y con ellas la letra se escurece,
desconcierto de un pecho lastimado.
Cualquiera señal destas que parece
publica sin hablar con grave pena
mi vida, que por horas desfallece.

2.4. Elegía fúnebre. Iniciada con Garcilaso (elegía II), la cultivó también Herrera («No se entristece tanto cuando pierde…», en la muerte de Juan de Mal Lara), etc. Se escribían en honor de una persona difunta para ensalzar sus virtudes.

2.4.1. Garcilaso de la Vega, Elegía I, al duque d’Alba en la muerte de Don Bernaldino de Toledo (vv. 1-15 [1995:92-93])

Aunque este grave caso haya tocado
con tanto sentimiento el alma mía
que de consuelo estoy necesitado,
con que de su dolor mi fantasía
se descargase un poco y s’acabase
de mi continuo llanto la porfía,
quise, pero, probar si me bastase
el ingenio a escribirte algún consuelo,
estando cual estoy, que aprovechase
para que tu reciente desconsuelo
la furia mitigase, si las musas
pueden un corazón alzar del suelo
y poner fin a las querellas que usas,
con que de Pindo ya las moradoras
se muestran lastimadas y confusas…

2.4.2.   Fernando de Herrera, Elegía a la muerte del maestro Juan de Malara (vv. 1-12 [1986:64-65])

No se entristece tanto cuando pierde
desnudo, el ramo fértil y florido
ya sin vigor cortado, el árbol verde,
cuanto yo, viendo suelto y dividido
del alma el lazo estrecho, con la muerte
que velo no podrá cubrir de olvido.
¡Oh duro coraçón qu’en mal tan fuerte
no rompes!, ¿cuándo esperas ablandarte,
después d’esta terrible y grave suerte?
De mi alma murió la mayor parte,
y el cielo, qu’en mi llanto es buen testigo,
ve que nunca el dolor de mí se parte.

2.5. El carácter abierto de la epístola favoreció que cupiese en ella todo tipo de asuntos y materias. Es por ello, siguiendo, además, el propio ejemplo de la Epístola ad Pisones  de Horacio, que es el título de su Arte poética, la epístola se convirtió en el molde genérico apropiado para las reflexiones literarias y metapoéticas: Juan de la Cueva, Ejemplar poético; Lope, Arte nuevo, ya entrado en el Barroco.

2.5.1.  Juan de la Cueva, Ejemplar poético (vv.1-9 [1986:33])

Sobr’el ingenio i arte disputaron
Palas i el fiero hijo de la Muerte,
a quien del cielo por odioso echaron.

La sabia diosa su razón convierte
en dezir qu’el ingenio sin el arte
es ingenio sin arte cuando acierte.

De estas dos causas seguiré la parte
por do el ingenio inspira, el arte adiestra
sin que de su propóssito me aparte…

  1. La octava rima se componía, como indica su nombre, de ocho endecasílabos con rima consonante (ABABACC). Tuvo dos usos principales:

3.1. Como estrofa narrativa fue la base de la poesía épica.

3.1.1.   Alonso de Ercilla, La Araucana (vv. 1-8 [1993:77]).

No las damas, amor, no gentilezas
de caballeros canto enamorados,
ni las muestras, regalos y ternezas
de amorosos afectos y cuidados;
mas el valor, los hechos, las proezas
de aquellos españoles esforzados,
que a la cerviz de Arauco no domada
pusieron duro yugo por la espada.

3.1.2.   Luis Barahona de Soto, Las lágrimas de Angélica (vv. 1-8 [1981:123]

Las lágrimas salidas de los ojos
más bellos, que en su mal vio amor dolientes,
y de los que siguiendo sus antojos
vagaron por desiertos diferentes,
entre las armas, triunfos y despojos
gloriosos, cantaré, de aquellas gentes
que tras su error, por sendas mil que abrieron,
del fin de Europa, un tiempo, al de Asia fueron.

3.1.3.   Poema heroico cristiano: Francisco de Aldana, Parto de la Virgen (vv. 1-8 [1985:302-303])

Del Parto Virginal, que vino al suelo
nueva y sin tiempo a Dios progenie eterna,
por quien (roto el gran hilo al ciego velo
que urdió por nuestro mal culpa paterna)
sus puertas de cristal nos abre el cielo,
gracias sin fin al Rey que lo gobierna,
de Virgen Santa el hijo sacrosanto,
no cortesías, amor, ni empresas, canto.

3.2. Poema ekfrástico. Quizá porque Garcilaso se sirvió de la octava en su égloga III, la estrofa adquirió un uso lírico y descriptivo, como ya destacó Juan de la Cueva en su Ejemplar poético. Se encuentra en Herrera. En su carácter más idealizante llegó hasta Lope de Vega en  su Descripción de la Abadía, jardín del Duque de Alba.

3.2.1.   Juan Boscán, Octava rima (vv. 1-8 [1981:540])

En el lumbroso y fértil Orïente,
adonde más el cielo’stá templado,
vive una sossegada y dulce gente,
la cual en sólo amar pone’l cuydado.
Esta jamás padece otro acidente,
sino es aquel que amores an causado;
aquí governa, y siempre governó,
aquella reyna que’n la mar nació.

3.2.2. Garcilaso, égloga III  (vv. 57-72 [1995:226-227])

Cerca del Tajo, en soledad amena,
de verdes sauces hay una espesura
toda de hiedra revestida y llena,
que por el tronco va hasta el altura
y así la teje arriba y encadena,
que’l sol no halla paso a la verdura;
el agua baña el prado con sonido,
alegrando la vista y el oído.

Con tanta mansedumbre el cristalino

Tajo en aquella parte caminaba,
que pudieran los ojos el camino
determinar apenas que llevaba.
Peinando sus cabellos d’oro fino,
una ninfa del agua do moraba
la cabeza sacó, y el prado ameno
vido de flores y de sombra lleno.

3.2.3.   Francisco de Figueroa, Octavas (vv. 1-8 [1989:279])

Amor me prometió perpetua gloria
y dióme en vez de gloria eterna pena,
cercóme de esperanzas la memoria
y a ser desesperado me condena,
pensé gozar el triunfo y la victoria
que goza un firme amante a mano llena,
salióme tan al contra, que no siento,
¿en qué podré esperar contentamiento?

Rebajas

3.3. Poema mitológico. Quizá de la fusión de los dos usos anteriores tomó Carrillo y Sotomayor la estrofa para su poema mitológico Fábula de Acis y Galatea. El Polifemo de Góngora consagró su uso en el Barroco para este tipo de poema o fábula mitológica, que gozó de excelente salud durante el seiscientos.

3.3.1.   Juan de la Cueva, Los amores de Marte y Venus (vv. 1-8 [1984:117])

La red que con ingenio y sutil arte
a la madre de Amor y la belleza
prendió, y en nudo estrecho ligó a Marte,
en sujeción poniendo su fiereza,
el ruego de los dioses que desparte
del ígneo dios la saña y aspereza,
la red suelta, el insulto perdonado,
será de mi terrestre voz cantado.

3.3.2. Luis Carrillo y Sotomayor, Fábula de Acis y Galatea (vv. 1-8 [1990:202-203])

De cuál era marfil, la blanca mano

o el peine que entre el oro discurría;
o si era el sol aquél que el oceano
de sus hermosos rayos lo vestía,
o aquél que, altivo, del Titón anciano
la blanca esposa, pálido, seguía,
dudoso el Etna, aun detenia en su falda
abrazadas las perlas de esmeralda.

3.4. Otros poemas narrativos. Se incluyen aquí otros poemas narrativos, como son la fábula alegórica o el poema burlesco.

3.4.1.  Fábula alegórica: Juan de la Cueva, Viaje de Sannio. (vv. 1-8 [1990:15])

De la virtud el celestial camino
que guía a Sannio a la región sagrada,
la descripción terrestre i el divino
cielo i la orden a sus formas dada,
la escuadra de los dioses que le vino
en contra, resistiéndoles la entrada,
el examen poético y violencia
canto, i de Momo la cruel sentencia.

3.4.2. Poema heroico burlesco:  Juan de la Cueva, La muracinda (vv. 1-8 [1984:203])

La horrible empresa, el espantable efecto
de la sangrienta Alecto administrado,
canto, de los dos bandos encontrados:
el uno de los gatos infieles
y el otro de los perros animosos
y leales, y cómo fueron muertos
y vengados los gatos de su ofensa
de haber muerto a la gata Muracinda.

  1. El soneto, la más conocida de las estrofas poéticas y que sigue teniendo vitalidad en nuestros días. Herrera lo definió de forma admirable las posibilidades infinitas de esta forma cerrada a través de una exquisita paradoja: “Sin duda alguna el soneto, que tanta semejanza tiene y conformidad con el epigrama, cuanto más merece y admite sentencia más grave, tanto es más difícil, por estar encerrado en un perpetuo y pequeño espacio…”.

Francisco CascalesLa estrofa se compone de 14 endecasílabos, divididos en dos cuartetos (que hasta el modernismo siguieron, salvo rarísimas excepciones, el esquema 11A11B11B11A : 11A11B11B11A) y dos tercetos, que admitían algunas variaciones: CDE:CDE; CDC:CDC;CDC:DCD, etc.

Fue el poema lírico por excelencia. El más versátil de todos (camaleón lo llamó Francisco Cascales) podía resultar un poema íntimo o público, exhibir el virtuosismo de su autor o contener una dura sátira.

Se han hecho infinidad de clasificaciones de esta estrofa. La temática nos permite distinguir sonetos amorosos, dedicatorios, satíricos, fúnebres, meditativos o metafísicos o sacros.

4.1. Soneto prólogo. Era el poema que abría los cancioneros petrarquistas en el que el yo poético mostraba su arrepentimiento por el error pasado que había supuesto la relación con la amada, la soledad frente a la muerte de esta o su rechazo, etc. Lope lo utilizó también con sentido religioso en sus Rimas sacras.

4.1.1.  Garcilaso de la Vega, Soneto I ([1995:12])

Cuando me paro a contemplar mi ’stado
y a ver los pasos por do m’ han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino ‘stó olvidado,
a tanto mal no sé por do he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme
si quisiere, y aún sabrá querello;

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?

4.2. Soneto amoroso. Junto con la canción y el soneto prólogo, es el poema petrarquista por excelencia.

4.2.1. Fernando de Herrera ([1986:253])

Roxo sol, que con hacha luminosa
cloras el purpúreo y alto cielo,
¿hallaste tal belleza en todo el suelo,
qu’iguale a mi serena Luz dichosa?

Aura süave, blanda y amorosa,
que nos halagas con tu fresco vuelo,
cuando se cubre del dorado velo
mi Luz, ¿tocaste trença más hermosa?

Luna, honor de la noche, ilustre coro
de las errantes lumbres y fixadas,
¿consideraste tales dos estrellas?

Sol puro, Aura, Luna, llamas d’oro,
¿oístes vos mis penas nunca usadas?
¿Vistes Luz más ingrata a mis querellas?

4.3. Dedicatorios. Poseían un destinatario concreto, a menudo real. Su temática solía ser laudatoria, pero también podía adoptar un tono amoroso (se habla al destinatario de la amada) o meditativo, con lo que resultaba próximo a la epístola.

4.3.1. Fernando de Herrera, A Francisco Pacheco  ([1986:90-91])

De flores çiñe, Betis, tu corriente,
más fresco y deleitoso que Peneo,
pues en tu gloria canta un nuevo’Orfeo
y a tu honra inclina el Tebro la’alta frente
Oirá tu nombre el lúçido Orïente
y el esparzido piélago Eritreo;
perlas el Indo’, olores el Sabeo
da[rá]n en tu memoria el Oçidente.
La urna de cristal, con letras de oro,
descubre en tu perpetua y clara gloria,
murmurando en sus ondas estendido:
“Mis aguas, dize, olivas y tesoro
el tiempo sepultara’en el olvido
a no ilustrar Pacheco mi memoria.”

4.4. Satíricos y burlescos. Representaban el reverso de los poemas anteriores. El Barroco los llevaró al extremo con Lope, Quevedo, Góngora. .

4.4.1. Cristóbal de Castillejo. ([1991:21])

Garcilaso y Boscán, siendo llegados
al lugar donde están los trovadores
que en esta nuestra lengua y sus primores
fueron en este siglo señalados,

los unos a los otros alterados
se miran, con mudanza de colores,
temiéndose que fuesen corredores
espías o enemigos desmandados;

y juzgando primero por el traje,
pareciéronles ser, como debía,
gentiles españoles caballeros;

y oyéndoles hablar nuevo lenguaje
mezclado de extranjera poesía,
con los ojos los miraban de extranjeros.

4.4.2.  Baltasar del Alcázar ([2001:216-217])

Dime, hermoso Baco, ¿quién me aparta
contra mi voluntad de tu servicio
y de aquel gustosísimo ejercicio
que alegra, hinche, traba, mas no harta?

¿No me contaste tú por buena sarta,
con el pichel colmado al sacrificio?
¿No he gastado en sainetes del oficio
cuanto Pedro devana e hila Marta?

Pues ¿cómo agora, triste, no te veo?
¿Cómo no vuelvo a ti? ¿Cómo la vida
gasto, sin tu licor divino, ardiente?

Dulcísimo peligro es ¡oh Fineo!
seguir un rojo dios que trae ceñida
siempre de verdes pámpanos la frente.

4.5. Fúnebres. Ensalzaban la figura de la persona muerta, lo que los aproximó a la elegía fúnebre.

4.5.1.  Juan Boscán, A Garcilaso ([1991:392])

Garcilaso, que al bien siempre aspiraste,
y siempre con tal fuerça le seguiste,
que a pocos passos que tras él corriste,
en todo enteramente l’ alcanzaste;

dime: ¿por qué tras ti no me llevaste,
cuando de ‘sta mortal tierra partiste?,
¿por qué al subir a lo alto que subiste,
acá en esta baxeza me dejaste?

Bien pienso yo que si poder tuvieras
de mudar algo lo que ‘stá ordenado,
en tal caso de mí no t’ olvidaras:

que, o quisieras onrrarme con tu lado,
o a lo menos de mí te despidieras;
o, si esto no, después por mí tornaras.

4.5.2. Cervantes, A la muerte de la reina Isabel de Valois  ([1981:326])

Aquí el valor de la española tierra,
aquí la flor de la francesa gente,
aquí quien concordó lo diferente,
de oliva coronando aquella guerra.
Aquí en pequeño espacio veis se encierra
nuestro claro lucero de occidente.
Aquí yace enterrada la excelente
causa que nuestro bien todo destierra.
¡Mirad quién es el mundo y su pujanza,

cómo, de la más alegre vida,
la muerte lleva siempre la victoria!
También mirad la bienaventuranza
que goza nuestra reina esclarecida
en el eterno reino de la gloria.

4.6.  Meditativos. Reflexionaban sobre la vida e introducían motivos de la tradición clásica, como los conocidos del carpe diem, collige virgo rosas u otros de carácter ético.  

4.6.1. Garcilaso, Soneto XXIII ([1995:43])

En tanto que de rosa y d’azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que ‘n la vena
del oro s’ escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.

4.6.2.   Francisco de Aldana, Reconocimiento de la vanidad del mundo ([1985:429-430])

En fin en fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto varïar vida y destino,
tras tanto, de uno en otro desatino,
pensar todo apretar, nada cogiendo,

tras tanto acá y allá yendo y viniendo
cual sin aliento inútil peregrino,
¡oh Dios!, tras tanto error del buen camino,
yo mismo de mi mal ministro siendo,

hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en él se asconde,
pues es la paga dél muerte y olvido,

y en un rincón vivir con la vitoria
de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de lo servido.

4.6.3. Mosquera de Figueroa, Estando cansado de pretender y determinando recogerse ([2015:200])

Déjame ya, Fortuna y Esperanza,
que en mi cuerpo y mi alma has hecho el daño
-de hoy a mañana, de uno en otro año-,
debiendo en Dios poner mi confianza.
¡Oh Padres que acudistes con bonanza
a mis tormentas, tiempo y desengaño!
Pudiera Dios tratarme como a estraño,
pues fuera justa en mí cualquier venganza.
Ángel divino, inspiración del cielo,
nuncio de aquella antigua hermosura:
entra en mi corazón y hazte fuerte.
Apártate ambición, hija del suelo,
que ya me está mejor la sepultura,
sueño de justos, apacible muerte.

4.7. Sacros. Los poemas religiosos supusieron una parte esencial del arte del quinientos, especialmente a partir de la obra de Sebastián de Córdoba, Las obras de Boscán y Garcilaso trasladadas en materias cristianas, de 1575, que adaptó los usos devotos y religiosos característicos de la poesía cancioneril a las formas estróficas del endecasílabo.

4.7.1. Mosquera de Figueroa, A las tenazas que quitaron los clavos, por Nicodemus ([2015:186-187])

Ásperas cruces, clavos, pasadores,
sierras, martillos, ruedas de tormentos,
tenazas: todos fuistes instrumentos
de la humana justicia ejecutores.

Y agora sois suaves defensores
de nuestra santa ley, cuyos intentos
son hacer voluntarios los violentos
trabajos endulzando los dolores.

Y la crüel tenaza que ha rompido
las carnes a los santos ya es carrera
de la misericordia y su ejercicio;

pues lo qu’el duro clavo tiene asido
la tenaza quitó, y es la primera
que ha hecho con Jesús piadoso oficio.

4.7.2.  Francisco de Figueroa, Áncora celestial y de consuelo ([1989:237-238])

Amor celestial y de consuelo
en quien bonanza eterna y bien se encierra,
norte del mundo, cuya luz destierra
el infernal obscuro y triste velo;
bastón de paz divina, que en el suelo
nos partió la perpetua y mortal guerra,
árbol glorioso, que llevó en la tierra
el más alto y mayor fruto del cielo.
Eres tálamo, ¡oh cruz de bondad llena!,
en quien las bodas de inmortal memoriacon nuestra Madre Iglesia, Cristo ordena,

bandera, a quien siguió nuestra victoria,

y de fiero instrumento de la pena

te hizo Dios la llave de la Gloria.

Hasta aquí el esquema de los principales géneros de poesía lírica más característicos del siglo XVI, siempre con formas estróficas con endecasílabo como base, que cada poeta adaptó a sus necesidades y utilizó a su manera, con mayor o menor tono personal.

Ahora bien: creo que no se daría una visión completa de los géneros si no se realizase una segunda clasificación siguiendo un criterio clasificador alternativo y compatible con el anterior. Es la clasificación de los géneros poéticos según tengan un carácter privado o público.

Los géneros poéticos privados eran aquellos en los que su objetivo era expresar la subjetividad del yo poético, es decir, los más propiamente liricos, herederos del petrarquismo, y con los que la sensibilidad actual puede identificarse más comúnmente. Destacan la canción amorosa o la epístola del mismo tipo, junto con los sonetos amorosos y meditativos.

Frente a estos poemas, aunque expresan la intimidad del yo poético, se centran más en el tú, un receptor cuya relación no es amorosa ni posee un carácter íntimo ni de confesión, de ahí su menor carácter privado. Este segundo grupo lo constituyen la epístola (personal o no), la elegía fúnebre y ciertos tipos de soneto (fúnebre, dedicatorio o sacro).

Frente a este grupo, destacan los géneros poéticos públicos  en los que va desapareciendo progresivamente la intimidad del yo poético y que puede dividirse en dos grupos:

  • poemas que se centran en el del receptor, sin que exista una relación de afecto e intimidad con el yo poético, como la poesía horaciana (que, ciertamente, entre la reflexión ética desliza en ocasiones a lo largo del poema el sentir personal, como es el caso de fray Luis), hasta la poesía civil de la canción petrarquista.
  • poemas que se centran en la tercera persona y el mundo exterior (idealizado o no), como la poesía bucólica –de mayor componente lírico, pero expresado por unos personajes (pastor, ninfa, etc.), no por el yo poético, el poema ekfrástico (idealizador del paisaje) o los poemas narrativos (épico o mitológico).

Como de costumbre, los sonetos pueden desarrollar motivos comunes a los dos grupos (satírico-burlescos, fúnebres, sacros).

Una aproximación a los géneros poéticos del siglo XVI - (II)Un caso aparte  es la égloga, de la que solo he mencionado el uso de la lira (la poesía bucólica). En realidad, la égloga, con su desarrollo dialógico, no posee una exclusiva identificación métrica. Desde Garcilaso, se han utilizado diferentes tipos de estrofa: canción petrarquista, octava rima, tercetos; la polimetría ya está presente en la égloga II. Las de Herrera presentan la misma característica. A esto debe añadirse el hecho de que el mundo eglógico se desarrolla también en prosa: La Diana  de Jorge de Montemayor, La Galatea de Cervantes o La Arcadia  de Lope son los ejemplos más claros (además de Los pastores de Belén, novela bucólica a lo divino). Por tanto, creo que la égloga constituye un caso aparte que no participa de la identidad de género y estrofa.

Por otro lado, la poesía religiosa cobra mayor importancia en la poesía en endecasílabo a medida que avanza el quinientos (como en música, pintura, escultura) y compone un sistema codificado paralelo a la poesía profana, que va del ámbito de lo público (poesía devota a santos o asociada a los ritos de la Pasión) al de lo privado (la mística de san Juan de la Cruz o la religiosidad íntima que se encuentra ya entrado en el seiscientos de Lope o Quevedo). En estos casos, las canciones y las liras poseen un carácter público, frente a las epístolas. Los sonetos adoptan de nuevo un carácter intermedio.

Para tener una visión global de toda la poesía del siglo XVI sería necesario añadir los poemas en octosílabos, de estilo tan diferente a los llamados metros italianizantes. Pero esto ya es otro cantar (u otro artículo).


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Una aproximación a los géneros poéticos del siglo XVI – (I)

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Jorge León Gustà

Jorge León Gustá

Jorge León Gustà, Catedrático de Instituto en Barcelona, es doctor en Filología por la Universidad de Barcelona.

Su trabajo se ha desarrollado en estas dos direcciones: por un lado, como autor de libros de texto dirigidos a secundaria, y por otro, en el campo de la investigación literaria.

En el área de la educación secundaria ha publicado diferentes manuales de Lengua castellana y literatura en colaboración con otros autores, así como una edición de La Celestina dirigida al alumnado de bachillerato, Barcelona, La Galera, 2012..

Sus líneas de investigación se han centrado en la poesía del siglo XVI, el teatro del Siglo de Oro y las relaciones entre la literatura española y la catalana en el siglo XX.

Entre sus artículos destacan los dedicados a la obra de Mosquera de Figueroa: “El licenciado Cristóbal Mosquera de Figueroa, de quien ha publicado las Poesías completas, Alfar, Sevilla, 2015.

Las investigaciones sobre el teatro del Siglo de Oro le han llevado a colaborar con el grupo Prolope, de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyo resultado fue la edición de la comedia de Lope de Vega, Los melindres de Belisa, publicada en la Parte IX de sus comedias, en editorial Milenio, Lérida, 2007.

Además, ha sido investigador del proyecto Manos teatrales, dirigido por Margaret Greer, de la Duke University, de Carolina del Norte, USA, con cuyas investigaciones se ha compilado la base de datos de manuscritos teatrales de www.manosteatrales.org. Su colaboración de investigación se centró en el análisis de manuscritos teatrales del Siglo de Oro de la antigua colección Sedó que están depositados en la Biblioteca del Instituto del Teatro de Barcelona.

En el campo de las relaciones entre las literaturas catalana y española, ha estudiado la influencia del poeta catalán Joan Maragall sobre Antonio Machado, así como la de Rusiñol en la génesis de sobre Tres sombreros de copa de Mihura.

Del estudio de la interinfluencia del catalán y castellano ha publicado un artículo de carácter lingüístico: “Catalanismos en la prensa escrita”, en la Revista del Español Actual (2012).

Ha publicado el libro de poemas Pobres fragmentos rotos contra el cielo

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