Las nueve musas
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Oviedo, la voz de la humedad

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CIUDADES CANTADAS

Volver a Oviedo es regresar a los húmedos campos de la memoria. Caladito de orbayu, refugiado en la Porticada tal vez parafraseando la canción de Tulsa a modo de extraño en este planeta que se cita de pronto en la Catedral.

En Oviedo bebo vino y al seguir la remota voz del Pajares, a orillas de un coro de gaitas en busca del chigre, recuerdo a mi tío minero teñido de hollín en El Entrego, vagonetas en el aire y el corri corri ambulante para entretejer el ensueño.

Tener memoria, respeto y recorrido, ir de Mieres a Oviedo en aquellos trenes de madera, con viandas de aldea y un aroma a tercera, con el alma en el futuro y el orgullo de ser como Víctor Manuel por ejemplo el hijo del ferroviario. En su rincón de Narcisos —Madrid—, el autor de Carmina me contaba al filo de los primeros ochenta lo determinante de la geografía en su obra. Con el tiempo, tuve el privilegio de recorrer casi palmo a palmo el mapa asturiano para la serie documental de TVE, El arte de vivir, a la búsqueda de trasgus, xanas, cuélebres, ventolines, ayalgas, nuberus. Ramón Baragaño, maestro en mitologías, me alumbró con su candil bibliográfico desde Avilés.

Dama de un amanecer no agónico, la xana me llevó de nuevo a Oviedo, entre silueta de niebla y el recuerdo de mis primeros tiempos de reportero entrevistando al legendario Carlos Lemos en el Teatro Campoamor. .En sus entresijos, camerinos y pasadizos, descubrí una nave de Talía en el tiempo.

De cuando en cuando llama a mi rincón mediterráneo, el amigo Mario Rodríguez Corbato, que vive ahora a dos pasos del Campoamor y me da el parte de Vetusta en todas sus dimensiones. En su corazón de poeta-de hecho, coincidimos como autores de textos para María Quirós en Cadena Dial —Océano Pacífico— me describe las mañanas por el Campo de San Francisco, los ecos de Pérez de Ayala y todo lo que sin duda inspiró al maestro Carmelo Bernaola para su partitura con destino a la versión fílmica de La Regenta. Cuando visité a Carmelo en el Conservatorio de Vitoria hablamos de la personalidad ditirámbica de Gonzalo Suárez. Qué mañanas, en torno al vino y a la conversación a geografía abierta, compartí con el maestro Suárez cerca de la Plaza de la Marina española, Madrid.

Parranda continua de la creatividad, azules en el alma de roble con el Real Oviedo en la vuelta a los laureles, de Melendi a Ciudad Bambú o A Contratiempo. Toda la historia de la ciudad empujando al dios balón para dar color al Carlos Tartiere, si Carrete o Marianín lo gozaran.



Seguro que Manolo Díaz empezó a respirar aires pop por las calles de Oviedo antes del coca cola-tabaco-chicle y soul, de Bravos, Pasos, Agua Viva o Astrud Gilberto. Hoy se escuchan Voces del Naranco y las engarradiellas de Iñaki Santianes traen agua fresca de la Fuente de Foncalada. Pasan en procesión todas las coplas populares desde Olé Morena a las que hablan del aguerrido carácter de los de Fontán.

Allí en la cima del Naranco, también se espera a San Mateo y a su festivo danzar.Y junto a un juke-box en Colonia descubro los sonidos de Vicente Díaz y recupero el tic tac de las calles ovetense como si la mirada del tiempo detenido de José Luis Garci desplegara su sabiduría de ventana cristalina.

Y todo es cantar de Nací en Oviedo a Ven a Oviedo y sal si puedes. Por el retumbar de gaitas y tambores aparecen Fontán, Tigre Xoán, Vetusta y los caños de una fuente embriagadora.

A modo de saltimbanquis, tras los caminos del Rhin, reconstruyendo la Europa de 1492. Y aunque nací en el Mediterráneo, en la Barcelona Universal, hijo de tantas aldeas intemporales y alma nómada por vocación, también me siento un poquito altanero llevando a Oviedo dentro del corazón. Como cuando Tino Casal me iluminaba, entre diseños de teatros de la memoria por el Madrid de los Austrias, hablándome de su producción. Oviedo está aquí para Salón Dadá. O al ritmo de los Tranquilitos mareando la perdiz con una novia de la capital asturiana.

Pero la voz del origen siempre tiene quien le cante y —aunque a veces escondida y casi siempre aterida— se asoma si suena El Presi, a la entrada de Oviedo con sus recuerdos, más allá de los desfiladeros y de las mentiras del viento.Y aunque el coro exclame En Oviedo no me caso, seguro que puedo recalar por Vetusta en el idioma del cariño entre La Verdea y el Diaño Burlón, añorando el Bodegón de Lesmes, la Oveja Negra o La Taberna de Esteban. Si se tercia, quedaré con Ignacio del Valle en la Librería Cervantes y le preguntaré si ha descubierto misteriosos personajes por Santa Ana o Fierro.

Mientras La Banda de la Txunga ronda con su pasacalles ovetense y me arropa la voz casi telúrica de José A.González, Cantu La Vara, reaparece la ciudad con su nostálgico orbayo.

Lágrimas de miel y paseos por la calle Uría para que la nieve nos conduzca a un recoleto local donde suenan los instrumentales de Josep Aznar o Electric Moments.

Oviedo sigue aquí, querido Tino, oro de ley en el norte risueño

Carlos Villarrubia

Pier Paolo Pasolini

 

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