Las nueve musas

Militancia y cabaret

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BREVES ANTECEDENTES

El cabaret tiene sus orígenes en el café-concert de la revolución francesa, pero se popularizó en el siglo XIX, donde se presentaban espectáculos contestatarios y de vanguardia.

El auge del cabaret de sátira social y política se da en la Alemania de las entre guerras, el cual criticaba a la sociedad germana previa al nazismo y que concluyó abruptamente a la llegada de éste al poder.

Por otro lado, en la Ciudad de México, a principios del siglo XX y casi de la mano de la revolución, se da el teatro de carpa o  de “tandas”, donde se solía hacer una sátira a la sociedad y al gobierno en turno, a veces de forma directa y otras de forma sutil debido a la represión y la censura gubernamentales. De ahí surgieron Cantinflas y Jesús Martínez “Palillo”, entre muchos otros carperos. Los políticos, la autoridad y la clase alta eran el blanco principal de los ataques provenientes de personajes de barrio como el “peladito”, el borracho, el indito, el campesino o el obrero.

Posteriormente, desde los años 70 hasta los 90, el director de cine y teatro Julián Pastor mantuvo por 17 años un espectáculo de cabaret en el Bar Guau, estructurado pro medio de varios sketches; ahí actuaron, entre otros, Martha Ofelia Galindo, Ausencio Cruz, Laura Almela y el ahora tan despreciable Víctor Trujillo.

 Jesusa Rodríguez

Y finalmente, la última cabaretera o carpera es y sigue siendo Jesusa Rodríguez, que hizo del teatro-bar El Hábito el punto de reunión de políticos, intelectuales, artistas y público en general que asistían a ver sus espectáculos de cabaret. Jesusa es de los escasos travestis femeninos, casi siempre acompañada en las tablas por su esposa, la compositora Liliana Felipe. Quedarán para siempre en nuestra memoria las interpretaciones de Jesusa como Carlos Salido del Atari, la Malinche, Madonna, Güevita, Karol Wojtila, Cretina y más recientemente la de Darwin.

El género del cabaret

La Farsa es el género propio y natural del cabaret, acompañado de sarcasmo, ironía, humor ácido, inteligente, ingenioso, agudo, cáustico y corrosivo. A mi forma de ver, el cabaret es al teatro lo que la caricatura es al periodismo.

El verdadero ejercicio del cabaret posee un alto contenido político, social e ideológico, el cual nació como una expresión de la contracultura y de inconformidad, siendo crítico con el sistema, las instituciones, los opresores, los privilegiados y el establishment en su conjunto. Sus objetivos son muy claros y para serle fiel se debe cuestionar, señalar y poner en evidencia las fallas del sistema y de los poderosos, todo por medio de la risa y el humor, sin miramientos ni complacencias.

Sus personajes son estereotipos llevados al extremo. El objetivo de la obra debe ser claro; al igual que en la militancia, se debe identificar al enemigo, y debe poseer un discurso estructurado y congruente, utilizando la risa y el humor como vehículo para transmitir al espectador dicho discurso o “mensaje”; generalmente la cuarta pared se ve rota creando una interacción con el espectador. El cabaret intenta, de menos, generar conciencia, informar al espectador, hacerlo reflexionar y, dentro de lo posible, invitarlo a ejercer alguna acción. Contrario al resto de los géneros teatrales, que buscan ser universales, el cabaret suele ser localista y frecuentemente es efímero y temporal por abordar temas de un momento histórico específico.

Desgraciadamente, muchos teatreros “serios” consideran al cabaret como un género menor; supongo que es despreciado y ninguneado por utilizar la farsa y no géneros complejos, y también quizás porque un espectáculo de cabaret suele ser fugaz y local.

Por otra parte, el cabaret es un espectáculo caro (más que muchas obras de teatro), contrario a lo que fue la carpa, la cual era accesible y estaba dirigida a las clases menos favorecidas. Esto lo ha vuelto un género demasiado elitista y alejado de lo popular.

Actualidad

Aunque existen muchos sitios que dan cabida al cabaret y otras expresiones similares, y a pesar de que haya muchos grupos o individuos trabajando en diversos lugares, el cabaret de crítica social y política se ha ido olvidando, perdiendo y desvirtuando.

En contraste, de tiempo atrás se ha venido recurriendo a espectáculos frívolos y triviales, para hacer reír a un público cada día más mediatizado, y cada vez menos exigente e informado; en otros casos, se recurre a caracterizaciones e imitaciones de personajes famosos, o a realizar parodias de programas de la televisión. Muchos han hecho del cabaret un negocio donde se desbordan y regodean en albures, groserías, referencias comerciales o televisivas, junto a chistes misóginos, homófobos, racistas y clasistas.

Recientemente tomaron auge otras formas de estilo cabaretero como la Impro (Improvisación con sus múltiples derivados) y el Stand-Up Comedy (de origen norteamericano), sin embargo estas dos vertientes no tienen como objetivo la crítica política o social. En la Impro lo que destaca es el sorprendente ingenio y brillantez de un grupo de actores que precisamente “improvisan” al instante, casi siempre motivados por las ideas del público. Por su lado, el Stand-Up surge de actores o actrices que cuentan episodios de su vida (reales o trastocados) vistos de una manera cómica.

Debe quedar claro que, el hecho de hablar o mencionar superficialmente a políticos del momento o abordar ligeramente problemáticas actuales no hacen que un espectáculo sea de crítica política o social.  Asimismo, debemos entender que el hecho de pararse en un cabaret no significa que se esté ejerciendo el género; hay varios espectáculos en cartelera que se anuncian como cabaret, pero esencialmente no lo son.

En mi opinión, hoy por hoy y en términos generales, los cabareteros han olvidado y dejado a un lado los principios fundamentales del cabaret, esto es: la crítica hacia la sociedad y hacia la clase gobernante que nos desgobierna, junto a sus cómplices: la iglesia, los medios de comunicación, las multinacionales y demás instituciones opresoras.

Tanto los cabareteros como el resto de los creadores escénicos se han apartado de los verdaderos problemas del país y han dejado de criticar a este sistema hoy más que nunca injusto, corrupto, donde impera la más absoluta impunidad. Se han centrado en temas más light, menos comprometidos, nada políticos; salvo escasas excepciones, no he visto manifestaciones teatrales de inconformidad, rebeldía, vanguardia, sátira y crítica aguda y mordaz. Por ejemplo, veo actualmente shows con temática LGTB, pero poco comprometidos en denunciar la represión y marginación que vive esta comunidad; abundan más “perradas”, travestis interpretando a cantantes comerciales desechables, o chistes sobre centímetros, tamaños y medidas, que denuncia y compromiso de esa comunidad atacando, de una forma inteligente, al estado y/o a la iglesia católica que los ha venido satanizado y estigmatizado desde siempre; el discurso se queda en una denuncia superficial y hueca, pocas veces combativa para generar conciencias o que invite a tomar otras acciones.

Temas a tratar, ya sea en el cabaret o en otra disciplina teatral, desgraciadamente sobran en este país: los dos sangrientos sexenios panistas; los feminicidios en Ciudad Juárez, en Chimalhuacán o el resto del país; la brutal represión en Atenco; el crimen de 49 bebés en la guardería ABC; la ilegal desaparición de Luz y Fuerza y del Sindicato Mexicano de Electricistas; la huelga de Cananea declarada ilegal; la desaparición de los 43 normalistas de la Normal Rural de Ayotzinapa, la supuesta y fallida guerra contra el narcotráfico con sus 28 mil muertos y demás “daños colaterales”, el estado fallido en el que vivimos, los numerosísimos casos de pedofilia en la iglesia católica, la criminalización de la lucha social o el dichoso bicentenario donde no hay nada que festejar, por citar algunos ejemplos.

Sostengo que actualmente, salvo excepciones, los creadores escénicos viven, desfasados de la realidad que vivimos. No sé si se deba a falta de interés en estos temas (lo cual sería muy grave), o porque están amordazados por becas gubernamentales, las cuales me pregunto si apoyan solicitudes de esta índole (tal parece que no, o que los creadores no presentan propuestas de esta índole), ya sea porque tienen una exclusividad o compromiso con alguna empresa televisora, o por temor a denunciar la realidad nacional… Ignoro si se debe a la apatía, indiferencia e insensibilidad que se percibe en términos generales en nuestra sociedad frente a cuestiones sociales… Lo que sí sé es que mientras que en el país suceden y acontecen más hechos teatralizables y satirizables, los hacedores teatrales se apartan cada vez más de estos temas y hablan de cuestiones más individuales, superficiales, facilones o tremendamente “intensos” que a veces rayan en lo incomprensible o en el ladrillazo. En todo caso, el humor inteligente, ácido y corrosivo ha ido desapareciendo, cediendo paso a la risa fácil, al doble sentido, la burla grotesca, al uso indiscriminado de groserías, a la sátira frívola, al travestismo sin trasfondo ni contenido militante, al insulto a los espectadores y demás deformaciones que no tienen nada que ver con los principios originales del cabaret; el trasfondo ideológico se ha ido perdiendo para dar paso a ocurrencias, gags, chistes, burlas y “críticas” superficiales.

Teatro y Militancia

Si el cabaret es un medio de crítica social y política, considero que sería muy útil que se nutriera y fuera de la mano de los movimientos en resistencia, solidarizándose y apoyándose los unos a los otros. No sólo se trata de ver una nota periodística, dramatizarla y llevarla a escena; sería de gran utilidad que cabareteros y activistas fueran a la par creando espectáculos de denuncia para informar al espectador y a la sociedad del acontecer cotidiano. Por un lado sería un ejercicio comprometido por parte de los teatreros o cabareteros, y por otro, renovaría la creatividad de la protesta social, la cual quizás está muy desgastada con marchas, mítines y las consabidas consignas. Los cabareteros se alimentarían de los movimientos y organizaciones para conocer sus demandas y reclamos de justicia; los militantes y los movimientos encontrarían nuevas formas de denuncia y difusión, siendo el humor un excelente vehículo para lograrlo.

Como escaso ejemplo de cabaret y militancia está La Resistencia Creativa, que ha realizado varias acciones directas que utilizan la sátira y los elementos cabareteros de la mano del activismo.

Por otro lado, de un tiempo acá, el Fonca (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) ha venido apoyando a grupos e individuos otorgando becas para el género de cabaret; sin embargo éste se queda en los espacios reservados para este ejercicio y escasamente se presenta para públicos menos favorecidos. Así que, los cabareteros se han quedado en los foros propios para esta disciplina, reservándose a ser vistos por los que pueden pagar un cover, un vallet parking y una alta cuenta en consumos, y han dejado de llevar sus propuestas a lugares más democráticos y populares. El cabaret se ha vuelto un ejercicio elitista.

Desde mi punto de vista, como teatrero, cabaretero y como activista, me parece lamentable que sean tan pocos los hacedores teatrales que se comprometen con las luchas que nos reclaman con urgencia; por otro lado, es patético que los teatreros y cabareteros brillen por su ausencia en momentos como los que atraviesa este México lindo y jodido. Si bien el género del cabaret no va a transformar la realidad social ni la del país, sí puede aportar elementos de juicio y de crítica; de igual forma puede ir de la mano junto con organizaciones y movimientos sociales para utilizar la sátira, la mordacidad y los elementos propios del género para nutrir el discurso militante y restarle a éste cierta solemnidad. Creo que es hora de que los cabareteros y demás miembros de la comunidad teatral adquieran un verdadero compromiso social y dejen de ver hacia arriba para voltear sus ojos hacia abajo.

Para concluir y parafraseando a la compañera América Moreschi: ¿Cómo ven si dejamos de ser “políticamente correctos” para volvernos “políticamente insurrectos”?


Del Taller-Encuentro “Militancia y Cabaret”, coordinado por Julia Arnaut, Carmen Huete y Víctor García Zapata, dentro del 8º Festival Internacional de Cabaret, 2010


De la escena a la pantalla

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Humberto Robles

Nació en la Ciudad de México en 1965.

Dramaturgo y guionista independiente.

Paralelamente colabora con varias organizaciones de derechos humanos.

Actualmente es considerado el dramaturgo mexicano vivo más representado en el mundo (30 países, tres continentes).

Autor de las obras “Mujeres de Arena”, “Frida Kahlo Viva la Vida”, “La noche que jamás existió”, “El Arca de Noelia”, “Sangre en los Tacones”, “Nosotros somos los culpables”, “Leonardo y la máquina de volar”, “El Ornitorrinco”, “Les demoiselles d’Avignon”, entre otras.

Sus obras han sido traducidas al inglés, francés, portugués, italiano, alemán y polaco.

Ha recibido seis premios como dramaturgo, uno internacional y cuatro nacionales, entre ellos el Premio de la Fundación La Barraca de Venezuela y el Premio Nacional de Dramaturgia "Emilio Carballido" 2014.

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