Cuando estuve en Cuba en 1995, salimos a caminar por La Habana Vieja y se nos acercaban niños pidiendo un dólar.
Al chico que se me acercó a mi, Julio, le dije que le daba su dólar, pero le pedí que a cambio me dejara tomarle una foto. Aceptó con gusto, hicimos algunas tomas y luego desapareció.
Pasado un rato, y después de caminar algunas cuadras, Julio me alcanza corriendo, junto a sus dos hermanas, y me dice que me andaba buscando. Me cuenta que con el dinero que le di compró cuatro piezas de pan, una para él, un par para sus hermanas y la otra… para mí!
No podía creerlo. Por supuesto que compartimos el pan, la caminata, la mañana y algunas cosas más.
Años más tarde, en el barrio de Recoleta en Buenos Aires, cuando estaba tomando fotos, se me acerca otro niño. Le doy su moneda a cambio de una foto, pero enseguida me pide que me vaya, ya que “la señora” se va a enojar si no sigue “trabajando”.
Dos países distintos, dos realidades distintas. Sólo miren la cara de ambos niños para ver las diferencias.
Añadir comentario