KARAGUIOZIS
Un rico modo de expresarse, una presentación teatral admirable, una ceremonia colorida; el lindero entre lo cotidiano y lo artístico: los fundamentos del alma popular que supera con su atavismo las siniestralidades de la vida.
Es frecuente en la lengua griega la caracterización despectiva de alguien como “Karaguiozis” –que significa “gilipollas”. Pero esa palabra es polifacética y expresa nociones diametralmente opuestas: Karaguiozis es el pobre diablo que toma prestado el vigor mental del homérico Ulises —un hombre de muchos senderos— o del ingenioso hidalgo cervantino, para hacer cara a un peligro. Es el atrevido que se pone frente a frente con sus enemigos, como David contra Goliat; y es un burlador de la vida, pero no de las mujeres, como el de Sevilla. Hace uso de un pensamiento “zen” sui géneris para salir siempre adelante.
Algunas candelas u otra fuente de luz detrás de una sábana blanca, varias figuras humanas –títeres dibujados sobre cuero muy fino o papel semitransparente que se mueven con una varilla, el palacio del Bajá turco, la barraca de Karagöz –el vasallo griego de ojo negro- y, sobre todo, una amplia variedad de voces que salen de un solo hombre que imita a diferentes personajes, son el humilde bagaje artístico de esta notable herencia cultural, asimilada por griegos y turcos, que tiene sus orígenes en Irán y aparece de una forma parecida en Indonesia. Es una tradición completamente diferente a las del estamento dirigente. Está arraigada en la cultura de que disponen en común los pueblos del Mediterráneo oriental, los cuales –por varios siglos- se encontraban bajo el gobierno de dos imperios: el bizantino y el otomano. Es una herencia de diferentes lenguajes y mentalidades, incomprensibles en la Europa occidental.
Karagöz o Karaguiozis –el que tiene los ojos negros por descendencia mediterránea, o el que lleva un ojo morado por un golpe que sufrió debido a su vida picaresca- es un héroe popular que expresa la continua protesta del pueblo griego (desde el siglo XV hasta hoy), con un lenguaje conciso pero pintoresco, apropiado para la tragicomedia. En las décadas de los 40 y 50, cuando no existía ni la televisión ni el internet, ese “teatro de sombras” entretenía a niños y a adultos. El argumento de cada presentación (y eran muchas y de una temática muy variada) pasaba de generación en generación de modo oral. Varias obras eran, incluso, improvisadas. El año 1920, un titiritero que sabía escribir, publicó la primera colección de obras.
La inmediatez y la sencillez de los personajes de este teatro popular siguen teniendo un amplio público de espectadores. En las provincias de Grecia, los patios de las casas encaladas se convierten de noche en puntos de encuentro del vecindario, y en alguno de ellos se coloca la tela blanca, y suena la música oriental que –como el paso doble en las corridas- indica el comienzo de la presentación: un desfile de personajes hacen a los adultos sonreír y a los niños mearse de risa… Sior Ñoños (que habla en el dialecto griego italianizante del mar jónico), Fátima (la hija del Bajá turco), Omorfoniós (el novio feo), Aglaía (la esposa quejica de Karaguiozis), el tío griego de la aldea montañosa (siempre tosco), Kolitiria (los tres hijos traviesos de Karaguiozis), su amigo Jatziavatis (el pregonero y adulador del Bajá), el judío (comerciante ladino, expulsado de Al-Ándalus que vive en Salónica) y muchos más… Es extraño que todos los titiriteros tengan siempre la misma variedad de voces.
Igual de variados son los argumentos de las presentaciones: abarcan temas acerca de la opresión de los turcos en la Grecia ocupada del siglo XIX, las profesiones y los oficios desaparecidos, la leyenda de Alejandro el Magno y la serpiente… A este último se le atribuye la llegada de este teatro –“entre sombras y luces”- a Grecia. Un claroscuro de éticas y costumbres, desigualdades, culturas, sentimientos, lenguas e historias… Literatura popular y pintura naíf puestas en escena; obra teatral que se caracteriza por reflejar la realidad con deliberada ingenuidad, aparentemente infantil. Aparentemente…
Uno de los titiriteros más importantes de Karaguiozis dijo una vez: “El futuro pertenece a los que se empeñan con esmero; para presentar dignamente una obra de Karaguiozis, hay que saber pintar, construir títeres, ser actor y director de escena. Pero la verdad es que no debe haber más de cinco titiriteros a la vez en el mundo… ”
https://youtu.be/OyEc3Pfjwyc
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