Las nueve musas
Las nueve musas

Una aproximación a los géneros poéticos del siglo XVI – (I)

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Cuando el lector moderno se enfrenta a un poema del Siglo de Oro a menudo no sabe qué va a encontrar en él, acostumbrado, como está, a la poesía contemporánea en la que cada obra genera su propia forma, pues no entra dentro de su horizonte de expectativas (en palabras de Hans Robert Jauss).

Por eso, el lector actual suele ver solo unas estrofas (sonetos, tercetos, canciones) que no asocia a un contenido. Esto, desde luego, no le ocurría al lector de la época.

Una aproximación a los géneros poéticos del siglo XVI - (I)
Garcilaso de la Vega

Un lector del renacimiento, cuando veía un poema podía tener una intuición de lo que iba a leer, simplemente por su forma estrófica, pues esta solía asociarse a ciertos contenidos, temas o motivos. La unión de ambos constituía los diferentes subgéneros. La idea es que la forma condiciona la obra literaria y la asocia a ciertas normas (verso, prosa, diálogo) y contenidos (narración, comedia, tragedia…).

La división genérica, determinada por la forma, está presente desde el origen de nuestra cultura: ya en la literatura grecolatina algunos metros se identificaban con ciertos géneros poéticos, y así fue codificado en las diferentes artes poéticas, como la Arte poética de Horacio.

La clasificación de estos géneros a partir de la identificación de formas estróficas, temas o motivos, estilo y tradición poética existía en España de un modo intuitivo  compartido entre poetas y lectores  y seguía una poética tácita en el Siglo de Oro y, sobre todo, en el quinientos y con Garcilaso como iniciador. Este sistema basado en la identificación entre metro y género se establece de forma bastante coherente (aunque sin la rigidez de la normativa inamovible) y de forma más o menos explícita en una obra tan singular como emblemática: las Anotaciones a Garcilaso de la Vega, de Fernando de Herrera, publicada en Sevilla en 1580.

Las Anotaciones además de una edición crítica de las poesías de Garcilaso (pues las que circulaban presentaban evidentes errores y deficiencias), ya considerado un clásico, sino una auténtica poética. En ella, las poesías del toledano no siguen el orden con el que venían publicándose desde la primera edición de Barcelona en 1543. Hasta el momento se alternaban, siguiendo el principio del vario stile, sonetos, canciones, epístolas, elegías y églogas, pues lo importante para el petrarquismo era dibujar un relato amoroso, dividido en poemas in vita de la amada  y el recuerdo in morte de la misma. Pero quizá Herrera fue consciente de que Garcilaso no llegó a componer esta cronología amorosa a pesar de la leyenda sobre Isabel Freyre: el poeta murió demasiado joven (el mismo Herrera dice que a los 34 años, aunque posteriormente se ha discutido esta edad) en una batalla cerca de Niza y dejó su obra a medio hacer. Menos aún revisada y corregida, por lo que se ignora si existía un plan estructurador de todos sus poemas.

Una aproximación a los géneros poéticos del siglo XVI - (I)Por esta razón, Herrera decidió mejorar la edición del texto garcilasiano consultando un manuscrito del yerno del poeta, Pedro de Puertocarrero, que consideró un codex óptimus del que, por desgracia, no se ha vuelto a tener nunca noticia. Herrera anotó minuciosamente los poemas: comentó las fuentes clásicas o italianas utilizadas por el toledano, analizó los poemas y sus aciertos expresivos (y criticó los que no lo eran), de manera que compuso un comentario del texto que se avanzaba a la estilística del siglo XX, con fragmentos cuyos análisis nos recuerdan a los del mismo Dámaso Alonso.

Además, y esto es lo más destacable, agrupó los poemas por estrofas. Cada sección (sonetos, canciones, elegías, epístolas, églogas) se iniciaba con una larga exposición sobre el origen histórico y las características de la estrofa/género lírico. Hizo que el origen se remontase a los clásicos grecolatinos: los sonetos se originaban en los epigramas; las canciones, en las odas; las elegías, en los elegíacos, especialmente los latinos. No hace falta extenderse sobre el origen griego de las églogas. Con estos comentarios, Herrera daba a entender que cada estrofa era la forma de un género literario, que debía comprenderse por la unión de diversos elementos: métrica, tema y estilo, además de la tradición.

De este modo, la obra de Garcilaso no se presentaba como el origen de la poesía del Renacimiento, sino que era un importantísimo eslabón en la tradición literaria. Originada en el pasado grecolatino, retomada por Petrarca y otros italianos, Garcilaso reintrodujo la poesía en España que había sido abandonada tras la caída de la latinidad. Herrera presentó los poemas de Garcilaso como ejemplo de lengua y estilo (insistió mucho en el ornato de la elocución) y al agruparlos por su forma estrófica, los convirtió en el paradigma de los diferentes géneros poéticos clásicos adaptados al español.

Es muy importante darse cuenta de que Herrera situó a Petrarca y a Garcilaso como parte de la tradición literaria y no como origen de la poesía del Renacimiento. En la actualidad se los suele considerar así: Petrarca y sus seguidores, los petrarquistas, inauguran y desarrollan la poesía del Renacimiento. Por su parte, Garcilaso, es el introductor de estas formas en España. Pero Herrera, al situarlos como eslabones importantísimos en la cadena de la tradición, los vinculó con la Antigüedad, pues era la idea común con el resto de las artes: en escultura se buscaba restaurar el canon de Praxíteles; en arquitectura se seguían los principios que estableció Vitrubio en los Diez libros de arquitectura. Era lógico que la poesía se sumara a la corriente clasicista.

Por tanto, a partir del análisis realizado por Fernando de Herrera de los géneros poéticos, complementado con las obras de un buen número de poetas del siglo XVI que cultivaron otros géneros no tocados por Garcilaso (la poesía épica, la religiosa, por ejemplo), presento a continuación una clasificación que quiere ser más una orientación clara y práctica que no una exposición teórica sobre los géneros poéticos del siglo XVI. Siguiendo el análisis de las Anotaciones, que omitió los escasos poemas en octosílabos de Garcilaso, esta guía se ciñe solo a los poemas escritos en endecasílabos (combinados con heptasílabos). Se añade una cantidad representativa de ejemplos, algunos de ellos extensos,  que ayudarán al curioso lector a que los poemas del quinientos (y aún buena parte del seiscientos) entren dentro de su horizonte de expectativas.

Se dividen en cuatro grandes grupos que toman como elemento distintivo sus respectivas formas métricas:

  1. Canción petrarquista, que incluye la lira.
  2. Tercetos o elegía.
  3. Octava rima.
  4. Soneto

 

  1. Canción petrarquista

    : es una combinación libre de endecasílabos y heptasílabos con rima consonante que crea una estrofa. El molde se repite en cada estrofa.

1.1. Poesía amorosa. Es una estrofa que se convierte, por sus características técnicas (estrofa irregular, período oracional extenso, abundante adjetivación), en la más retórica de todas: utiliza abundancia de adjetivos y oraciones que se extienden por bastantes versos. La tendencia es usar más endecasílabos que heptasílabos (como recomienda Herrera), aunque esto no se cumple siempre. Lo encontramos, como ejemplo, en Garcilaso, canc. IV, égloga I,  Francisco de Figueroa o Herrera, que la lleva a su máximo esplendor retórico.

      1.1.1. Garcilaso de la Vega, Canción IV (vv. 1- 20, [1995:76-77])

El aspereza de mis males quiero
que se muestre también en mis razones,
como ya en los efetos se ha mostrado;
Lloraré de mi mal las ocasiones,
sabrá el mundo la causa porque muero,
y moriré a lo menos confesado,
Pues soy por los cabellos arrastrado
de un tan desatinado pensamiento
que por agudas peñas peligrosas,
por matas espinosas,
corre con ligereza más que el viento,
bañando de mi sangre la carrera.
Y para más despacio atormentarme,
llévame alguna vez por entre flores,
a do de mis tormentos y dolores
descanso y dellos vengo a no acordarme;
mas él a más descanso no me espera:
antes, como me ve desta manera,
con un nuevo furor y desatino
torna a seguir el áspero camino.

   1.1.2. Francisco de Figueroa, Canc. III (vv. 1-48, [1989:124-125] )

Sale la Aurora de su fértil manto
Rosas suaves esparciendo y flores,
Pintando el cielo va de mil colores,
Y la tierra otro tanto,
Cuando la dulce pastorcilla mía,
Lumbre y gloria del día,
No sin astucia y arte,
De su dichoso albergue alegre parte.

Pisada del gentil blanco pie, crece
La yerba, y nace en monte, en valle o [llano
Cualquier planta, que toca con la mano,
Cualquier árbol florece:
Los vientos, si soberbios van soplando,
Con su vista amansando:
En la fresca ribera
Del rio Tibre siéntase, y me espera.

Deja por la garganta cristalina
Suelto el oro, que encoge el sutil velo:
Arde de amor la tierra, el rio, el cielo,
Y a sus ojos se inclina:
Ella de azules y purpureas rosas
Coge las más hermosas;
Y tendiendo su falda,
Teje de ellas después bella guirnalda.

En esto ve que el sol, dando a la Aurora
Licencia, muestra en la vecina cumbre
Del monte el rayo de su clara lumbre.
Que el mundo orna y colora:
Túrbase, y una vez arde y se aíra,
Otra teme y suspira
Por mi luenga tardanza,
Y en mitad del temor cobra esperanza.

Yo, que estaba encubierto, los más raros
Milagros de fortuna y de amor viendo,
Y su amoroso corazón leyendo
Poco a poco en sus claros
Ojos (principio y fin de mi deseo)
Como turbar los veo,
Enojado conmigo,
Temblando ante ellos, me presento, y digo:

Rayos, oro, marfil, sol, lazos, vida
De mi vida y mi alma y de mis ojos:
Pura frente, que estás de mis despojos
Más preciosos ceñida:
Ébano, nieve, púrpura y jazmines,
Ámbar, perlas, rubines,
Tanto vivo y respiro,
Cuanto sin miedo y sobresalto os miro.

      1.1.3.  Fernando de Herrera, Canc. IV de Algunas obras… (vv. 1- 26, [1986:305-306])

 Esparze en estas flores
pura nieve y rocío
blanca y serena luz de nueva Aurora,
y con varios colores
se vista el bosque frío
de los esmaltes de la rica Flora;
pues la ecelsa Eliodora
ya muestra su belleza,
a do con alta frente
da Betis su corriente,
llevando al mar tendida su grandeza;
y vos, lumbres del cielo,
mirad felices nuestro Esperio suelo.

Roxo Sol, qu’ el dorado
cerco de tu corona
sacas del hondo piélago, mirando
el Ganges derramado,
el Darïén, la Sona,
y del divino Nilo el fértil vando;
si tú llegares, cuando
esta serena Estrella
alça al rosado cielo,
dando alegría al suelo,
los ojos, do está Venus casta y bella,
d’ aquellos rayos ciego,
arderás, en tus llamas hecho fuego.

1.2. Poesía civil. Deriva directamente de la oda horaciana, pero con el exceso retórico del petrarquismo. No tiene carácter amoroso, sino que presenta un motivo público, a menudo dirigido a un personaje público (un rey, un noble, para conmemorar un suceso histórico, etc.).  Como en la poesía amorosa (apartado 1.1.), destaca su carácter retórico dominado por la oración extensa y la abundante adjetivación. El ejemplo más característico es la canción de Herrera «Cantemos al señor en la llanura», por la victoria de la batalla de Lepanto. Lo encontramos también, por ejemplo, en Francisco de Medrano (Ode IV, A Filipo entrando en Salamanca) o Mosquera de Figueroa.

1.2.1.  Garcilaso de la Vega, canción III [1995: 72-75]

Con un manso ruido
de agua corriente y clara
cerca el Danubio una isla que pudiera
ser lugar escogido
para que descansara
quien, como yo estó agora, no estuviera;
do siempre primavera
parece en la verdura
sembrada de las flores;
hacen los ruiseñores
renovar el placer o la tristura
con sus blandas querellas,
que nunca, día ni noche, cesan dellas,

Aquí estuve yo puesto,
o por mejor decillo,
preso y forzado y solo en tierra ajena;
bien pueden hacer esto
en quien puede sufrillo
y en quien él a sí mismo se condena.
Tengo sola una pena,
si muero desterrado
y en tanta desventura:
que piensen por ventura
que juntos tantos males me han llevado,
y sé yo bien que muero
por solo aquello que morir espero.

El cuerpo está en poder
y en mano de quien puede
hacer a su placer lo que quisiere,
mas no podrá hacer
que mal librado quede
mientras de mí otra prenda no tuviere;
Cuando ya el mal viniere
y la postrera suerte,
aquí me ha de hallar
en el mismo lugar,
que otra cosa más dura que la muerte
me halla y me ha hallado,
y esto sabe muy bien quien lo ha probado.

No es necesario agora
hablar más sin provecho,
que es mi necesidad muy apretada,
pues ha sido en una hora
todo aquello deshecho
en que toda mi vida fue gastada.
Y al fin de tal jornada
presumen espantarme
Sepan que ya no puedo
morir sino sin miedo,
que aun nunca qué temer quiso dejarme
la desventura mía,
que el bien y el miedo me quitó en un día.

Danubio, río divino,
que por fieras naciones
vas con tus claras ondas discurriendo,
pues no hay otro camino
por donde mis razones
vayan fuera de aquí sino corriendo
por tus aguas y siendo
en ellas anegadas,
si en tierra tan ajena,
en la desierta arena,
de alguno fueren a la fin halladas,
entiérrelas siquiera
porque su error se acabe en tu ribera.

Aunque en el agua mueras,
Canción, no has de quejarte,
que yo he mirado bien lo que te toca;
Menos vida tuvieras
si hubiera de igualarte
con otras que se me han muerto en la boca,
Quién tiene culpa en esto,
allá lo entenderás de mí muy presto.

(Ed. Bienvenido Morros, Crítica)

1.2.2.   Fernando de Herrera, Canción en alabanza de la divina magestad, por la vitoria del señor don Juan (vv. 1-30 [1986: 206-207])

Cantemos al Señor, que en la llanura
Venció del ancho mar al Trace fiero;
Tú, Dios de las batallas, tú eres diestra,
Salud y gloria nuestra.
Tú rompiste las fuerzas y la dura
Frente de Faraón, feroz guerrero;
Sus escogidos príncipes cubrieron
Los abismos del mar, y descendieron,
Cual piedra, en el profundo, y tu ira luego
Los tragó, como arista seca el fuego.

El soberbio tirano, confiado
En el grande aparato de sus naves,
Que de los nuestros la cerviz cautiva
Y las manos aviva
Al ministerio injusto de su estado,
Derribó con los brazos suyos graves
Los cedros más excelsos de la cima
Y el árbol que más yerto se sublima,
Bebiendo ajenas aguas y atrevido
Pisando el bando nuestro y defendido.

Temblaron los pequeños, confundidos
Del impío furor suyo; alzó la frente
Contra ti, Señor Dios, y con semblante
Y con pecho arrogante,
Y los armados brazos extendidos,
Movió el airado cuello aquel potente;
Cercó su corazón de ardiente saña
Contra las dos Hesperias, que el mar baña,
Porque en ti confiadas le resisten
Y de armas de tu fe y amor se visten.

 géneros poéticos
Cristóbal Mosquera de Figueroa.

 

1.2.3.   Mosquera de Figueroa, Vaticinio de Proteo (vv. 1-39 [2015:259-262])

Moradoras del mar, ninfas hermosas,
que en las soberbias ondas sustentadas
oscurecéis el sol resplandeciente,
y cogiendo con trenzas olorosas
las hebras de oro y verde retocadas
mostráis la ilustre y coronada frente;
pues viento, tierra y mar atentamente,
a un punto se reparan deseosos
de oír el nuevo y milagroso canto,
socorred entretanto,
que céfiros espiran deleitosos
y el cielo se serena,
y la tierra de flores está llena.
Ya la rosada Aurora descubría
la frente de cristal, los ojos bellos,
quitando al mundo el tenebroso velo,
y en las quietas ondas relucía
la ilustre imagen, sueltos los cabellos,
y el mar se transformaba en nuevo cielo;
y con templados rayos nuestro suelo
el reluciente Apolo visitaba,
cuando saltó de las cavernas hondas
en medio de las ondas
Proteo, que descubierto se mostraba
aquel cierto adevino,
diciendo con espíritu divino:
“Dejad, nereides, el dorado asiento
que en el profundo mar tenéis ahora
antes que os dé temor sangrienta guerra,
y si la novedad os da contento
veréis de Carlo, que en el cielo mora,
que su sombra visita mar y tierra;
y pues en nuestro reino ya se encierra
tanto valor, grandeza y confianza,
perded todo temor y estad atentas
a todas las tormentas
que oyerdes, y tened cierta esperanza,
que golpes y heridas
serán a costa de contrarias vidas.
Moradoras del mar, ninfas hermosas,
que en las soberbias ondas sustentadas
oscurecéis el sol resplandeciente,
y cogiendo con trenzas olorosas
las hebras de oro y verde retocadas
mostráis la ilustre y coronada frente;
pues viento, tierra y mar atentamente,
a un punto se reparan deseosos
de oír el nuevo y milagroso canto,
socorred entretanto,
que céfiros espiran deleitosos
y el cielo se serena,
y la tierra de flores está llena.
Ya la rosada Aurora descubría
la frente de cristal, los ojos bellos,
quitando al mundo el tenebroso velo,
y en las quietas ondas relucía
la ilustre imagen, sueltos los cabellos,
y el mar se transformaba en nuevo cielo;
y con templados rayos nuestro suelo
el reluciente Apolo visitaba,
cuando saltó de las cavernas hondas
en medio de las ondas
Proteo, que descubierto se mostraba
aquel cierto adevino,
diciendo con espíritu divino:
“Dejad, nereides, el dorado asiento
que en el profundo mar tenéis ahora
antes que os dé temor sangrienta guerra,
y si la novedad os da contento
veréis de Carlo, que en el cielo mora,
que su sombra visita mar y tierra;
y pues en nuestro reino ya se encierra
tanto valor, grandeza y confianza,
perded todo temor y estad atentas
a todas las tormentas
que oyerdes, y tened cierta esperanza,
que golpes y heridas
serán a costa de contrarias vidas.

siglo de oro

1.2.4.   Francisco de Medrano, Ode IV, a Filipo III entrando en Salamanca.    (vv. 1-14 [1988:191])

Ilustre joven –cuya rubia frente
en edad tan dichosa el oro ciñe,
cuya diestra ya rije el cetro justo,
ya del venablo vengativo tiñe
los azeros en púrpura caliente
deel fiero javalí, deel oso adusto-,
entra gozoso, qual tu padre augusto,
en pacífica toga; alegre mira
de la çiudad vistosa el rico adorno;
la turba que te adora y ciñe en torno,
quál pasma, quál te aclama, quál se admira;
manso escucha la lyra;
goza en iulio deel mayo que te ofrece
tierra que huellas de tus pies merece.

1.3. Lira. 7a11B7a7b11B, aunque no es la única combinación, pues encontramos también el  sexteto lira (7a-11B-7a-11B-7c-11C), o el cuarteto lira (7a11B7a11B, u otras posibilidades -11A11B11A7b). Frente a la exuberancia de la canción (amorosa o civil), la lira es la estrofa que deriva de la contención clasicista. Por eso tiende a la oración breve y a la esticomitia (por tanto, menor presencia del encabalgamiento) y adjetivación sencilla. Posee dos usos bien diferenciados:

1.3.1. La poesía horacianista, nacida en la Canción V de Garcilaso, y que desarrolla fray Luis de León de forma paradigmática y siguen Francisco de Medrano, etc. Es esencialmente poesía meditativa en la que adquiere una gran importancia la reflexión ética. En el siglo XVII su uso evolucionará hacia la silva.

1.3.1.1.  Garcilaso de la Vega, Canción V (vv. 1-25 [1995:84-86])

Si de mi baja lira

tanto pudiese el son que en un momento
aplacase la ira
del animoso viento
y la furia del mar y el movimiento,
y en ásperas montañas
con el süave canto enterneciese
las fieras alimañas,
los árboles moviese
y al son confusamente los trujiese:
no pienses que cantado
seria de mí, hermosa flor de Gnido,
el fiero Marte airado,
a muerte convertido,
de polvo y sangre y de sudor teñido,
ni aquellos capitanes
en las sublimes ruedas colocados,
por quien los alemanes,
el fiero cuello atados,
y los franceses van domesticados;
mas solamente aquella
fuerza de tu beldad seria cantada,
y alguna vez con ella
también seria notada
el aspereza de que estás armada…

1.3.1.2.  Fray Luis de León, Oda I. (vv. 1-15 [1982:203])

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!

No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

1.3.1.3.  Fernando de Herrera, Al varón firme y justo… (vv. 1-15 [1986:61-62])

Al varón firme y justo,
no el culpedo gouierno y la fiereza,
no el tirano robusto
y toda su dureza,
muda de la segura fortaleza.
Nunca peligro alguno
le turba: ni el desnudo hierro alçado,
ni el piélago importuno,
ni del Tonante airado
el rayo de tres puntas arrojado.
La terrible ruyna
que al coraçón más áspero quebranta, de su valor no es digna,
que osado en furia tanta,
el libre cuello sin temor levanta.

1.3.2. La lira de temática bucólica, la utilizan Francisco de la Torre (tanto la lira como el cuarteto lira, etc.), Carrillo y Sotomayor (sexteto lira). A esta tradición se acoge san Juan de la Cruz para sus poemas mayores.

1.3.2.1.   Francisco de la Torre, Oda I (vv. 1-20 [1993:142])

 Sale de la sagrada
Cipro la soberana ninfa Flora,
vestida y adornada
del color de la Aurora,
con que pinta la tierra, el cielo dora.

De la nevada y llana
frente del levantado monte arroja
la cabellera cana
del viejo invierno, y moja
el nuevo fruto en esperanza, y hoja.

Deslízase corriendo
por los hermosos mármoles de Paro,
las alturas huyendo,
un arroyuelo claro,
de la cuesta beldad, del valle amparo;

corre bramando y salta
adelantarse, esmalta
de plata el cristal blando,
con la espuma que cuaja golpeando.

1.3.2.2.   Francisco de la Torre, Oda III (vv. 5-12 [1993:155])

Sobre la bien nacida yerba  daba
alivio a sus cuidados
Tirsis, en tanto que la tierra esclava
vio abiertos sus dos lados;
y con Amintas, y con Bato hablando,
a la sombra tendidos,
no de trabajos largos descansando,
cansaban sus sentidos.

1.3.2.3.   Francisco de la Torre, Oda II (vv. 1-4; 16-20 [1993:148] )

Amintas, ni del grave mal que pasas
Dejes vencerte, ni volviendo el rostro
A tu fortuna, te acobardes tanto
Que sienta tu flaqueza…
Si los dolientes y piadosos ojos
que han llorado tu mal eternamente,
a las hazañas del amor volvieses,
tu mal aliviarías…

Una aproximación a los géneros poéticos
Luis Carrillo y Sotomayor

1.3.2.4.   Luis Carrillo y Sotomayor, Canción III  (vv. 1- 12 [1990:239-240])

Baña el cansado rostro, caluroso,
en el soberbio mar el sol, y, triste,
celos y agravios viste
el viudo prado y viudo cielo hermoso,
y, por gemir enojos,
trocara en lengua sus dorados ojos.

De su tierno escuro temerosas,
son cárcel de sí mismas, enojadas,
las flores, encerradas
entre sus verdes brazos, y, llorosas,
niegan su blando aliento,
por no darle a la noche envuelto en viento.

1.3.2.5. San Juan de la Cruz, Cántico. (vv. 1-15 [1984:249])

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dexaste con gemido?
Como el ciervo huyste¡
haviéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ydo.

Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
decilde que adolezco, peno y muero.

Buscando mis amores,
yré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y passaré los fuertes y fronteras.

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Autores citados

Carrillo y Sotomayor, Luis, Obras, R. Navarro, ed., Madrid, Castalia, 1990.

Cruz, San Juan de la, Poesía, D. Ynduráin, ed., Madrid, Cátedra, 1984.

Figueroa, Francisco de, Poesía, M. López Suárez, ed., Madrid. Cátedra, 1989.

Garcilaso de la Vega, Obra poética y textos en prosa, B. Morros,. ed., Barcelona, Crítica, 1995.

Herrera, Fernando de, Poesía, T. Ruestes, ed., Barcelona, Planeta, 1986.

León, Fray Luis de, Poesías, O. Macrí, ed., Barcelona, Crítica, 1982.

Medrano, Francisco de, Poesía, D. Alonso, ed, Madrid, Cátedra, 1988.

Mosquera de Figueroa, Cristóbal, Poesías completas, J. León Gustà, ed., Sevilla, Alfar, 2015.

Torre, Francisco de, Poesía completa, M. L. Cerrón Puga, ed., Madrid, Cátedra, 1993.


Una aproximación a los géneros poéticos del siglo XVI – (II)

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Jorge León Gustà

Jorge León Gustá

Jorge León Gustà, Catedrático de Instituto en Barcelona, es doctor en Filología por la Universidad de Barcelona.

Su trabajo se ha desarrollado en estas dos direcciones: por un lado, como autor de libros de texto dirigidos a secundaria, y por otro, en el campo de la investigación literaria.

En el área de la educación secundaria ha publicado diferentes manuales de Lengua castellana y literatura en colaboración con otros autores, así como una edición de La Celestina dirigida al alumnado de bachillerato, Barcelona, La Galera, 2012..

Sus líneas de investigación se han centrado en la poesía del siglo XVI, el teatro del Siglo de Oro y las relaciones entre la literatura española y la catalana en el siglo XX.

Entre sus artículos destacan los dedicados a la obra de Mosquera de Figueroa: “El licenciado Cristóbal Mosquera de Figueroa, de quien ha publicado las Poesías completas, Alfar, Sevilla, 2015.

Las investigaciones sobre el teatro del Siglo de Oro le han llevado a colaborar con el grupo Prolope, de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyo resultado fue la edición de la comedia de Lope de Vega, Los melindres de Belisa, publicada en la Parte IX de sus comedias, en editorial Milenio, Lérida, 2007.

Además, ha sido investigador del proyecto Manos teatrales, dirigido por Margaret Greer, de la Duke University, de Carolina del Norte, USA, con cuyas investigaciones se ha compilado la base de datos de manuscritos teatrales de www.manosteatrales.org. Su colaboración de investigación se centró en el análisis de manuscritos teatrales del Siglo de Oro de la antigua colección Sedó que están depositados en la Biblioteca del Instituto del Teatro de Barcelona.

En el campo de las relaciones entre las literaturas catalana y española, ha estudiado la influencia del poeta catalán Joan Maragall sobre Antonio Machado, así como la de Rusiñol en la génesis de sobre Tres sombreros de copa de Mihura.

Del estudio de la interinfluencia del catalán y castellano ha publicado un artículo de carácter lingüístico: “Catalanismos en la prensa escrita”, en la Revista del Español Actual (2012).

Ha publicado el libro de poemas Pobres fragmentos rotos contra el cielo

Reseñas literarias

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