Las nueve musas
Alfombra de Alcaraz

Tesoros ignorados: el nudo español

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Los seres vivientes en general y muy especialmente los animales superiores, cuentan con mecanismos fisiológicos y conductas innatas que les ayudan a mantener su existencia dentro de lo que algunos han denominado “la zona de confort”, es decir, el conjunto de condiciones ambientales más adecuadas para el desarrollo de su ciclo vital.

Así, para defenderse de las temperaturas extremas, muchos árboles retiran los nutrientes de las hojas y permiten que se las lleve el viento; otras plantas pierden la parte aérea, pero mantienen sus raíces o sus bulbos bajo tierra hasta el advenimiento de una estación más favorable.

La hibernación y la estivación son comunes también entre los animales cuando el jadeo o la sudoración no son suficientes para enfriar el cuerpo o cuando la vasoconstricción y las tiritonas no bastan para calentarlo. Los organismos que tienen movilidad se trasladan en busca de la zona de confort, llegando a atravesar por tierra, mar o aire distancias asombrosas. Una minoría de seres vivos, entre los cuales nos encontramos los humanos, se sirven de utensilios para incrementar su bienestar. Los chimpancés, que detestan la lluvia, se fabrican paraguas con grandes hojas y comparten con gorilas y orangutanes la costumbre de hacer camas o nidos, para pasar la noche o descansar durante el día, mediante un tosco entrelazado de ramaje.

nudo español
nudo español

Con estas premisas, no nos resulta difícil imaginar al hombre paleolítico perfeccionando el sistema de trenzado de fibras vegetales, tripas, crines o tiras de cuero y aprovechando las pieles de los animales cazados para construir refugios estacionales, fácilmente transportables –como los tipis de los indios de las llanuras norteamericanas, las jaimas saharianas o las yurtas de las estepas asiáticas– o para aumentar la comodidad dentro las cuevas. Debieron de pasar muchos años, sin embargo, hasta que los humanos del neolítico dominaron las técnicas de la hilatura que les permitirían elaborar primero filamentos resistentes, tejidos gruesos y ásperos de fibras vegetales o animales––las esteras y el fieltro– hasta crear uno de los primeros muebles con connotaciones decorativas: las alfombras suaves, dúctiles y afelpadas gracias a las lanas de diversos animales –ovejas, cabras y camellos, principalmente– o a los hilos de seda utilizados en la confección más lujosa, entremezclados, a veces, con hilos de oro o plata. Las alfombras se enrollan y transportan fácilmente, pueden cumplir la función de panel móvil, tapete, manta, aíslan del frío y de la humedad y provocan una sensación acogedora. Convienen a los nómadas y dan placer a los sedentarios. Con el tiempo, las alfombras han mantenido su funcionalidad, pero adquirieron también la condición de símbolo de status, símbolo religioso y símbolo de etnia.

En su esencia estructural, la alfombra semeja una plancha de mimbres enrejados en ángulo recto. Las varillas verticales corresponderían a la llamada “urdimbre” y las horizontales a la “trama”. En los hilos de la urdimbre pueden insertarse nudos de hilos cortos que se aplastan contra la trama inferior por uno, dos o más hilos de la trama. Los dos cabos del hilo anudado constituyen el “pelo” de la alfombra de nudos.

Hay dos principales clases de alfombra ancestral que no llevan nudos: las kilim y las sumac. Son planas y sus atractivos diseños se realizan con los coloreados tintes de los hilos de la trama. En las alfombras de nudo propiamente dichas, solamente se tiñen los hilos que se van a anudar con una de las tres modalidades existentes: nudo turco (llamado gordes), nudo persa (llamado seneh) y nudo español. Salvo en el caso español, la denominación geográfica no se corresponde con la realidad. En la zona turca se tejen numerosas alfombras con nudo seneh y en Irán con nudo gordes. Además, en el caso de estos dos procedimientos no se puede hablar de verdaderos nudos. En las alfombras hechas con técnica turca la hebra rodea primero un hilo de la urdimbre y después el adyacente, quedando juntos los dos extremos en una falsa lazada simétrica. En la técnica persa la hebra rodea un solo hilo de la urdimbre y se pasa por detrás del hilo que sigue al adyacente. En la alfombra española la hebra se ata, se anuda realmente, a un solo hilo de la trama, de manera que no se puede extraer esa hebra a menos que se desate. En los otros dos casos, si se consigue vencer la presión de la trama, tirando de un cabo se puede sacar la hebra. Los expertos consideran preferible el nudo turco para crear dibujos geométricos –que son, generalmente, los que aparecen en las alfombras de los nómadas– en tanto que el persa, asimétrico, se adecua mejor para las líneas sinuosas de las alfombras de ciudad.

alfombra de Pazyryk
alfombra de Pazyryk

El carácter perecedero de los materiales utilizados en las alfombras de nudo (en lo sucesivo, “alfombras”) dificulta enormemente la determinación de su origen en el tiempo. Éste tiene que ser, necesariamente muy antiguo pues la datación del primer ejemplar que se ha encontrado, la alfombra de Pazyryk, conocida también como “alfombra Gorno-Altai”, corresponde al siglo V a.C. En 1949, durante la excavación de un túmulo de la cultura escita en Pazyrik, Siberia, el arqueólogo ruso Sergei Ivanovich Rudenco encontró una tumba, ya saqueada, en la que el hielo había preservado varias momias y una alfombra extraordinaria. Las momias conservaban nítidos los peculiares tatuajes propios de esa etnia guerrera y la alfombra, de una perfección sorprendente, aun mantenía vivos los colores originales. Mide 200 cm. x 183 cm., y tiene una extraordinaria densidad de 360.000 nudos por metro cuadrado, aproximadamente. Está elaborada con nudo turco y se conserva en el museo Hermitage de San Petersburgo como uno de sus más preciados tesoros. El catálogo del museo describe la alfombra con excesivo laconismo: Su decoración es rica y variada: el campo central está ocupado por veinticuatro figuras cruciformes, cada una de las cuales consta de cuatro capullos de loto estilizados. Esta composición queda enmarcada por una bordura de grifos, seguida por una bordura de veinticuatro gamos. La bordura más ancha contiene representaciones de caballos de batalla y hombres”. A nuestro juicio, el hecho de que los gamos desfilen en el sentido de las agujas del reloj y los jinetes en el sentido contrario confiere a la alfombra un dinamismo poco frecuente. Otro detalle insólito es que en la representación de cada uno de los gamos se marca con precisión las vértebras y algunos órganos internos del animal. Teniendo en cuenta el grado del desarrollo de los escitas en el siglo V a.C. y su modo de vida, todos los expertos coinciden en que el origen de la alfombra, al menos en lo que concierne al diseño, no es escita sino persa o armenio.

Clark Sickle-Leaf Carpet
Clark Sickle-Leaf Carpet

El hallazgo de la alfombra de Pazyryk avivó aun más el interés de los países occidentales por las artes textiles y la valoración creciente que se les viene otorgando desde el siglo XIX. La fascinación que provocan las alfombras tiene un claro ejemplo en la subasta celebrada por la casa Sotheby´s en Nueva York el 6 de junio de 2013. Uno de los lotes que despertaba mayores expectativas era una alfombra persa que ponía a la venta la galería de arte fundada en Washington por el magnate William Wilson Corcoran en 1869 (clausurada en 2014). La alfombra –junto con otras veinticuatro que también se vendieron por un total de 43.764.750 dólares EE. UU.– había pertenecido a la colección que reunió a finales del siglo XIX y principios del XX el millonario William A. Clark y es conocida como Clark Sicke-Leaf Carpet (“alfombra de Clark de hojas falciformes”). Mide 267 cm x 196 cm. –poco más que la de Pazyryk–, es, probablemente, de Kirman, sudeste de Irán, y fue tejida en la primera mitad del siglo XVII. Había sido adquirida en París en 1915. Tras diez minutos de puja, fue adjudicada a un comprador anónimo por la cantidad de 33.700.000 $ (treinta y tres millones y setecientos mil dólares EE.UU.

Gran Mezquita del Sultán Qaboos
Alfombra en la Gran Mezquita del Sultán Qaboos

No es improbable que detrás de este récord en el precio alcanzado por un objeto de arte islámico se encuentre algún poder político del golfo Pérsico. En los países de esa área se encuentran las alfombras más grandes del mundo. Para inaugurar la gran mezquita recién construida, el 5 de mayo de 2001 el sultán de Omán, Qabus ibn Said, se arrodilló sobre una alfombra que había requerido 12 millones de horas de trabajo a seiscientos tejedores durante cuatro años, en la Empresa de Alfombras de Irán, que cuenta con los derechos de propiedad intelectual. La alfombra del sultán Qabus cubre 4.343 metros cuadrados del suelo de la sala de oración en la mezquita de Mascate; mide 70 x 60 metros, pesa 21 toneladas y contiene 1.700 millones de nudos. Mezcla los motivos de las alfombras tradicionales de Tabriz, Kashan e Isfahan, utilizando 28 colores, obtenidos, en su mayor parte, con tintes vegetales.

Lo fue en su momento, pero la omaní ya no es la alfombra más grande. Tal honor corresponde a la de la mezquita que ordenó construir el jeque Zayed bin Sultán Al Nahayan, fundador y primer presidente de los Emiratos Árabes Unidos, en Abu Dabi, inaugurada en 2007, tres años después de la muerte del promotor. El monumento supera en todos sus elementos la imaginación de los relatos de Las Mil y Una Noches; puede acoger las oraciones de 40.000 fieles y la sala principal de la oración tiene cabida holgada para 7.000 personas. Es en esa sala donde se ha instalado una asombrosa alfombra tejida con 35 toneladas de lana, de ovejas iraníes y neozelandesas, y 12 toneladas de algodón. La alfombra de la mezquita del jeque Zayeb mide 133 metros de largo por 41 metros de ancho, tanto o más que un campo de fútbol. Fue anudada en el tiempo récord de año y medio por unos 1.200 artesanos y artesanas de la provincia iraní de Jorasán bajo la dirección y el diseño del artista iranio Ali Kaliqui. Se requirieron dos mil doscientos sesenta y ocho millones de nudos. Se transportó a su destino final en quince piezas separadas que no guardan relación con las tenues líneas paralelas de pelo rebajado a tijera para ordenar la colocación de los orantes. La decoración de esos prodigiosos 5.627 metros cuadrados ha sido pensada hasta en el menor detalle. Predomina el color verde por ser el color favorito del jeque, el primer color de la bandera islámica y el color que simboliza la vida en el desierto, el oasis. El perímetro tiene una coloración amarillenta que representa la arena que rodea al oasis.

Mezquita Sheikh Zayed
Mezquita Sheikh Zayed

Desde marzo de 1893, el museo Victoria & Albert de Londres conserva y expone con un espectacular despliegue la alfombra de Ardabil, considerada, hasta ahora, una de las mas grandes. La urdimbre y la trama son de seda y el pelo de lana pues la lana admite los tintes mucho mejor; mide 10,51 m. X 5,34 m., con una densidad de 530 nudos por centímetro cuadrado. Procede del noroeste de Irán, Ardabil, donde nació el santo sufí Safi al-Din Ardabili. Uno de sus descendientes, el sha Ismail, tomó el poder en 1501, unificó el territorio de Irán y estableció el chiismo como religión oficial. Es el fundador de la dinastía de los safávidas, reinante hasta 1722. La alfombra, junto con otra gemela, adornaba el santuario del santo sufí. Lleva una inscripción en árabe que dice:

De no ser por tu umbral, no hay refugio para mí en todo el mundo.

De no ser por esta puerta, no hay lugar de descanso para apoyar mi cabeza.

Obra del esclavo del portal, Maqsud Kashani.

AH 946 (año de la Hégira que corresponde a 1539-1540 del calendario gregoriano).

En la década de 1870 un terremoto destruyó el santuario y las alfombras de Ardabil, deterioradas, fueron vendidas. La empresa de Mánchester que las adquirió decidió restaurar completamente una de ellas utilizando la bordura de la otra. En marzo de 1893, la alfombra grande fue adquirida para el Victoria & Albert por 2.000 libras. La incompleta fue adquirida por el millonario americano J. P. Getti, quien la donó, en 1953, al Museo de Arte del condado de Los Ángeles.

alfombra de Ardabil
alfombra de Ardabil

Como suele suceder tras finalizar las guerras, Europa se llenó de anticuarios, coleccionistas y marchantes oportunistas a la búsqueda de gangas. Algunos recordamos todavía con remordimiento las escenas repetidas en el Rastro de Madrid en las que unos turistas excéntricos, rodeados de fisgones asombrados y divertidos, pagaban cantidades de verdadera estafa por montones de trapos polvorientos y viejos que los anticuarios sacaban a la luz del día del fondo de las covachuelas: alfombras sucias, cortinajes desgarrados, tapices decolorados o incompletos, manteles sucios, casullas sacadas del túnel del tiempo… Así fueron saliendo de España los tesoros históricos de una tradición textil extraordinaria para ser admirados en museos y colecciones extranjeras.

Entre las alfombras que se conservan, la más antigua de las orientales está datada en la segunda mitad del siglo XVI. Las españolas son mucho más antiguas. Nadie sabe como llegó a España el nudo español ni de dónde procede. Algún especialista afirma que se han encontrado fragmentos de tejidos con nudo español de los siglos II y III d.C. en el Turquestán chino, concretamente en un lugar llamado Lu-lang (no he logrado verificar esa referencia). Otros creen que pudo proceder de Egipto. En Fustat, El Cairo, se encontraron fragmentos de alfombras coptas (cristianas) de los siglos VI-VIII con nudo español, pero nadie ha apuntado la posibilidad, que no parece remota, de que ya se tejieran alfombras, en España y otros lugares de Europa, en la época romana. Es impensable que un imperio tan capaz de asimilar las comodidades y lujos de los pueblos conquistados prescindiera de las alfombras. En la década de 1990 se descubrió en Rávena un yacimiento arqueológico cuya datación se extiende desde el periodo republicano hasta el bizantino; se lo ha denominado Domus dei Tappeti di Pietra porque, en 14 de las habitaciones de una mansión bizantina de los siglos V-VI, los mosaicos del suelo, de mármol, parecen imitar dibujos alfombra. Aunque el pintor historicista italiano Ettore Forti ha representado en uno de sus lienzos la idealización de un Vendedor de alfombras en Pompeya, lo cierto es que no queda vestigio alguno y el tema de las alfombras romanas está pendiente de una investigación a fondo. También San Isidoro de Sevilla (560-636) menciona a las alfombras en su obra Etimologías, XIX, 26,5.

Sea cual sea el origen, la industria alfombrera en España ya estaba bien asentada en el siglo XI en la zona de Chinchilla (alfombras de Alcaraz, Férez, Hellín,Letur, Liétor, Yeste y Villamalea) según afirma el geógrafo coetáneo Al-Udri. Un siglo más tarde, otro geógrafo musulmán, Al-Idrisi, dice que en esa comarca “… se fabrican alfombras de lana que no podrían ser imitadas en otras partes, circunstancia que depende de la calidad del aire y de las aguas…” El historiador andalusí Ibn Said al-Maghribi (siglo XIII) da testimonio de la superioridad de las alfombras españolas: “… en Chinchilla, lugar de la demarcación de Murcia, se fabrican tapices que suben un octavo de su precio en el Oriente…”. Pero la producción no se limita a esta zona pues también se elaboran alfombras en Almería, Cuenca y otras plazas, tanto antes como después de la reconquista cristiana. En 1255, la hija de Fernando III el Santo, Leonor de Castilla, llevó a Londres muchas alfombras españolas con motivo de su enlace con Eduardo I de Inglaterra.

El ejemplar más antiguo se conserva en el Museo de Arte Islámico de Berlín. Es conocida como la alfombra de Sinagoga y está datada en el siglo XIV. El papa Juan XXII compró alfombras españolas para adornar el palacio de Avignon. Los motivos de las alfombras españolas eran más variados y atractivos que los de las orientales. Muchas se hicieron por encargo para que figurara en su campo el escudo de armas del propietario. Son las llamadas alfombras heráldicas o alfombras del Almirante, una de las cuales figura en el cuadro de Hans Holbein el Joven, Solothum Madonna (Museo de Bellas Artes, Solothum, Suiza). El abuelo de Fernando el Católico, Alfonso Enríquez (1354-1439), Almirante de Castilla, encargó una alfombra de este tipo que fue adquirida por el coleccionista norteamericano James Deering, procedente, como otras muchas, del convento de Santa Clara, de Palencia. Se conserva en el museo Villa Vizcaya, de Miami, y ha sido recientemente restaurada con el patrocinio de American Express. Mide 8,30 m. X 2,43 m.

alfombra “Holbein”
alfombra “Holbein”

 

A partir del siglo XVII fue sobresaliente la producción de alfombras de Cuenca hasta que, a finales del XVIII, por orden de Carlos IV, todos los talleres fueron cerrados para que no hicieran la competencia a los artículos de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara que había fundado en 1720, siguiendo el modelo francés de la Savonnerie y Gobelinos, su abuelo Felipe V para suplir el suministro de tapices que se enviaban a España desde Holanda antes de la Guerra de Sucesión. De la Real Fábrica ha salido, y sigue saliendo, una ingente cantidad de obras de arte, como los tapices de Goya, multitud de alfombras de estilo Carlos IV y otras inspiradas en modelos franceses que, en muchas ocasiones, se ejecutan con nudo turco.

El interés despertado por las alfombras españolas fue creciente a partir de la celebración del centenario del Descubrimiento, con la Exposición Histórico-Europea de Madrid, de 1892-93, en la que se expusieron varios ejemplares (tres alfombras del Almirante, entre otras). La Exposición de Arte Musulmán de Munich, en 1910, dio el espaldarazo a la alfombra española como joya universal. El anticuario inglés Lionel Harris aportó el lote más selecto de alfombras, adquiridas en el convento de Santa Clara, Palencia. El aprecio y el entusiasmo manifestado por los especialistas extranjeros no tuvo el mismo eco en España. De ahí que la más extensa colección del tesoro español se encuentre repartido principalmente por los museos de Munich y Berlín; el Victoria & Albert de Londres y los museos de Cleveland, Chicago, Pensilvania, el museo textil de Washington y el Metropolitan de Nueva York. Los museos recientemente abiertos en los Emiratos se están afanando por adquirir los escasos ejemplares que se ponen a la venta en el mercado libre. En 2013, el Consejo Nacional para la Cultura, las Bellas Artes y el Patrimonio del Emirato de Qatar adquirió cinco joyas históricas españolas para el museo de Doha.

Alfombra de Cuenca
Alfombra de Cuenca Siglo XVII)

Desgraciadamente, los esfuerzos aplicados por la Sociedad Española de Amigos del Arte, que realizó en plena II República, en mayo-junio de 1933, una meritoria Exposición de Alfombras Antiguas Españolas, no obtuvieron el resultado esperado a consecuencia del pronto desencadenamiento de la Guerra Civil. Sin embargo, parece que las cosas están cambiando ahora en España y comienzan a proliferar los estudios y la restauración de las alfombras que se conservan en instituciones públicas y catedrales. Hay también meritorias iniciativas privadas, como la de la familia Rica Basagoiti, que recopila información en todo el mundo y realiza copias o reconstrucciones de nuestras alfombras tradicionales, que cuentan con una idiosincrasia tan marcada. Tal vez ha llegado el momento de relegar el adjetivo “islámico” al exclusivo y limitado lugar que le corresponde en la producción de las alfombras españolas. Nadie habla de alfombra o de arte “copto-egipcio” o “cristiano-armenio”.  Al igual que ocurre con “alfombra persa”, “turca”, “china” o “armenia” la denominación “alfombra española” es más que suficiente para designar ese tesoro.

José Antonio Álvarez-Uría Rico

José Antonio Álvarez-Uría Rico

Nace en Pola de Siero, Asturias, el 31 de octubre de 1944.

Es licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo (1965) y diplomado en Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática de España (1973).

Impartió clases de lengua española como profesor auxiliar en la Wallington Grammar School for Boys, Londres (1967-68).

Colaboró en la elaboración del informe para las Naciones Unidas sobre la descolonización del Sahara Occidental (1974). Es miembro del Instituto de Cultura de Sahara.

Trabajó como traductor autónomo para la Organización Sindical española, las editoriales Saltés, Júcar, Alhambra, el Ministerio de Educación y Ciencia, la Organización de Estados Americanos y la Organización Mundial del Comercio (O.M.C.) (1974-1998).

Trabajó en Ginebra como traductor oficial de la O.M.C. (1999)

Prestó servicios como técnico en los Ministerios de Trabajo, Asuntos Sociales y Economía y Hacienda (1979 a 2009).

Dirigió la revista Cibelae de la Corporación Iberoamericana de Loterías y Apuestas de Estado (2003 a 2009).

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