Las nueve musas
Tactos
Promocionamos tu libro

Luz de la estatua desconocida,
luz de la mampostería y del mar brillante;
luz de la fuente neoclásica en el jardín mediterráneo,
y luz del pino, del templo
y del empedrado,
de la roca, de la colada blanca, luz;
ninguna parecida a las otras…

Tactos

Sombra del grifo heráldico,
sombra de la tapia y de la nube con olor a memorias;
sombra del farol neoclásico en la esquina mediterránea,
y sombra del ciprés, de la capilla
y del zoco,[i]
de la roca, de la colada blanca, sombra;
frescor degradado…

Tactos

Claroscuro del icono cretense,
claroscuro de la columnata y de la barca paralela a la gaviota;
claroscuro de la barandilla neoclásica en la pérgola mediterránea,
y claroscuro del olivar, de la mezquita
y de la escalera,
de la roca, de la colada blanca, claroscuro;
matices, temperaturas, sentidos táctiles.

Tierra soleada que surge del mar; que sigue la severa ley de la alteración incesante de Heráclito[ii]. Todo fluye. Tierra ondulada; dulce el clima del olivo.

Las adversidades en el mar y las contrariedades en la tierra, la lucha contra la sed y el combate con los vientos han dotado a su gente griega con perseverancia y obstinación. Con resolución y resistencia. Con terquedad. Buenos para la guerra, mejores para la guerra civil…

Una patria soleada que devora a sus hijos. Los absorbe en su oscurantismo. Es tanto el peso de su antigua civilización helénica que, después de su fecha de vencimiento, se ha convertido en gravitación que no deja nada escapar de su agujero negro. La fragmentación de su litoral y de sus islas han hecho de su ser humano un patriotero; un patriotero tan falso que menosprecia a sus hermanos de las patrias irredentas. Es la versión platónica[iii] del amor a la patria. Ante su pobreza -su compañera perenne- el ser griego opondrá su insistencia, su mente inventiva, su moderación innata, su astucia comercial y marítima. Las olas lo llevaron hacia la búsqueda de lo nuevo. Esteticismo y vigor, sabiduría y exquisitez son sus principios: sus “arjé” filosóficas. Un alma individualista con valor… arqueológico. Su lengua no tiene hermanas. Su escritura, prestada de los fenicios. La reducción de la Helenidad tras la imposición de los nacionalismos –diría O. Elytis[iv], el literato griego y ganador del premio Nobel- nos ha privado de la manera que contemplábamos las cosas con una mente abierta y con la fuerza y la validez de la que disponía nuestra lengua en una vasta extensión del mundo civilizado. Antes de las dos guerras mundiales, los ciudadanos de este país minúsculo podían moverse sin la necesidad de un pasaporte lingüístico, en un área que comprendía extensas regiones de Italia y Austria, todo Egipto, Bulgaria del Sur, Rumanía, la Rusia caucásica y, claro, Constantinopla y la “tierra adentro” de Turquía, desde el mar Egeo, hasta los alrededores de Kurdistán.

Universo cultural, cuyos magos han identificado sus civilizaciones con la religión (mal entendida, diría Rulfo[v]), convirtiendo así la cultura en un asunto de los curas incultos, quienes llevaron al pueblo por caminos ásperos; a quienes se les ocurrió excomulgar a Kazantzakis.[vi] Y nos han convencido de que en nuestras venas corre la helenidad (¿qué porcentaje habrá en un pueblo de apenas diez millones que ha pasado veinte siglos por la espada y el fuego de persas, romanos, turcos, venecianos y alemanes?), la ortodoxia (¿qué tiene que ver con la helenidad?) y la democracia (¿cómo se distingue entre tanto desprecio de los derechos en la vida cotidiana?). Han sido esos los tres principios nacionales. Solo que los nacionalistas (léase fascistas) cambiaron en 1967 una tercera parte de esa Trinidad –la última- y la denominaron “familia”. Las consecuencias las seguiremos pagando -en el caso de seguir existiendo- en el futuro.

Ténedos
(Ténedos, Asia Menor, foto hecha y elaborada por Ilías Tampourakis Malamatinas, 2013)

Al frente, por el otro lado del mar que surge la tierra, del mar Egeo, la otra tierra. La perdida. La despreciada y a la vez amada. La resentida por su decadencia otomana[vii]; la pobre (en eso somos hermanos –solo que nosotros somos menos pobres; tenemos nuestra Αntigüedad clásica…) La tierra de la melancolía. De las ruinas. La asimilada por griegos y turcos. Como niños después de una pelea. El vecino introvertido y nacionalista que se estremece para aliviarse del islam y se contorsiona para liberarse de los golpes de Estado militares que ignoran el aspecto cosmopolita y multicultural que podría tener su país. Turquía: un país que derrumba sus “yalı” –sus casas nobles- para olvidar su pasado; pero que no ve que en su lugar no se construye nada importante. Ellos no combinan la frugalidad oriental con la movilidad del occidente. Son desconfiados de lo “occidental”. Recelosos. Tercos, asiduos y arduos. Insistentes y pacientes. Se dice que “el turco caza liebres con su carreta de bueyes”. Son crueles. Brutales. Y a la vez respetan a la autoridad estatal. Y esa disciplina puede llevar a sus soberanos hacia la arbitrariedad, convirtiendo al ciudadano en vasallo. Los turcos cobran su fuerza de su orgullo. Es ese mismo orgullo que lοs lleva por caminos de arrogancia. Pero ya no es tiempo para nostalgia ingenua y jactancia agresiva. Ni para celos o rencores. Las civilizaciones caídas en coma no tienen posibilidades de revivir. El sentimiento colectivo de su gente, una mezcla de futilidad, indiferencia y afección, es más fuerte que el poder de las autoridades estatales que mantienen al pueblo inculto, diría uno de sus hijos más ilustres: Orhan Pamuk[viii]. Los turcos creen (a veces con razón) que los europeos los desprecian, pero lo que les pasa es que ellos mismos se menosprecian al compararse con el mundo exterior. Y emigran a Alemania, para después regresar a Turquía y “liberar” a su gente de la miseria.

Mar salvaje…

Recoged el agua maldita un día de tempestad. Poco antes de desatarse la tormenta, colocad unas calderas fuera de vuestro hogar. Cuando acabe el temporal, colad el agua. Así esta se cargará con electricidad; llevará energía negativa; todo el odio de Dios…”, leemos en un pergamino chamuscado de las tatarabuelas orientales.

Mar bravo…

Crucemos de nuevo al frente. Por el otro lado del Egeo. El griego. Cerca está. Olor a albahaca…

La casa de la abuela. Tanto tiempo sin verla. A la abuela. Aquí, a la izquierda, donde ahora pasa la calle peatonal cubierta de baldosas color ladrillo, había -hace años ya- (y por un sinfín de años) una bajada de tierra rojiza y piedras. Montones de años y piedras. Desde los albores del Mundo. De nuestro microcosmos ateniense. Unas piedras de tamaño mediano (si es admisible que haya tamaños o tallas para las piedras), pero que en aquellos años de infancia, de nuestra infancia, nos parecían enormes, monstruosas. Al nivel de la tierra, la ventana. Cerrada. Celeste. Sobre la cal de la pared. Isleña. Una ventana traída de Ténedos. La isla de Asia Menor. Un celeste descolorido. Desconchado. Como la isla. Las piedras de la bajada se convierten en nudos en la garganta. Recuerdos con un sabor indefinido, que al darse uno cuenta de que ya no son materiales, su sabor se define como acerbo.

Todavía hay muchas voces que protestan en contra de la -caída de Constantinopla en manos de “los mongoles”. La misma situación por la otra orilla: manos levantadas amenazan por la disipación de Estambul por manos de los “infieles”. Lo que significa para los griegos el desastre de Asia Menor[ix], es para los turcos su regreso dinámico al escenario internacional. La opinión que hoy tienen los turcos sobre los griegos está limitada en una élite educada, pero minúscula. Por el contrario, la opinión que los griegos tienen acerca de los turcos está muy ampliamente diseminada por el pueblo.

🟡🟡🟡

El mar no es azul; puede tener varios colores; en el Levante mediterráneo –no en el de España-, la gente local desde la Antigüedad clásica, acostumbraba a usar los colores para referirse a los cuatro puntos cardinales: amarillo para el Oriente, rojo para el Sur, negro para el Norte y blanco para el Occidente. Por eso hoy en día se conoce el mar Amarillo de China, el mar Rojo de Egipto, el mar Negro al norte  del ex Imperio otomano, y el mar Blanco –al oeste de Turquía, que es el Oriente para Grecia. Es este, pues, el mar Egeo. El Negro, es negro por ser profundo e inhospitalario, y el Blanco por sus olas o para llevar la contraria al Negro… Y tiene este mar Blanco islas que se llaman “Azules” –el nombre turco de Imbros, la que todavía mantiene su cultura griega- y otras que se llaman “Blancas” –el nombre turco de Ténedos, otra isla, esta, con cultura griega también. Y se llama blanca por el color de su tierra que produce el mejor vino del Mediterráneo oriental. (Aquí no hay que olvidar que estas dos islas turcas de cultura griega no se simpatizan tanto entre sí…) Tiene un sinfín de islas este mar, que se llama “Blanco” pero que realmente es azul; un azul brillante por las gotas del Sol que ahí flotan. Son ellas las islas “albicelestes” de Grecia. Este mar que une (o separa) a dos enemigos, los turcos -que lo ven como si fuera blanco- y los griegos -que lo ven azul-, es la prueba del hecho de que no hay dos personas en el mundo que vean exactamente la misma cosa, cuando se empeñan en observar una situación natural. Pero algunas de estas islas del mar Egeo tienen banderas rojas: con la Media Luna islámica de Turquía en Ténedos/Bozcaada, o con la hoz y el martillo comunistas al lado de la bandera griega –que es azul y blanca y tiene la cruz; esta última (la roja con la hoz del Partido Comunista) se ve muy frecuentemente en Lesbos –la isla griega del Egeo.

Donde hay industria, hay también levantamientos de banderas rojas con hoces y martillos. Los obreros las necesitan; son para ellos su “opio”, como lo es también el crucifijo para la clase media y alta. Lesbos  –la isla de la poetisa Safo – creó una fuerte economía local gracias a sus olivares y a sus oleoductos, la cual se fue desvaneciendo después de la primera mitad del siglo XX de nuestra Era.

Atenas
(Atenas, Grecia: Thisíon, foto hecha y elaborada por Ilías Tampourakis Malamatinas, 2010).

Pero, por encima del tumulto revolotea el canto “rembético” –un cante jondo, diríamos- de los barrios populares de Estambul –la bizantina y la otomana- y de Salónica –la helénica y la eslava-, de Esmirna, la turca, y de Syros[x], la griega. Un canto de las penas; de la cárcel y del amor. Un modo de vivir dolorido y rebelde, una mentalidad marginal, de fugitivos, algo como el flamenco. Y entre los mares, estelas de destierro: la pobreza, los campamentos de refugiados y el desempleo. Los caminos musicales pasan por dos siglos y dos guerras mundiales y se amasan con los movimientos izquierdistas. Lloran por la injusticia social y la desdicha. Expulsiones por aquí, persecuciones por allá, violencia, prostitución y drogas: el hachís humea por entre las burbujas del narguilé y las cantantes-putas ofrecen sus caricias maternales a sus amantes de una noche. Las tabernas, con sus bombillas multicolores colgando en fila, auténticas casas de sufrimiento, dirían los portugueses. Ambiente de bigotes y rembético; que viajarían dos veces con los pobres desgraciados a los Estados Unidos de América, como productos culturales, rechazados por los mojigatos mimados de los centros urbanos. Desplazados, a lavar platos en Chicago, hasta llegar a ser magnates de la economía mundial. Y de noche, tocando sus violines y sus “santur”[xi], sus liras y sus laúdes, sus “bağlamás”[xii] y sus “buzukis”[xiii] greco-turcos. Eso significa “magkas[xiv]”: una síntesis de elementos psicológicos y de comportamientos sociales entre dos mundos. El oriental y el occidental. Un modus vivendi, una mentalidad cultural –mejor dicho: una necesidad biológica. Como el amor; como el sexo. “Magkas”, pues, es el amante de la musa asiática que se embriaga en su orgullo helénico. Es el que canta con su alma rembética:

“No tengo casa adonde retornar, / ni siquiera cama ya para dormir. / No tengo calle, ni barrio para caminar / un mayo primaveral. / Mentiras fatales me dijiste / dándome leche a mamar, / pero ahora que las serpientes se despertaron, / tú llevas tus antiguas alhajas / y nunca sollozas, Madre Grecia, / vendiendo a tus hijos a la esclavitud. / Y cuando yo con mi azar estaba hablando, / tú, vestida con tus viejos lujos, / al bazar me llevaste, / gitana, mona, Grecia, madre de la pena. / Y ahora que el fuego  se alza de nuevo, / tú contemplas tus antiguas bellezas. / Y en las rondas del mundo, mi madre, Grecia, / siempre pregonas la misma mentira. / No tengo Santo para venerar, / ni vela en el  cielo vacío. / No tengo Sol ni luz de estrellas / para cantar un mayo primaveral.”

    Sin embargo, existe también el “tzaba-magkas”, la persona-baratija, el perro que ladra y no muerde, que promete y no cumple, que no progresa. Es el protagonista de hoy, que sentado en una cafetería cursi tomando su café “frappé”, fanfarronea sus hazañas del pasado y sus planes (-¡Hazme Primer Ministro y solucionaré el asunto de los pensionistas!) para un futuro mejor que nunca llegará… El nuevo rico, el nuevo griego con dos coches (que no tiene donde aparcarlos), con dos teléfonos móviles (que los usa para rebuznar o chillar –según su sexo, masculino o femenino- sus compras inútiles), con sus dos televisores (para ver fútbol, tertulias políticas y chismes) y el bitacorero con su  internet (donde navega por las geolocalizaciones buscando a sus Evas a desnudo). Es el chuloplaya, que dirían los españoles, y es el “nuevo letrado” –como el nuevo rico-, el estudiante universitario que no conoce a El Greco, y es el funcionario público, el “enemigo del ciudadano”, que pasa fumando y contestando irónicamente. Coeficiente de inteligencia: bajo cero… Y ahora hay otras voces que gritan:

-¡Salvad a Grecia de los griegos!

Pero, en Turquía se dice: “El que dice la verdad, es expulsado de nueve pueblos”…

Y después vino la crisis mundial (como si no existiera desde siempre…) –la económica, la sanitaria, la cultural y la humanitaria…

Este texto seguramente ya no es válido.

Dedicatoria[Dedicatoria: Estoy caminando por las calles –irreconocibles ya- de Esmirna, sumergido en una introspección desoladora. Mientras la noche, cuando la oscuridad cubre el indiferente paisaje arquitectónico de la otrora ciudad romántica, y se enciende un sinfín de luces multicolores en torno de la bahía, se despierta en mi mente la abuela Déspina (es su espíritu la luz que encamina todas mis creaciones) y la veo –como un holograma atávico en el horizonte- abriendo nuestro álbum familiar para enseñarme alguna foto –una emanación viva de la realidad pretérita- y contarme la historia de algún sueño incinerado. Eso me hacía desde que yo era niño.

-Adiós, abuela; nunca te olvidaré…]

[i]  La palabra zoco proviene del árabe suq, que significa mercado.

[ii] Heráclito de Éfeso (540 – 480 a.n.E.): Filósofo griego de Asia Menor, natural de Éfeso, ciudad de Jonia, (Asia Menor, Turquía). Como de los demás filósofos griegos anteriores a Platón, no quedan más que fragmentos de sus obras, y en gran parte se conocen sus aportes gracias a testimonios posteriores. Él consideraba el fuego como el principio de los seres, y enseñó que la realidad está en un flujo continuo, debido a la lucha incesante entre los elementos contrarios: juventud / vejez, vida / muerte.

[iii] Platón (427 – 347 a.n.E.): Filósofo ateniense clásico; discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles. El amor platónico es casto, puro; no es carnal. Su obra más importante: Politeia – República.

[iv] Elytis, Odiseas Alepudelis (Grecia, 1911 – 1996) Nobel de literatura 1979. Es considerado uno de los renovadores de la poesía griega a lo largo del siglo XX. Su obra más importante: Axion estí – Dignum est (1959). Uno de sus poemas tiene los siguientes versos:

Entonces él dijo y se creó el mar. / Y yo vi y contemplé. / Y en medio del mar sembró mundos pequeños a mi imagen y semejanza: / Caballos de piedra con la crin erigida / y ánforas serenas / y dorsos encorvados de delfines: / Íos, Síkinos, Serifos, Melos. / «Cada palabra, una golondrina / para que te traiga la primavera dentro del verano» dijo. / Y que sean muchos los olivos / para que criben en sus manos la luz / y que se expanda leve en tu sueño / y que sean muchas las chicharras / hasta que no las sientas / como no sientes el pulso en tu mano / pero que el agua sea poca / para que la tengas como Dios y que entiendas lo que significa su palabra / y que el árbol esté solo / sin rebaño / para que lo hagas amigo tuyo / y que conozcas su nombre caro, y la tierra poca en tus pies / para que no halles dónde estirar raíces / y que te encamines hacia lo profundo siempre / y que el cielo sea ancho por encima / para que tú, solo, leas la inmensidad. / ESTE / mundo pequeño, ¡Magno!” [Traducción del griego al español: Ilías Tampourakis Malamatinas.]

[v] Rulfo, Juan (México, 1918 – 1986) Literato mexicano. Su obra más importante: Pedro Páramo (1953 – ’54).

[vi] Kazantzakis, Nikos (Heraclión, Creta, [en aquel entonces Imperio otomano], 1883 – Alemania, 1957). Escritor griego y poeta, conocido también por sus obras de teatro y libros de viaje. Posiblemente, ha sido el filósofo griego más importante del siglo XX y el que ha sido traducido a más lenguas. Entre sus obras más importantes figura Zorba, el griego (1964), una novela que pasó a ser película del director griego M. Cacoyannis con Anthony Quinn.

[vii] Imperio otomano (de los turcos) [1299 – 1923]

[viii] Pamuk, Orhan (Estambul, 1952) Nobel de Literatura en 2006.

[ix] Anatolia (del griego Aνατολή “Anatolí”, que significa oriente, levante; actualmente Anadolu en turco), llamada también Asia Menor, es una península, ocupada actualmente por la parte asiática de Turquía. Limita al norte con el mar Negro, al este con las cadenas montañosas del Tauro y los montes Antitauro, al sur con el mar Mediterráneo y al oeste con el mar Egeo y el mar de Mármara. El estrecho de Bósforo y el estrecho de los Dardanelos la separan de Europa. En la antigua Grecia se conocía como Asia a la parte occidental de la península, extendiéndose posteriormente el nombre a todo el continente, por lo que la península fue llamada Asia Menor. A partir del colapso del final de la Edad del Bronce, la costa occidental de Anatolia fue poblada por griegos jónicos. Durante varios siglos, numerosas ciudades-Estado griegas se establecieron en las costas de Anatolia. Los griegos iniciaron la filosofía occidental en la costa occidental de Anatolia (la filosofía presocrática). Por ser Anatolia una región montañosa, ha sido históricamente reducto militar sucesivo de varios pueblos. Entre otros, del Imperio hitita, Troya, Capadocia, el Ponto, el Imperio bizantino, el Imperio selyúcida, el Iljanato de los mongoles, los Caballeros de San Juan y el Imperio otomano; también pueblos griegos, armenios, turcos, asirios, árabes, judíos, entre otros, han ocupado la región. Anatolia se mantuvo multiétnica hasta principios del siglo XX. Con la partición del Imperio otomano y después de la guerra greco-turca (1919 – 1922), todos los grupos étnicos griegos restantes en Anatolia fueron expulsados durante el intercambio de población entre Grecia y Turquía en 1923. Anatolia pasó a ser el núcleo principal de la nueva República de Turquía, fundada en 1923, siendo sus habitantes principalmente turcos y kurdos. El topónimo aparece también con artículo definido (el Asia Menor).

[x] Syros es una isla griega en el mar Egeo, capital del archipiélago de las Cícladas, conocida por su cultura musical de rembético.

[xi] El santur es un instrumento musical de cuerdas, de origen oriental, que se toca con dos palillos que terminan en punta de algodón.

[xii] El bağlama es un instrumento musical de cuerdas, de origen oriental. Es como un buzuki pequeño. Su forma característica aparece ya en frisos egipcios del siglo IV a.n.E. La palabra es de procedencia turca​ y se refiere a un tipo de saz.

[xiii] El buzuki (en griego: μπουζούκι) es un instrumento musical de cuerda pulsada con cuerpo en forma de pera y provisto de un mástil muy largo. Forma parte de la familia de laúdes de mástil largo, y tiene una apariencia similar a la de la mandolina. El lado frontero de la caja del buzuki es plano y generalmente nacarado. Este instrumento se toca con un plectro o púa, y tiene un sonido metálico abierto. Es un pilar de la música griega moderna, tanto en composiciones instrumentales y bailes como en acompañamiento inseparable de canciones, especialmente en la música popular y en el “rembético”, género -este último- que recuerda en ciertos aspectos al cante jondo flamenco, aunque el baile que le corresponde es ciertamente muy distinto, ya que nació en los ambientes marginales de la Atenas de principios del siglo XX, asiento de importantes suburbios formados por miles de griegos expulsados de Asia Menor (actual Anatolia de Turquía), y posteriormente fue integrado en el acervo de la llamada “música ligera”.  En la antigua Grecia, este instrumento ya era conocido como panduris o pandurion, y era llamado también tricordo porque tenía tres cuerdas. Fue el primer instrumento con trastes de que se tenga registro, y es el precursor de las numerosas familias de laúdes existentes en el mundo. La fuente de nuestro conocimiento sobre este instrumento es la basa de mármol con relieves de las musas de Mantinea, del siglo IV a.C., atribuida al taller de Praxíteles y ahora expuesta en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. En ella se representa la mítica competencia que tuvo lugar entre Apolo y Marsias, y una de las figuras es una musa sentada en una roca y tocando un panduris. A partir de la época bizantina, el instrumento fue llamado tamburás. El saz turco y el buzuq libanés pertenecen a la misma familia de instrumentos que el buzuki. Incluso existe un tipo de saz de tamaño mediano que se llama saz bozuk. “Bozuk”, que en turco puede significar “roto”, “inservible” o “modificado”, se emplea aquí para especificar el tamaño del instrumento. Se ha llegado a la conclusión, por tanto, de que el buzuki ha sido nombrado a partir de la denominación utilizada para el saz turco. Otra etimología popular sostiene que la palabra “bozuk” fue usada para las diferentes afinaciones (en turco, “düzen”) que se requieren para tocar el instrumento en diversos modos musicales, conocidos como “dromi”, en griego, (=caminos musicales) y como maqam (pl. maqamat) en árabe. Una afinación denominada bozuk düzeni (afinación rota) aún existe en la música tradicional de Grecia.

[xiv] Dice la leyenda que la palabra “magkas” que caracteriza a esos tipos marginados de la sociedad ateniense –quienes usando drogas producían la música llamada “rembético”, proviene del sustantivo español “la manga”, por el hecho de que la Policía los castigaba cortándoles la manga que dejaban colgando (y las puntillas de sus zapatos). Además, les cortaba la franja de pelo y les afeitaba la cabeza. Después de la caída del primer rey Otón de Baviera, en el siglo XIX, los partidos políticos recién aparecidos en Atenas, ofrecían a los “magkas” unos cigarros de La Habana (tabaco cubano) que se llamaban “trabucos” –como regalo- para que ellos atacaran a sus opositores políticos. Desde entonces, la palabra “trabucos” se usa en la lengua griega moderna para caracterizar a los hombres toscos y agresivos. También se les llamaba “mortis” –derivación de la palabra francesa “mort”, que significa “muerte”, y eso porque en el período de la peste (del siglo XIX), ellos trabajaban enterrando a las víctimas de esa enfermedad mortal. En 1870, el Jefe Comandante de la Policía ateniense perseguía a los “magkas, pero un día un responsable del partido del Primer Ministro Jarílaos Trikupis -que había asumido el poder del gobierno- fue al Jefe Comandante de la Policía –el famoso Bairaktaris- para pedirle que dejara libres a tres de sus “magkas”. Entonces, el Comandante le dio al portavoz del gobierno unas fuertes palizas y firmó su renuncia. Cuando el Primer Ministro Trikupis supo ese acontecimiento, le pidió al Comandante que volviera a su puesto y que continuara su labor policial con el mismo fervor. Durante los primeros Juegos Olímpicos de Atenas, en 1896 –organizados por el francés Pierre de Coubertin-, la Policía de Atenas, para mantener a los “magkas” bajo su control, los utilizó para que ellos limitaran la criminalidad de Atenas que posiblemente causarían los visitantes extranjeros (la primera forma de turismo entrante en Grecia). Los “magkas” se dedicaban también a la explotación de las prostitutas atenienses, a las cuales mataban casi sin razón. Más tarde, en el período después de la Primera Guerra Mundial, los “magkas” crearon una nueva “subcultura” y un nuevo género de la música “rembético”. Una tercera etapa de los “magkas” atenienses fue la del período de posguerra de 1940 y ’50. El “rembético” vuelve, entonces, a cambiar… A pesar de toda esa fama temible, ellos eran personas cobardes. Hoy en día, la palabra “magkas” tiene doble significado: el marginado y sabelotodo que insulta o ataca a las personas por razones insignificantes, y el hombre de pelo en pecho, el héroe inteligente que salva a la gente de varias dificultades.

Ilias Tampourakis

Ilías Tampourakis Malamatinas nació en Atenas (Grecia) y creció en el seno de una familia griega con raíces internacionales.

Ha enseñado español y portugués en la Escuela de Idiomas de la Universidad Nacional I. Kapodistrias de Atenas y en los seminarios culturales de la Unesco en Grecia.

Traductor en el Cuerpo Diplomático de América Latina en Atenas, registrado en la lista oficial de traductores e intérpretes de la Embajada de España en Atenas, y escritor de artículos y libros con temas culturales.

Representa al Comité de Arte de la Alianza Sociocultural Latinoamericana y Española en Grecia y era durante varios años columnista del boletín social africano en Atenas. Es, también, jefe de la sección de antropología en “Las Nueve Musas” –revista de artes, ciencias y humanidades– y registrado en el Directorio Cultural Hispano (España).

Ha dedicado un largo período al estudio de las civilizaciones de Asia, la filosofía y la naturaleza de este continente. Además, ha estudiado el análisis morfosintáctico de 12 idiomas –entre los cuales el runasimi de los quechua, los descendientes actuales de los antiguos incas-, investigando la mentalidad cultural que ellos revelan.

Certificado de los seminarios de paleografía española y oriental de las Universidades de Harvard (EE.UU.) y Complutense (Madrid); depositó (el año 2014, en colaboración con la Universidad de Colorado, EE.UU) su obra pertinente en los archivos estatales de Plasencia (España).
Premio de la Unesco (Grecia) por el Entendimiento y la Paz entre los Pueblos.

Premio Mundial a la Excelencia Literaria 2019-2020, otorgado por la Unión Hispanomundial de Escritores (UHE) / World Nations Writers Union y por la Municipalidad Provincial de Urubamba – Cusco (Gobierno del Perú).

Un texto de él, sobre la vida de los latinoamericanos en Grecia, fue publicado en el boletín del Cuerpo Diplomático de América Latina en Atenas, y formó parte del examen de la lengua española en el marco de la selectividad del Ministerio de Educación de Grecia, para el ingreso de los candidatos en la filología hispánica de la Universidad Nacional de Grecia (2021).

Ha sido guía turístico en Grecia para los grupos de la Comunidad de Castilla y León (Gobierno de España).

Ha estado viajando durante 30 años por 78 países del mundo,
fotografiando y coleccionando piezas musicales y otras curiosidades.

Estuvo viviendo una larga temporada con su familia en Costa Rica (América Latina), trabajando como docente, y visitó varias veces el Perú, recopilando la poesía oral de los Incas.

Cree que el conocimiento es substancial solo cuando se combina con la experiencia, y se niega a conformarse con cualquier tipo de opresión.
Considera que el hibridismo cultural proyecta varios elementos interesantes pero que, a la vez, corre en sus venas el dolor.

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