Las nueve musas
ROBERTO MUSSAPI

Roberto Mussapi

Promocionamos tu libro

Roberto Mussapi nació en Cúneo (Piamonte) en 1952 y reside en Milán. Entre otros libros, ha publicado: Gita meridianaAntartide y La stoffa dell’ombra e delle cose.


LLANURA

Tengo angustia de la llanura, en mi corazón
evoca el mar inmóvil y desanimado
de la bonanza, cuando no sopla brisa
y las velas cuelgan como vampiros por la mañana.
Recuerdo las dunas del desierto, las extensiones,
las largas caravaneras y el lento paso
al mundo de los tártaros, al oriente lejano:
allí fui consustancial a la llanura,
al descenso hacia un continuo ignoto.
Y en mí vive también el viaje de los Magos,
montes llenos de nieve, luego altiplanos,
y largas extensiones lisas donde se posaba el cielo.
Y luego el viento y las olas crestadas,
allá, allende Gibraltar y Cabo de Hornos, hacia Occidente,
en los mares donde el sol se ahoga y muere.
Fueron pesadillas los días de llanura,
mar sin alma, cielo sin aliento,
y nosotros inmóviles sobre la toldilla, como expiando.
Se convirtió en un atlas, aquella aventura:
todo fue allanado y extendido,
nada quedó desconocido.
Así murieron deseo y amor
mientras el dibujo del mundo se cerraba.

Luego, desde la oscuridad y desde el vacío de la bodega
descendimos a las cavernas y tocamos la luna,
el fondo, el origen de la sangre y de la especie,
y allá, en lo alto, hacia las estrellas y el cielo.

Ayúdame a volver a la llanura,
a creer que no ha muerto la aventura
incluso allá abajo donde el tiempo se ha estirado,
ahora que el horizonte no me angustia,

PIANURA

Ho angoscia della pianura, nel mio cuore
evoca il mare immobile e disanimato
della bonaccia, quando non spira brezza
e le vele penzolano come vampiri al mattino.
Ricordo le dune del deserto, le distese,
le lunghe carovaniere e il lento passaggio
l mondo dei Tartari, all’ oriente lontano:
lì fui consustanziale alla pianura,
alla discesa verso un continuo ignoto.
E in me vive anche il viaggio dei Magi,
monti pieni di neve, poi altopiani,
e lunghe distese piatte dove posava il cielo.
E poi il vento e le onde crestate,
là oltre Gibilterra e Capo Horn, verso Occidente,
nei mari dove il sole affoga e muore.
Furono incubi i giorni di pianura,
mare senz’anima, cielo senza respiro,
e noi immobili sulla tolda, come a espiare.
Divenne un atlante, quell’ avventura:
tutto fu spianato e disteso,
nulla rimase sconosciuto.
Così morirono desiderio e amore
mentre il disegno del mondo si chiudeva.

Poi, dal buio e dal vuoto della stiva
scendemmo nelle caverne e toccammo la luna,
il fondo, l’origine del sangue e della specie,
e là, in alto, verso le stelle e il cielo.

Aiutami a tornare sulla pianura,
a credere che non sia morta l’avventura
anche laggiù dove il tempo si è steso,
ora che l’orizzonte non mi angoscia,
ora che so di non sapere,
che sono di nuovo sporco e sulla strada,
che ho reimparato a piangere e a pregare.


SAILING FROM VENEZIA

Esto es el cristal, se hincha
con el soplido, coge la forma de la respiración,
todo lo que tintinea, que ríe, fue soplado,
sientes los labios del hombre en el borde del vaso,
he aquí porque ríen así, las muchachas,
con esas voces argentinas, de brindis,
eso es el cristal donde todo espejea,
el canal, mira, la ciudad reflejada,
los cimientos en paz con las aguas,
como una flota detenida en un océano
de cristal y de silencio,
esto es el parabrisas, en agosto,
los mosquitos aplastados, la prueba del viaje,
del pie en el acelerador, de la noche,
lloverá, el tiempo será marcado por el limpiaparabrisas,
los párpados palpitan con el ritmo de la respiración,
se abren inspirando,
desde allí yo veo el mundo.

SAILING FROM VENEZIA

Questo è il vetro, si gonfia
col soffio, prende la forma del respiro,
tutto ciò che tintinna, che ride, fu soffiato,
senti le labbra dell’uomo sull’orlo del bicchiere,
ecco perché ridono così, le ragazze,
con quelle voci argentine, da brindisi,
quello è il vetro dove tutto si specchia,
il canale, vedi, la città riflessa,
le fondamenta in pace con le acque,
come una flotta ferma in un oceano
di vetro e di silenzio,
questo è il parabrezza, ad agosto,
i moscerini spiaccicati la prova del viaggio,
del piede sull’acceleratore, della notte,
pioverà, il tempo sarà segnato dal tergicristallo,
le palpebre battono col ritmo del respiro,
si aprono inspirando,
da lì io vedo il mondo.


AS TEARS GO BY, OFELIA 

a Marianne Faithfull

Luego fueron sílabas aquellas que habían sido palabras
y versos que me desgarraban la garganta,
pedazos, grumos de vozsangre
de toda imagen que antaño había sido,
ahora perdida en el fondo bajo arena vidriada.
E inhallable como quien es mudo
de golpe y con la voz su mirada ha perdido
por un dolor que sólo puedes intuir
en esa córnea de repente vacía,
o como de golpe a ciento sesenta en un túnel
con el pie hipnotizado en el acelerador
y yo, yo, lengua quebrada, yo, ahogada.

He interpretado a Ofelia, conozco la locura,
y sé que te golpea por exceso de amor,
cuando tus ojos no sostienen una silla
si ves en su paja las tramas de oro,
y el aura de aquella cátedra y su luz,
y los beatos que se posaron en inconsciente plegaria,
si tiemblas por una persona que se sienta
y se acerca al centro del fango y de los grandes ríos,
y sé qué significa exceso de amor,
cuando aquel al que amas se disipa y calla,
o no consigue responderte, y tú mueres,
por extinción, deshidratada en piedra.
Yo estoy ahogada en la charca y subida
entre hojas caídas, muertas y siemprevivas,
desde el fondo limoso subiendo a la luz,
desde el fondo he encontrado génesis y amor,
ahora que vuelve a ser mía, en mí, mi voz,
nada que pedir, subir despacio
como la linfa del cálamo a la flor
después de ser estrangulada por el invierno y por el hielo
entre hojas podridas, y el rito humoral
asciende a los campos y al oro de las gavillas
entre casa y casa, entre las luces y las calles.
Conozco la locura y estoy ahogada,
y ahora sé que era solamente amor.

AS TEARS GO BY, OFELIA

A Marianne Faithfull

Poi furono sillabe quelle che erano state parole
e versi che mi straziano la gola,
pezzi, grumi di vocesangue
di ogni immagine che un tempo era stata,
ora persa nel fondo sotto sabbia vetrata.
E introvabile come che è muto
di colpo e con la voce il suo sguardo è perduto
per un dolore che puoi solo intuire
in quella cornea all’improvviso vuota,
o come di colpo ai centosessanta in galleria
col piede in ipnosi sull’acceleratore
e io, io lingua franta, io affogata.

Ho recitato Ofelia, conosco la pazzia,

e so che ti colpisce per eccesso d’amore,
quando i tuoi occhi non reggono una sedia
se vedi nella sua paglia le trame d’oro,
e l’aura di quello scranno e la sua luce,
e i beati che si posarono in inconscia preghiera,
se tremi per una persona che si siede
e si avvicina al centro del fango e dei grandi fiumi,
e so che cosa significa eccesso d’amore,
quando colui che ami dilegua e tace,
o non riesce a risponderti, e tu muori,
per estinzione, disidratata in pietra.
Io sono affogata nello stagno e risalita
tra foglie cadute in morte e semprevive
dal fondo melmoso risalenti alla luce,
dal fondo ho ritrovato genesi e amore,
ora che torna mia, in me, la mia voce,
niente da chiedere, risalire adagio
come la linfa dal calamo al fiore
dopo che fu strozzata dall’inverno e dal gelo
tra foglie marcite, e il rito umorale
ascende ai campi e all’oro dei covoni
tra casa e casa, tra le luci e le strade.
Conosco la pazzia e sono affogata,
e adesso so che era soltanto amore.


PALABRAS DEL ZAMBULLIDOR DE PAESTUM

Yo soy el alma de tu padre, el zambullidor:
te he seguido cada día, estoy a tu lado,
conozco como entonces tus zonas de sombra,
el lenguaje de los movimientos trazado por tu cara,
nada ha cambiado desde entonces, en este sentido.
Esto es lo primero que he descubierto,
lo primero que quería decirte: no cambia la percepción
de tus momentos, como no cambiaba
de noche, en el sueño, o por la distancia.
Sé que este soplo mío (desde el fondo del agua,
entre las anémonas)
será para ti como mis palabras de antaño:
que te infundían memoria y valor,
más que el vino o que una mujer que te mira.
Mi primer descubrimiento, la primera verdad es que nada
se rompe en el secreto del alma.
El resto es confuso, es pronto
para intentar contarte,
corales, anémonas, vidas que se dibujan con un movimiento
de agua y se disipan al instante.
No todo es luz, transparencia, silencio,
galerías de oscuridad, respiraciones contenidas, luego voces
que inhalan en mí como si hablase.
Me deslizo hacia un fondo cada vez más distante
y siento que una luz sumergida me llama desde oriente:
no sé dónde acaba, por ahora,
no sé qué es, pero sé qué amor
la mueve y determina su respiración.
De este viaje hablaré más adelante,
cuando la experiencia sea conocimiento,
puedo hablarte de cuanto he dejado,
sobre la superficie azul de las aguas,
entre las arenas blanquísimas, las palmeras,
la sombra de los olivos, el vino
vertido de las ánforas:
ama la tierra rosa en el ocaso,
sumérgete en el mar para jugar, como un tritón,
saborea la fruta, el pan, bebe y come,
escucha las risas de las muchachas,
busca su boca, ríe y desespérate,
agradece cada día tu país resplandeciente.
Yo no soy tu padre sino su alma,
no soy aquello que vivo sino recuerdo,
la ribera, la piscina, los colores que forman
el extraño dibujo de la vida mortal.
Vive en esa cerámica deslumbrante y espera
cuanto sabré decirte más adelante, al final del viaje.
Pero ahora que duermes como cuando en una cuna
parecías buscar los secretos del mundo,
ahora que tienes las espaldas más anchas y los cabellos más ralos,
escucha las palabras de mi alma
no sé mucho de ella, de mí misma,
(es pronto, hijo, no conozco bastante,
apenas he comenzado, estoy nadando),
no pienses en mi cuerpo (es tarde,
perlas, los que fueron mis ojos,
y mis labios reducidos a corales),
pero conozco su matrimonio,
cuando vivían al unísono en el mundo
y yo, el alma de tu padre, el zambullidor,
te entrego sólo esta experimentada certeza
(desde el fondo del abismo, en el escalofrío de la zambullida):
que también el hombre puede amar eternamente.

PAROLE DEL TUFFATORE DI PAESTUM

Io sono l’anima di tuo padre, il tuffatore:
ti ho seguito ogni giorno, ti sono accanto,
conosco come allora le tue zone d’ombra,
il linguaggio dei moti tracciato dalla tua faccia,
niente è cambiato da allora, in questo senso.
Questa è la prima cosa che ho scoperto,
la prima che volevo dirti: non cambia la percezione 
dei tuoi attimi, come non cambiava
di notte, nel sonno, o per la distanza.
So che questo mio soffio (dal fondo dell’acqua, tra le attinie)
sarà per te come le mie parole un tempo:
che ti infondevano memoria e coraggio,
più del vino o di una donna che ti guarda.
La mia prima scoperta, la prima verità è che nulla
si spezza nel segreto dell’anima.
Il resto è confuso, è presto
per cercare di riferirti,
coralli, attinie, vite che si disegnano da un moto
d’acqua e si dileguano all’istante.
Non tutto è luce, trasparenza, silenzio,
cunicoli di buio, respiri compressi, poi voci
che inalano in me come se io parlassi.
Scivolo verso un fondo sempre più distante
E sento che una luce sommersa mi chiama da oriente:
non so dove finisca, per ora,
non so che cosa sia ma so che amore
la muove e ne determina il respiro.
Di questo viaggio parlerò più avanti,
quando esperito sarà conoscenza,
posso parlarti di quanto ho lasciato,
sopra la superficie azzurra delle acque,
tra le sabbie bianchissime, le palme,
l’ombra degli ulivi, il vino
che veniva versato dalle anfore:
ama la terra rosa nel tramonto,
immergiti nel mare per gioco, come un tritone, 
gusta la frutta, il pane, bevi e mangia,
ascolta le risa delle ragazze,
cerca la loro bocca, ridi e dispèrati,
ringrazia ogni giorno il tuo paese lucente.
Io non sono tuo padre ma la sua anima, 
non so quello che vivo ma ricordo,
la riva, la piscina, i colori che formano
lo strano disegno della vita mortale.
Vivi in quella ceramica smagliante e attendi
quanto saprò dirti più avanti, alla fine del viaggio.
Ma ora che dormi come quando in una culla
sembravi cercare i segreti del mondo,
ora che hai spalle più larghe e più radi i capelli,
ascolta le parole della mia anima
non so molto di lei, di me stessa,
(è presto, figlio, non conosco abbastanza, 
ho appena iniziato, sto nuotando),
non pensare al mio corpo ( è tardi,
perle, quelli che furono i miei occhi, 
e le mie labbra contratte in corallo),
ma ho conoscenza del loro matrimonio,
di quando vivevano all’unisono nel mondo
e io, anima di tuo padre, il tuffatore
ti consegno solo questa esperita certezza
(dal fondo dell’abisso, nel brivido del tuffo):
che anche l’uomo può amare eternamente.


EL GORRIÓN DE LESBIA

Mi corazón se apagó en su palma,
aleteando entre muñeca y brazalete
y me fui, al limbo
de los no humanos, los pobres mensajeros del cielo.
Sentí que me apagaba como en ellos el cerebro
al atardecer se duerme, sin saber
si habrá otro despertar.
Era pequeño.

Rogó él, que no tenía dioses en los que creer.
Al desmayarme vi los ojos de Catulo
desorbitados y abiertos por el flujo de las lágrimas.
Las tenebrosas divinidades tuvieron pena,
el llanto de los Cupidos y de las Venus
surgió espontáneo como había rogado el poeta.
Sentí que mis pequeñas alas volvían a despertarse y vibraban
y volé, inconsciente, incólume,
atravesé el umbral que conducía al jardín,
rocé el estanque de las lampreas y de los múrices,
mientras volaba vi la morena durmiente,
luego todo cambió, entré en el tiempo,
la muela que oprime a los sublunares
que tienen almas individuales y meridianas,
y escriben palabras con tinta.
Las alas húmedas por la palma de Lesbia
aún calientes del último nido
en mí, o en el aire, las palabras de Catulo,
“animula”, había dicho, “tierna vida”,
la mía, que se desvanecía entre sus dedos
rozando los de la mujer amada.
Pero cayó en el error del poeta,
que perdurar en este mundo es un don
como si no fuera un ser vivo sino un pensamiento,
antes página, voz impresa, piedra escrita.
Habría preferido apagarme entre sus dedos
en la última cuna sin canto ni voz,
antes que sobrevivir a amor y fin,
viendo a Lesbia morir, marcharse,
leer la fecha de nacimiento y muerte en una lápida
del gran Catulo, que me dio la vida.
Para estar aquí, ahora, en el ultratiempo terrenal
sólo para cantar a plena voz el fin
de los cuerpos que se abrazan con furia y sudor,
aquí, en la cima de la torre antigua
gorrión solitario, a un tímido amigo
que el tiempo que nos ilusionó en la tierra tendrá fin
y Lesbia, y Catulo, y Leopardi, en un suspiro
y la ciudad de Roma y los fatigados papeles,
me ordenarán que siga cantando.

IL PASSERO DI LESBIA

Il mio cuore si spense nel suo palmo,
le ali frullanti tra polso e bracciale
e fui già via, nel limbo
dei non umani, i poveri messaggeri del cielo.
Sentii me stesso spegnersi come in loro il cervello
di sera si addormenta, senza sapere
se mai ci sarà un altro risveglio.
Ero piccolo.

Pregò lui, che non aveva dèi in cui credere.
Vidi svenendo gli occhi di Catullo
pieni e ingranditi dal flusso delle lacrime.
Le oscure divinità ebbero pena,
il pianto dei Cupidi e delle Veneri
sorse spontaneo come aveva pregato il poeta.
Sentii le mie piccole ali ridestarsi e vibrare
e volai via, inconscio, incolume,
passai la soglia che conduceva al giardino,
sfiorai la vasca delle lamprede e dei murici,
vidi volando la murena dormiente,
poi cambiò tutto, entrai nel tempo,
la macina che opprime i sublunari
che hanno anime individuali e meridiane,
e scrivono parole con l’inchiostro.
Le ali umide per il palmo di Lesbia
ancora calde dell’ultimo nido
in me, o nell’aria, le parole di Catullo,
“animula”, aveva detto, “tenera vita”,
la mia, che gli svaniva tra le dita
sfioranti quelle della donna amata.
Ma cadde nell’errore del poeta,
che fare eterno in questo mondo sia un dono
come se non fossi un vivente ma un pensiero,
già pagina, voce impressa, pietra scritta.
Avrei preferito spegnermi tra le sue dita
nell’ultima culla senza canto e voce,
piuttosto che sopravvivere a amore e fine,
vedendo Lesbia morire, andare via,
leggere data di nascita e di morte su una lapide
del grande Catullo che mi ottenne la vita.
Per essere qui, ora, nell’oltretempo terreno
solo a cantare a piena voce la fine
dei corpi che si abbracciano in furia e sudore,
qui, sulla vetta della torre antica
passero solitario, a un timido amico
che il tempo che ci illuse in terra avrà fine
e Lesbia, e Catullo, e Leopardi, in un respiro
e la città di Roma e le carte sudate
mi ordineranno di cantare ancora.

Roberto Mussapi nació en Cúneo (Piamonte) en 1952 y reside en Milán.
Entre otros libros, ha publicado: Gita meridianaAntartide y La stoffa dell’ombra e delle cose.

Carlos Vitale

Carlos Vitale

Carlos Vitale (Buenos Aires, 1953) es Licenciado en Filología hispánica y Filología italiana.

Ha publicado Unidad de lugar (Candaya, Barcelona, 2004), Descortesía del suicida (Candaya, Barcelona, 2008), Cuaderno de l'Escala / Quadern de l'Escala (fotografías de Jaume Salvat, ilustraciones de Marc Vicens y prólogo de Carles Duarte, Vitel·la, Bellcaire d'Empordà, 2013), Fuera de casa (La Garúa, Barcelona, 2014), El poeta más crítico y otros poetas italianos (Emboscall Editorial, Barcelona, 2014) y Duermevela (Candaya, Barcelona, 2017).

Asimismo ha traducido numerosos libros de poetas italianos y catalanes: Dino Campana (Premio de Traducción “Ultimo Novecento”, 1986), Eugenio Montale (Premio de Traducción “Ángel Crespo”, 2006), Giuseppe Ungaretti, Gerardo Vacana, Sergio Corazzini (Premio de Traducción del Ministerio Italiano de Relaciones Exteriores, 2003), Amerigo Iannacone, Libero De Libero, Joan Vinyoli, Umberto Saba (Premio de Traducción “Val di Comino”, 2004), Giuseppe Napolitano, Joan Vinyoli, Mario Luzi, Sandro Penna, Antoni Clapés, Joan Brossa, Josep-Ramon Bach, etc.
Ha participado en festivales, lecturas y encuentros de poesía en Argentina, España, Venezuela, Armenia, Italia, Suiza, Rumania, Estonia, Grecia, Bulgaria y Francia.

En 2015 obtuvo el VI Premio José Luis Giménez-Frontín por su contribución al acercamiento entre culturas diversas. Reside en Barcelona desde 1981.

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