Las nueve musas

Residuos luminosos de una luz extinta (recuento de obras del siglo XX)

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Fueron varias las obras luminosas que arribaron durante el siglo XX, con gran animosidad a las distintas regiones del mundo como obras vanguardistas. Exigiendo un grado de complejidad superior, para ser tanto interpretadas como escuchadas.

Entre ellas están— y cabe aclarar que varias de ellas siguen vigentes— las sequenzas de Berio, su Sinfonía, los cuartetos de cuerda de Xenakis, las óperas Licht de Stockhausen, la Turangalila de Messiaen, Alpha, o la canción de sueño de Cassandra de Ferneyhough, Pression de Lachenmann, el Perpetuum Mobile de Kurtag, por no continuar con un gran etcétera. Sin embargo, algunas obras y/o técnicas del siglo XX, que vieron la luz después de estas y que en gran parte imitaron a las obras mencionadas, se siguen presentando como vigentes en el siglo XXI, cuando en realidad son sólo residuos de una luz hace tiempo extinta.

La luminosidad de una estrella —dicen los teoristas— se extingue siglos antes de llegar a nosotros, pero su luz aún nos sorprende y nos engaña de tal manera que creemos que está justo delante de nosotros. Esta bella irradiación, de titilar fulguroso, nos arropa, acaricia y asegura ser ella misma en persona cuando en realidad, nos está jugando una broma pesada, ya que se ha desvanecido hace mucho tiempo (Turnbull, 2008). En el caso de la música no es tan distinto. En su momento estas obras fueron realmente brillantes, emocionantes, adecuadas para su tiempo, rompieron con todo el statu quo y tuvieron un impacto indiscutible en las generaciones futuras, en el modo de pensar y componer, además de venir acompañadas de forma implícita por una filosofía inmersa. Por ejemplo, se aspiraba durante el siglo XX a ser más incluyentes en relación a aspectos musicales antes relegados en el proceso creativo, como lo son las descripciones exacerbadas sobre dinámicas, técnicas e interpretación, posibilidades aleatorias, etc (Max, 2016).

También durante el siglo XX se permitieron incluir otros géneros de música—como influencia adicional— en la música contemporánea, como el rock, funk, punk o música electrónica. Así sumando una serie de elementos, antes no bien aprovechados, durante el proceso de composición mismo, como lo es por ejemplo, la música de ruido, que pretende crear violencia psicológica a través de densidad sonora y que también es un intento por demeritar—a traves de las corrientes avant-garde del siglo XX— la tradición artística y capitalista previa. El ruido también se utilizó como un medio para alcanzar lo sublime y la expresión de la multiplicidad, o bien como un elemento transgresor y subversivo ( Helb y Abbey, 2014). Además, todas estas obras vieron la luz en medio de acontecimientos históricos de suma importancia, como la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Fría, que indudablemente influirá a estos compositores, creando corrientes, como la música serial dodecafónica, la centralidad, la nueva complejidad, la atonalidad, etc. Fue un siglo de descubrimiento sonoro y búsqueda, que pretendía llegar a emplear una democracia absoluta y/o una independencia musical ajena al sistema tonal, que prioriza algunos grados como más importantes que otros…

Ahora, no es la intención, rechazar dicha extensión de sonido creado durante el siglo XX ni mucho menos. Al contrario, estos sonidos que se encuentran presentes en nuestras vidas deben estarlo y sumarse al gran acervo cultural que contiene la música. Sin embargo, el siglo XXI vislumbra una nueva realidad, y es preciso enfocarnos también en los acontecimientos históricos que vivimos en esta era como compositores del siglo XXI y no sólo revivir la luz del pasado. Además, sospecho que debe de haber una reconciliación con el pasado y la armonía tradicional, ya que se ha venido revisitando—en distintas formas—, de una u otra manera.

Durante el siglo XX era inconcebible utilizar armonías que implican algún tipo de tonalidad absoluta y aunque hubo casos claramente específicos que fueron en contra el establishment — como el Adagio de Barber o las obras de Del Tredici por nombrar algunos ejemplos— la crítica seguía siendo igual de rigurosa.

Hoy en día se han dejado varios fantasmas atrás y en gran parte se puede concebir la coexistencia, de tanto una obra estilo clásica, como una obra de nueva complejidad, dodecafónica o serial, en un mismo concierto. Con la excepción de algunos lugares en el mundo, por supuesto, que conservan una importante esfuerzo por mantener una tradición viva, como el caso del festival de Darmstadt y varios ensambles especializados en algún tipo de música y/o interpretación, como el caso de la música de compositores de nueva complejidad, como Brian Ferneyhough, James Dillon, Richard Barrett, Chris Dench, Michael Finnissy y otros (Deliège y Paddison, 2016).

En suma, es claro que hay obras que sobrevivieron la barrera del tiempo, pero tal vez otras están extintas de luz. Dependerá del tiempo para confirmar qué baño de luz del pasado vale la pena conservar. También ya nos dirá el siglo XXI hacia a dónde apunta la balanza. Algunos afirman que la posibilidad de una música avant-garde radical ya no es viable, que ha perdido atractivo. Otros, como el gran filósofo Theodor Adorno (1970, citado por Paddison, 2016, p. 207) piensan que “ la buena música puede convertirse en una forma de arte que solo puede ser posible, durante un período limitado de la historia humana” . Veremos pues, si continuamos por el camino del postmodernismo, en el cual como dice el arquitecto Charles Jencks (1995, citado por Paddison, 2016, pp. 208-209) “es fundamentalmente la mezcla ecléctica de cualquier tradición, con la del pasado inmediato”.

Todas las cartas están sobre la mesa, tenemos tanto técnicas y estilos distintos que podemos emplear para llegar a concretar una idea o algún concepto. No es preciso retroceder o negar lo que hemos aprendido de estas obras pasadas, sin embargo, tampoco hay que componer sólo con la idea de irradiar o sorprender con luz, ya que muy probablemente será una luz extinta y difusa que puede resultar, o ser similar a la luz residual de una estrella, antiguamente compuesta de sólo hidrógeno, helio y masa.


Deliège, I., Paddison, M. (2016) , Contemporary Music:Theoretical and Philosophical Perspectives. London and New York: Routledge.
Abbey, E., Helb, C. (2014). Hardcore, punk, and other junk: Aggressive Sounds in Contemporary Music. Lanham, Maryland: Lexington Books.
Jencks, C. (1995). What is Post-Modernism ?. London: Academy Editions.
Serres, M. (1982), The parasite . Baltimore and London: The John Hopkins University Press
Serres, M.,(1995), Genesis . Ann Arbor: University of Michigan Press.
Adorno, T. (1984). Aesthetic Theory . Londres: Routledge.
Turnbull, M. C. (2008). Searching for Signs of Life in the Reflected Light from Exoplanets: A Catalog of Nearby Target Stars. Space Sci Rev 135. 335–343.

Alfonso Molina

Alfonso Molina

Alfonso Molina (b.1980) compositor mexicano de ópera, música orquestal, música de cámara, teatro musical, música de cine y otras artes visuales, de Sonora, México.

La música de Molina utiliza elementos y técnicas expresivas del siglo XXI, así como influencias populares impulsadas desde el pasado, para crear música. Mientras vivía en Nueva York, Molina estableció numerosos trabajos de colaboración con coreógrafos, compañías de teatro y cineastas. Realizó sus estudios profesionales con Rudolph Palmer y David Tcimpidis en The Mannes Conservatory, The New School for Music y obtuvo su Maestría en Música, estudiando con Richard Danielpour y Marjorie Marryman en la Manhattan School of Music. Los estudios adicionales incluyen estudios con Samuel Zyman y Ladislav Kubik y tiene un doctorado de la Universidad de Arizona que estudia con Daniel Asia.

Sus trabajos han sido realizados en Nueva York, California, España, Brasil, República Checa, Arizona, entre otros lugares por la Orquesta de Philarmonia de MSM, la Filarmónica de Jazz, el Cuarteto de Mivos, AtonalHits, Músicos Asociados de Create New York (AMF Local 802) / RMA, la Orquesta de Cámara de Bellas Artes (OCBA), la Orquesta Sinfónica de Sonora (OFS), los jugadores de cámara de la Orquesta Filarmónica Checa y varios solistas. En México, sus obras se han realizado en el Palacio de Bellas Artes, el Museo Tamayo, entre otros lugares.

Su primera ópera titulada "Alienidad ilegal" (2014) ganó reconocimiento internacional en los Estados Unidos y en México desde su estreno en Arizona. La ópera trata temas de inmigración como la xenofobia y el derecho a la propiedad privada y recibió el Premio a la Defensa por parte de la Boston Metro Opera (BMO) y es parte de los programas educativos en curso de Boston. En 2016, se realizó en Alamos, México, como parte del Festival de Música Ortiz Tirado (FAOT). Molina también escribió un musical titulado Monarch, un musical mexicano-estadounidense, sobre Dreamers en los Estados Unidos, así como las luchas que los latinoamericanos enfrentan hoy en día en los Estados Unidos mientras son perseguidos.

Molina ha recibido numerosos premios, entre ellos, ASCAP, la Fundación Carolina, el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México (FONCA-CONACYT), entre otros. Sus trabajos incluyen bandas sonoras como “De Nadie-Border Crossing (2006) Ganador del Premio del Público en Sundance, Proof of Birth (2007) y otros.

Actualmente, Molina está haciendo una residencia en Barcelona España, gracias a una beca de la Fundación Carolina, en la Escuela Superior de Música de Cataluña (ESMUC), que trabaja con Artes Visuales Musicales.

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