Se ha dicho del impresionismo que no puede hacerse extensivo a otras artes que no sean la pintura, para la que nació originariamente el término.
Sin embargo, la poesía de Sandro Penna contradice tal afirmación.
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Aunque sabemos que la excepción confirma la regla: solo un verdadero artista de la palabra consigue plasmar la luz y el instante, características impresionistas por excelencia. Sandro Penna es esta excepción: La vida… es acordarse de un triste/despertar en un tren al alba: haber visto/fuera la luz incierta: haber sentido/en el cuerpo roto/la melancolía/virgen y áspera del aire punzante.//Pero recordar la liberación/imprevista es más dulce: cerca de mí/un marinero joven: el azul/y el blanco de su uniforme, y fuera/un mar todo fresco de color.
La poesía de Sandro Penna (Perugia, 1906 – Roma, 1977), aún poco conocido en España, es de una autenticidad estremecedora, honrada, valiente y transparente por su desnudez en lo formal y en lo temático.
Su carácter epigramático refuerza estas cualidades al obligar al poeta a la palabra justa, precisa, certera. En los versos del poeta nada es superfluo; el laconismo está al servicio de la calidad. Su escritura a menudo adopta forma de aforismo: Feliz del que es distinto/siendo distinto./Pero pobre del que es distinto/siendo común. O bien: Como bebe en la fuente el bello muchacho/así hemos pecado y no pecado. La parquedad de su poesía es el reflejo de la depuración sutil de un sentimiento vivo, de una sensibilidad exquisita, y no se traduce únicamente en la concisión, sino también en la brevedad (los poemas aducidos en esta reseña están completos).
La coherente autenticidad de Sandro Penna no se manifiesta únicamente en su poesía sino en toda su vida. No supo ser sino auténtico porque la vida no es vida sin autenticidad: alejado de los círculos y las convenciones poéticas de su tiempo, sus poemas condensan la captación de un momento, sea una breve reflexión, una visión preñada de intensa emoción sensual o la expresión de un deseo: Yo quisiera vivir adormecido/en el suave rumor de la vida.
Vivió austeramente, murió en la miseria, pero vivió; vivió lo que era como era.
Su homosexualidad no es el tema de su poesía, sino que su poesía es poesía escrita y sentida por un homosexual, con la naturalidad inherente a lo natural. Este talante hace de él un rotundo disidente. Difícil actitud en los años y el país en que le tocó vivir, la Italia católica recalcitrante del siglo XX. Por ello el pecado se manifiesta con cierta recurrencia en su poesía como una acusación que la voz poética desea mostrar sin estridencias: Sol sin sombras sobre viriles cuerpos/abandonados. Calla toda virtud.//Lenta el alma se hunde —con el mar — /dentro de un brillante sueño. De pronto/saltan —jóvenes islotes— los sentidos.//Pero el pecado ya no existe. También por ello probablemente sus poemas parecen salir de la pluma de un personaje solitario, que toma distancia de quienes le rodean y observa escrutando a su alrededor, y sobre todo a sí mismo.
Pier Paolo Pasolini consideraba a Sandro Penna una de las figuras centrales de la poesía del siglo XX y destacaba el misticismo en el erotismo de su poesía. El lector comprobará el acierto de su afirmación.
Una extraña alegría de vivir se publicó en Milán en 1956 y fue el poemario a partir del cual Penna se dio a conocer a un público más amplio. La traducción sensible que nos ofrece Carlos Vitale es una selección del traductor. Del mismo autor se han publicado en España otros poemarios y antologías en español y en catalán.
Sandro Penna
Una extraña alegría de vivir
Traducción de Carlos Vitale
La Garúa, Santa Coloma de Gramenet, Barcelona, 2004, 81 págs.
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