Las nueve musas
Campo de concentración de San Pedro de Cardeña (Burgos) España

Memoria de la derrota

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Como señala Marta Marín-Dòmine en el posfacio Breves reflexiones en torno a la memoria de una derrota, son escasos los escritos testimoniales que han llegado a nuestros días sobre la experiencia de los vencidos que pasaron por los campos de concentración franquista.

La misma suerte, aunque en menor medida, han corrido los escritos de quienes fueron apresados en Francia por las fuerzas nazis de ocupación, internados más tarde en campos de trabajo o de exterminio por el nacionalsocialismo.

Rebajas

Marín-Dòmine aduce probables razones: «¿cómo llamar la atención hacia una literatura de vencidos en un país que ya en los años sesenta quería olvidar el pasado reciente para integrarse en la “modernidad” europea?». Por ello es enormemente de agradecer que algunos sellos editoriales, conscientes de ese esencial vacío, quieran restituir esta memoria tanto tiempo silenciada.

Y en los últimos años asistimos a publicaciones que, poco a poco, se van reeditando, textos escritos poco después de los terribles sucesos y que cayeron luego en el olvido. También las investigaciones en este ámbito han sido largamente postergadas. Por ello es especialmente bienvenida la reciente edición del ensayo histórico de Carlos Hernández, Los campos de concentración de Franco (Ediciones B).

El libro ha puesto al descubierto que los campos de internamiento concentracionario franquistas no fueron cerca de 200, como se creía hasta ahora, sino casi 300. ¿Cómo, pues, sabemos tan poco sobre ellos?

Evitar el sufrimiento de revivir el dolor de aquel calvario podría ser una de las causas, y lo es en algunos casos; seguramente el de Francesc Grau Viader lo es. Pero no ha sucedido lo mismo con la investigación sobre los campos nazis ni con los escritos de sus prisioneros. Además de la que aduce Marín-Dominé creo que hay otras razones; algunas son evidentes: a la España vencedora franquista, represora, no podía interesarle en modo alguno que salieran a la luz textos sobre la experiencia de la represión, escrita por los vencidos y ejercida por ellos, no solo por dar una imagen cara a Europa, sino para acentuar el sometimiento y el silencio de sus represaliados y no airear su cara oculta a sus propios correligionarios. El hecho de que el nazismo fuera, al contrario, el derrotado, explica la diferencia entre la suerte que corrieron aquí y allí los escritos de los testimonios de las víctimas. Otra cosa —ciertamente imperdonable— es que, después de la dictadura franquista, no se impulsaran políticas decididas de memoria histórica que repararan este desgarrador vacío.

Francesc Grau i Viader
Francesc Grau i Viader

Francesc Grau Viader (Calella 1920-1997) nos ha legado uno de estos tesoros. Él, que, según relata en el prólogo, se había propuesto firmemente no volver a pisar jamás el lugar del insoportable sufrimiento, regresa casi cuarenta años después a aquel escenario para compensar la pérdida de un diario que escribió durante la guerra en las filas republicanas, un diario del que tuvo que deshacerse al ser hecho prisionero por las tropas franquistas para que no lo comprometiera. Así el autor aborda la escritura de sus experiencias de forma novelada en 1979. El resultado de su testimonio vio la luz en el original catalán bajo el título Rua de captius (Pòrtic) en febrero de 1981, justo después del golpe de Estado; Club Editor la publicó en versión española en 2014 y ahora, en segunda edición, con el título de Cautivos y desarmados.

La novela empieza poco antes de que lo que queda del batallón del protagonista principal, cuyo nombre no se nos revela probablemente por la identificación absoluta que el autor sentía con su propio personaje, sea apresado por el ejército de Franco en enero de 1939. Él y sus compañeros serán conducidos primero a la plaza de toros de Logroño, habilitada como campo de concentración provisional, y después a Miranda de Ebro, donde se había construido un campo especialmente destinado a presos republicanos. De allí saldrán para formar parte del Batallón de Trabajadores número 9, momento en que termina el relato de los hechos históricos novelados.

El grueso de la acción se desarrolla en el campo de Miranda de Ebro. El protagonista, un joven de diecisiete años, narra en primera persona. El hecho de que el narrador, por su juventud o por personalidad, no dé muestras de participar de un credo político determinado le confiere una neutralidad que antepone lo humano a lo ideológico y que nos acerca con mayor objetividad a los hechos.

Entre los 12.000 prisioneros que alberga el campo, la primera línea de narración la ocupan otros dos catalanes con quienes el protagonista principal traba especial amistad: Barceló, pocos años mayor que aquel, dedicado antes de la guerra al contrabando, rebelde, retador, resistente a perder la dignidad, impulsivo, optimista y dado al comentario irónico y Pep, de treinta y seis años, escéptico, desencantado, conformista, pronto a perder el ánimo. A ellos se une más tarde Dalmau, un chaval, menor aún que el protagonista. Del lado de los carceleros, a quienes significativamente Grau Viader no da nombre —solo el comandante del campo, «un sargento malcarado», recibe el apodo de El Pititi— se encuentran diversos sargentos, el capellán del campo, el médico y aquellos presos que, a cambio de una ración mayor de rancho u otros tratos de favor, se avienen a hacer de vigilantes-castigadores, llamados por los demás presos «esbirros».

Esta amplia palestra de personajes sirve a Grau Viader para representar la variedad de actitudes y reacciones que se manifiestan en las precarias condiciones de habitabilidad y de trato que ofrecía el campo, que, como todos los campos de concentración, tenía la función de humillar, denigrar y «reeducar» a los presos.

Los largos meses de estancia en Miranda de Ebro (Burgos) serán para sus ocupantes vencidos un durísimo castigo: el traslado en trenes de ganado en un viaje de cuatro días y medio, los largos interrogatorios, las innumerables vejaciones, los insultos, el frío intenso, el hambre, los vergajazos recibidos arbitrariamente o por venganza por parte de los sargentos o de los «esbirros», la falta de sueño, las frecuentes diarreas causadas por las casi inexistentes condiciones higiénicas, las enfermedades, el miedo a la muerte propia, el dolor por la muerte de otros, la sarna, los piojos, las Juntas Clasificadoras que decidían el envío al pelotón de fusilamiento, la estrechez y el ambiente irrespirable en los barracones (con cuatrocientos internos), el mercadeo, la rivalidad entre los prisioneros, el egoísmo que fomentan estas condiciones de vida…

Y, con todo, el autor deja entrever, en algunos detalles, matices de mayor o menor humanidad o maldad tanto entre el grupo de los presos como el de los carceleros franquistas, si bien mucho menos entre estos últimos. Entre los tres amigos existe una relación constante de solidaridad: comparten una manta, la única con la que consigue hacerse Barceló a su llegada (la organización del campo no reparte ninguna ropa de abrigo), están atentos a los riesgos que amenazan a los compañeros… Asistimos incluso a un sorprendente episodio de entusiasta reencuentro entre un comandante de las tropas franquistas y su primo Pep, soldado prisionero del bando republicano, que acaba con la liberación de este por influencia de aquel y con un «festín» de despedida para los tres amigos gracias al dinero que el comandante le regala al primo para este fin.

Este tipo de anécdotas, que pudieran parecen paradójicas, no son tan escasas en una guerra civil, donde relaciones familiares, amiguismos, simpatías o venganzas decidían la suerte de unos y otros, tanto más si tenemos en cuenta la alineación en las filas de uno u otro bando en función de la localización geográfica. En el caso del reencuentro mencionado sabremos que el comandante, que antes de la guerra nunca manifestó interés por la política, luchó con las tropas franquistas por la casualidad de encontrarse en Zaragoza como estudiante cuando estalló la guerra. Y sin embargo, la integración en las filas de Franco ha hecho mella ideológica en él, que ahora repite con convicción las consabidas consignas del bando en el que luchó. Algunas escenas de la novela subrayan la rapidez con que aquellas consignas prendieron en el espíritu de mucha gente.

La lectura de este impagable testimonio es una fuente de información esencial para conocer no solo el funcionamiento y la función de uno de los sistemas franquistas de represión probablemente menos investigados hasta el momento, sino también algunos aspectos muy poco amables de la naturaleza humana, facetas que se desarrollan especialmente en situaciones de extrema supervivencia, que precisamente por ello es perentorio evitar siempre.

Club Editor ha publicado también del mismo autor otro libro sobre la guerra: Dues línies terriblemente paral·leles (1978).


Francesc Grau Viader
Cautivos y desarmados
Trad. de Damià Alou, 2ª edición
Club Editor, 2017, 207 pp.

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Anna Rossell

Anna Rossell

Anna Rossell (Barcelona –España, 1951)

De 1978 a 2009 profesora titular de la Universidad Autónoma de Barcelona en la especialidad de Lengua y Literatura Alemanas (Filología Inglesa y Germanística) y crítica e investigadora literaria en Barcelona, Bonn y Berlín.

Actualmente se dedica a la escritura creativa, la crítica literaria y la gestión cultural. Como gestora cultural organiza los recitales poéticos anuales estivales Poesía en la Playa, en El Masnou (Barcelona) y ha sido miembro de la comisión organizadora de los encuentros literarios bianuales entre continentes TRANSLIT. Actualmente organiza los Recitals de Poesia i Música VinsIdivina.

Colabora regularmente en numerosas publicaciones periódicas literarias nacionales e internacionales: Quimera, Ágora de arte gramático, Crítica de Libros, Revista Digital La Náusea, Realidades y ficciones, Las nueves musas, Nueva Grecia, Terral, Núvol y en revistas especializadas de filología alemana.

Entre sus obras no académicas ha publicado los libros Mi viaje a Togo (2006), El meu viatge a Togo (2014), Viaje al país de la tierra roja, Togo y Benín (2014), Viatge al país de la terra roja, Togo i Benín (2014), los poemarios La ferida en la paraula, (2010), Quadern malià / Cuaderno de Malí (2011), Àlbum d’absències (2013), Àlbum de ausencias (2014), Auschwitz-Birkenau. La prada dels bedolls/La pradera de los abedules (2015) y las novelas, Mondomwouwé (2011) y Aquellos años grises (España 1950-1975) (2012), Aquells anys grisos (Espanya 1950-1975) (2014).

Es coautora del libro de microrrelatos Microscopios eróticos (2006).

Cuenta en su haber con algunas traducciones literarias del alemán al español, entre ellas El Elegido, de Thomas Mann.

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