Las nueve musas
Martí y las mujeres que amó

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Resulta siempre interesante conocer que todo hombre, aun cuando sea considerado un héroe por diversas razones es también un ser humano que ama. Tal es el caso de José Martí.

Antes de reseñar el aspecto amoroso en la vida José Julián Martí Pérez (La Habana, 28 de enero de 1853 – Dos Ríos, 19 de mayo de 1895), considerado el apóstol cubano de la independencia, debemos precisar que tuvo tres vínculos fundamentales con España: el origen de sus progenitores y sus dos deportaciones a España.

Foto del joven MartíDebe tenerse en cuenta además que fue declarado oficialmente Héroe Nacional de Cuba y que “hombre de elevados principios, vocación latinoamericana e internacionalista; intachable conducta personal, tanto pública como privada y con cualidades humanas que en ocasiones parecen insuperables…” se le califica además como un “…cubano de proyección universal que rebasó las fronteras de la época en que vivió para convertirse en el más grande pensador político hispanoamericano del siglo XIX” .

Lo amoroso en Martí, humanista profundo que centraba su praxis en este sentido en el concepto bíblico del amor que es aquel que todo lo puede, todo lo soporta y todo lo perdona porque lo concibe como benigno y sufrido, requiere de algunas precisiones.

No estoy asegurando que Martí fuese consciente o no de lo bíblico (aunque Martí conocía la Biblia), sino que humanista de fuerte raigambre, era el amor en él una energía revolucionaria y revolucionadora.

Como dijera él mismo: “La única verdad de esta vida, y la única fuerza es el amor. En él está la salvación, y en él está el mando. El patriotismo no es más que amor”.

Lo otro que debe precisarse en cuanto a Martí como escritor, es que desde bien joven, aunque ya ansiaba la libertad de Cuba y estas ansias lo conducirían en su momento de la teoría a la acción, de la estrategia a la necesidad de la lucha armada, ya en uno de sus versos tempranos del drama Abdala lo expresaría así:

“El amor, madre, a la patria,

No es el amor ridículo a la tierra,

Ni a la yerba que pisan nuestras plantas;

Es el odio invencible a quien lo oprime,

Es el rencor eterno a quien la ataca”.

Este concepto aparentemente dual de amor-odio no le cegó nunca el entendimiento, porque el odio para él era al enemigo, al colonialista, al esclavizador.

Digamos que jamás maldijo al español colonialista ni odió al hombre esclavista de manera gratuita, a quienes consideraba dignos de lástima si cabe el término por rebajar la dignidad humana acabando ellos en la indignidad. Pero sin dejar de entender que el odio sí era necesario no contra el ser humano sino contra los males que el mal hombre generaba, lo cual expresó así: “Estamos para vencer (…) hemos sido buenos, hemos amado mucho, no hemos odiado”.

MARTÍ Y DOÑA LEONOR

José Martí y su hijo José Francisco, más conocido como IsmaelilloEntonces podría entenderse con facilidad que José Martí pudiese amar doblemente a quienes lo amaban, a aquellos que compartían con él el dolor por la patria esclavizada o simplemente el amor por lazos familiares o amistosos. Téngase en cuenta que el amor es un sentimiento universal que abarca no sólo las relaciones de carácter sexual.

En este sentido, uno de los grandes amores de Martí fue doña Leonor Pérez, quien como madre hubiese preferido que el hijo regresara a Cuba a convivir con la familia en lugar de haberse convertido en un clandestino, en un proscrito, en un enemigo de España.

No caben dudas que doña Leonor no comprendió el sacrificio de José por la patria pero no porque ella no quisiera la libertad para Cuba, sino porque el amor de madre a veces lleva una cuota de egoísmo, propio de quien se considera la dueña absoluta porque llevó durante meses en su vientre la criatura que luego amamantó y más tarde enseñó a andar. Y Martí se duele del dolor de su madre y lo dice en la dedicatoria que le hiciera en una foto tomada en la cárcel en 1870 durante su primer presidio político:

“Mírame, madre, y por tu amor no llores:

Si esclavo de mi edad y mis doctrinas,

Tu mártir corazón llené de espinas,

Piensa que nacen entre espinas flores”.

Martí se dolía del dolor de la madre y la tomaba como fuerza inspiradora para continuar su lucha por la libertad a pesar de la distancia que los separaba, lo que expresa de manera rotunda en las siguientes palabras contenidas en su ensayo El presidio político en Cuba: “¡Madre! Tantas lloran como tú lloraste! ¡Tantas pierden el brillo de sus ojos, como tú lo perdiste!”.

MARTÍ Y LAS HERMANAS

Si en relación con doña Leonor, Martí se muestra indulgente, comprensivo y tolerante, veamos que en cuanto a las hermanas las diferenció a cada una por sus características personales aunque a todas se encontraba unido por un denominador común: el deseo de estar junto a ellas.

Tuvo siete hermanas y dos de ellas (Pilar y Lolita) murieron muy pequeñas. Las cinco que sobrevivieron: Leonor Petrona o La Chata, era menor en un año que José; Ana, tres años menor; Carmen, nacida en Valencia, cuatro años menor; Rita Amelia, nueve años menor; y Antonia, once años menor.

La Chata fue caracterizada por Martí como bondadosa de corazón, muy susceptible y a quien lo unió de manera más íntima el hecho de sostener ella una profunda amistad con Carmen Zayas Bazán desde la época del noviazgo de esta con Martí.

Ana fue la hermana sufriente de Martí, muerta a los dieciocho años, angustiada por el profundo amor que sentía hacia Manuel Ocaranza, pintor que se encontraba en París. Siempre estaba Martí muy al tanto de los pretendientes de la hermosa Ana. Y su prematura muerte lo afectó tanto que el personaje Ana de su novela Amistades funestas es una copia fiel de su difunta hermana.

Carmen fue la rebelde, capaz de rebelarse contra sus padres cuando no le aceptaron a quien sería su esposo. Rebelión en una época en que las jovencitas se sometían de manera feudal a los progenitores. Martí la cataloga por este y otros hechos como “la Carmen digna”. Los unía un profundo amor fraternal y muestra de ello es el siguiente fragmento de una carta de la hermana donde le aclara que: “…yo no puedo estar disgustada con un hermano que tanto quiero aunque no haya tenido motivos de demostrárselo por el corto tiempo que has estado al lado de nosotros”.

Jose Marti en sus últimos añosAmelia fue para Martí motivo de inspiración en una serie de cartas que le envió desde Nueva York, en las cuales pone de relieve la hermosura de la hermana y lo tierno de su carácter. Y se hace evidente la confianza que él quería inspirarle cuando le dice: “Escríbeme sin tasa y sin estudio, que yo no soy tu censor, ni tu examinador, sino tu hermano”.

Antonia se convirtió en la más pequeña luego de la muerte de Lolita, lo que dio lugar a que creciera mimada y consentida por todos. Martí resaltó en su correspondencia la astucia, inteligencia y belleza de la hermana. El le manifestaba con frecuencia el amor que por ella sentía, como se advierte en el fragmento siguiente de una carta que le escribe a José: “Espero me contestes aunque sea dos letras para saber si es verdad que me quieres como me dices”.

De esta breve panorámica acerca del amor demostrado por José Martí hacia sus hermanas y el que ellas le demostraron, se pueden extraer algunas conclusiones.

  • A pesar de encontrarse él alejado de la familia en la mayor parte de las veces por razones políticas o personales, no dejaba de manifestarle el cariño por mediación de sus cartas o poemas.
  • Ellas le tenían como hermano mayor y en múltiples ocasiones por su confidente cuando ocurrían desavenencias familiares, dadas fundamentalmente por el desacuerdo de los padres con los hombres de los que ellas se enamoraban.
  • Martí, visto desde el ángulo del amor hacia sus hermanas, se nos complementa con el patriota, el pensador, el poeta, el humanista. Completa su humanidad de hombre terrenal a pesar de las profundas preocupaciones éticas que le atenazaban. Supo priorizar el amor hacia la familia a pesar de las vicisitudes que le tocó vivir.

OTRAS MUJERES EN LA VIDA DE MARTÍ

Les propongo a los lectores indagar en las relaciones que sostuvo José Martí con otras tres mujeres que marcarían su vida de diferentes maneras: Carmen Zayas Bazán, la esposa, María García Granados, llamada la Niña de Guatemala y María Mantilla.

Andrés Casanova

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