Las nueve musas

La polémica en torno al adverbio «sólo»

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La aparición en 2010 de la Ortografía de la lengua española trajo consigo una serie de polémicas. La más prolongada tuvo que ver con la recomendación de eliminar la tilde del adverbio sólo. En este artículo veremos hasta qué punto esa polémica fue fruto de un malentendido.

 I. Las novedades de la Ortografía de la lengua española de 2010

La polémica en torno al adverbio «sólo» La Ortografía es la disciplina que se ocupa de estudiar la representación gráfica de las unidades fónicas de la lengua. Como se ha dicho muchas veces, el español —a diferencia de otros idiomas— es esencialmente fonético, pues se da en él una enorme correspondencia entre los fonemas y los grafemas que se utilizan en su código escrito. Sin embargo, la correspondencia no es total, lo que hace que sean necesarias una serie de normas que sistematicen las diferentes formas de representación gráfica existentes: estas normas se conocen con el nombre de reglas ortográficas.

La tradición ortográfica de nuestra lengua ha establecido para cada una de las palabras del vocabulario una forma gráfica que es tenida siempre por correcta, de lo que se infiere que todas las demás son incorrectas. En consecuencia, podemos decir que las reglas ortográficas responden al más elemental principio de convención social, y que, por tanto, recién son formuladas después de la observación de los hechos lingüísticos que las producen, más allá de que los resultados de dicha observación sean ocasionalmente contradictorios.

Para superar las contradicciones que persistían todavía en la Ortografía de la RAE de 1999, apareció en 2010 la Ortografía de la lengua española, publicación elaborada en conjunto por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Esta nueva obra se define a sí misma como una «ortografía razonada», esto es, que no se limita a hacer una simple enumeración de las reglas ortográficas vigentes, sino que también expone los fundamentos teóricos que las justifican o, como dice el mismo texto de presentación, que «reflexiona sobre sus fundamentos, sobre su ámbito y campo de aplicación, sobre su naturaleza de convención gráfica, sobre sus relaciones con otras disciplinas lingüísticas, sobre su autonomía, sobre sus principios, sobre los ideales que persigue, sobre las causas de su evolución, sobre las reformas, etc.»[1]. Al mismo tiempo, cuenta con una gran cantidad de información histórica que ayuda al lector a comprender el origen y la evolución de los principales elementos de nuestro sistema gráfico. Estos rasgos, entre otros, explican por qué esta edición es bastante más voluminosa que su predecesora.[2]

No cabe duda, entonces, que las novedades propuestas por la Ortografía de la lengua española de 2010 fueron producto del concienzudo razonamiento al que fue sometida su preparación. A título ilustrativo, me permito recordar algunas de ellas:

  • Exclusión del abecedario de los signos ch y ll, ya que no son letras, sino dígrafos.
  • Propuesta de un solo nombre para cada letra, aunque algunas de ellas tengan nombres diversos según las zonas (la v pasa a llamarse uve; la w, uve doble; la y, ye).
  • Sustitución, por grafías propias del español, de la q etimológica con valor fónico independiente en aquellos extranjerismos y latinismos plenamente adaptados al español (*quorum > cuórum, *Qatar > Catar).
  • Supresión de la tilde diacrítica en la conjunción disyuntiva o escrita entre cifras.
  • Eliminación de la tilde en palabras con diptongos o triptongos ortográficos como guion, truhan, fie, liais, etc., ya que, desde el punto de vista ortográfico, son monosílabos y, por tanto, deben escribirse sin tilde.
  • Equiparación en el tratamiento ortográfico de extranjerismos y latinismos, incluidas las locuciones (ahora van siempre en cursivas).
  • Presentación de normas sobre la escritura de los prefijos (incluido ex-, que ahora recibe el mismo tratamiento ortográfico que los demás prefijos: exmarido, ex primer ministro).
  • Eliminación de la tilde diacrítica en el adverbio solo y los pronombres demostrativos incluso en casos de posible ambigüedad.

Todas estas novedades fueron aceptadas de inmediato por los usuarios de la lengua española. Todas excepto la última, que tuvo notables rechazos, incluso en el mismísimo seno de la Academia, y que generó una polémica que se prolongó por más de seis años.

 II. Sólo sin tilde, ¿norma o recomendación?

La Ortografía de 2010 señala con sobrados argumentos que el empleo tradicional de la tilde en el adverbio solo y los pronombres demostrativos no cumple el requisito esencial que justifica el uso de la tilde diacrítica, que es el de oponer palabras tónicas (o acentuadas) a palabras átonas (o inacentuadas) formalmente idénticas, y concluye en lo siguiente: «ya que tanto el adjetivo solo como los determinantes demostrativos son palabras tónicas, lo mismo que el adverbio solo y los pronombres demostrativos, a partir de ahora se podrá prescindir de la tilde en estas formas incluso en casos de doble interpretación»[3].

SoloComo sabemos, las reglas ortográficas anteriores a 2010 admitían el uso de tilde diacrítica en el adverbio sólo y los pronombres demostrativos para distinguirlos del adjetivo solo y de los determinantes demostrativos cuando en un mismo enunciado podían darse casos de ambigüedad, como sucede, por ejemplo, en la oración Juan viene solo los días feriados, que, o bien puede interpretarse como Juan viene solamente los días feriados, o bien como Juan viene sin compañía los días feriados.[4] La Ortografía de 2010, no obstante, considera que cualquier posible ambigüedad puede llegar a resolverse por el propio contexto comunicativo, y en aquellos casos en los que el contexto no está en condiciones de aclararla, sugiere emplear sinónimos (solamente o únicamente, en el caso del adverbio sólo) o incluso modificar la redacción.

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Ahora bien, ¿es ésta una norma o una recomendación? Recordemos que el texto original dice lo siguiente: «a partir de ahora se podrá prescindir de la tilde en estas formas [refiriéndose al adverbio sólo y a los pronombres demostrativos] incluso en casos de doble interpretación»[5]. El sintagma se podrá prescindir no parece expresar desde ningún punto de vista una prohibición, como sí lo hacen otras frases de la obra, por ejemplo, aquella que se refiere a las palabras guion, fie, truhan, etc., en donde se precisa que éstas «se escribirán obligatoriamente sin tilde, sin que resulten admisibles, como establecía la Ortografía de 1999, las grafías con tilde»[6].

Tras la polémica que suscitó este aparente error interpretativo, el mismo coordinador de la Ortografía de 2010, Salvador Gutiérrez Ordóñez, reconoció que en la obra se presentaron una serie de «propuestas normativas», cuyo incumplimiento constituiría en efecto una falta ortográfica, y una serie de «recomendaciones», que no necesariamente debían interpretarse como normas. Así pues, la última Ortografía, luego de explicar los fundamentos por los cuales no debe usarse la tilde en los casos que tratamos, «recomienda» que no se use, aunque no condena a quienes, «por costumbre», quieran seguir utilizándola.[7]

La prueba definitiva de que esta polémica está zanjada en la actualidad la ofrece el mismo DLE, que, en su versión digital de 2017, muestra al adverbio sólo con su histórica y distinguidora tilde, tal como se la admitía hasta 1999.[8]

III. Tan sólo algunas palabras a modo de conclusión

 «Al igual que Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte, yo he mantenido la tilde en mi escritura. En mis últimos libros sigo escribiendo sólo con acento», declaró Pere Gimferrer en una entrevista hace más de cuatro años. Quien venga siguiendo mis artículos reconocerá que yo mismo hubiera podido decir esas palabras. Para qué negarlo, al igual que lo que le sucede a buena parte de los que integran la industria editorial, no creo que me sea posible quitarme la «costumbre» de escribir con tilde las palabras que aquí se han puesto en consideración, que, por otro lado, no sólo se usan en casos de ambigüedad.

Sin embargo, como corrector tengo la costumbre de preguntar a la editorial o al escritor que contrata mis servicios qué es lo que quiere hacer con sus tildes. Basándome en la respuesta que recibo, establezco los patrones mínimos de coherencia tipográfica, pues no hay nada más molesto que toparse con un texto que presente la misma palabra (y con el mismo sentido) escrita a veces con tilde y a veces sin ella, y el caso del adverbio sólo y de los pronombres demostrativos se presta casi siempre a estos deslices.

Con los textos de las páginas de Internet —siempre y cuando no sean literarios o ensayísticos— suelo manejarme de manera distinta, pues considero que una buena forma de evitar incongruencias entre los contenidos de un sitio web y su comunicación diaria en redes sociales es simplificar la ortografía siempre que sea posible. De hecho, más de una vez he visto tuits o estados de Facebook en los que los determinantes demostrativos aparecen escritos erróneamente con tilde (por ejemplo, *Tenemos grandes ofertas éste día o *Ésta casa es la casa de todos), cuando en las páginas web de esos mismos usuarios los determinantes demostrativos aparecen escritos como corresponde. Estimo que la recomendación de la Ortografía de 2010 de la cual se ha estado hablando aquí puede llegar a ser de mucha ayuda en estos casos. Dicho de otro modo, si el que escribe no es capaz de distinguir la diferencia entre un pronombre demostrativo y un determinante demostrativo, es preferible que tome esa recomendación como una regla.


[1] Real Academia Española y Asociación de Academias de la lengua española. Ortografía de la lengua española, Madrid, Espasa Calpe, 2010.

[2] Siguiendo el modelo de la ‘Nueva gramática de la lengua española’, la nueva edición de la Ortografía se presentó en dos versiones: una de referencia, amplia y razonada, la Ortografía de la lengua española, y otra más reducida, esencial y manejable, la Ortografía básica de la lengua española.

[3] Real Academia Española y Asociación de Academias de la lengua española. Óp. cit.

[4] Si hay algo que debe quedarnos en claro es que la postura de la RAE con respecto a este caso ha sido por demás coherente, pues, desde 1959, la Academia no pone la tilde en solo en ninguna de sus publicaciones.

[5] Real Academia Española y Asociación de Academias de la lengua española. Óp. cit.

[6] Real Academia Española y Asociación de Academias de la lengua española. Óp. cit.

[7] Con todo, se sabe que la idea inicial era presentar esta recomendación como norma, pero la iniciativa no fue aprobada por el pleno de la Academia.

[8] Véase Real Academia Española (2017). Diccionario de la lengua española (en línea), Madrid consultado el 13 de julio de 2017.


 

Flavio Crescenzi

Flavio Crescenzi

Flavio Crescenzi nació en 1973 en la provincia de Córdoba, Argentina.

Es docente de Lengua y Literatura, y hace varios años que se dedica a la asesoría literaria, la corrección de textos y la redacción de contenidos.

Ha dictado seminarios de crítica literaria a nivel universitario y coordinado talleres de escritura creativa y escritura académica en diversos centros culturales de su país.

Cuenta con seis libros de poesía publicados, los dos últimos de ellos en prosa:
• «Por todo sol, la sed» (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2000);
• «La gratuidad de la amenaza» (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2001);
• «Íngrimo e insular» (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2005);
• «La ciudad con Laura» (Sediento Editores, México, 2012);
• «Elucubraciones de un "flâneur"» (Ediciones Camelot América, México, 2018).
• «Las horas que limando están el día: diario lírico de una pandemia» (Editorial Autores de Argentina, Buenos Aires, 2023).

Su primer ensayo, «Leer al surrealismo», fue publicado por Editorial Quadrata y la Biblioteca Nacional de la República Argentina en febrero de 2014.

Tiene hasta la fecha dos trabajos sobre gramática publicados:
• «Del nominativo al ablativo: una introducción a los casos gramaticales» (Editorial Académica Española, 2019).
• «Me queda la palabra: inquietudes de un asesor lingüístico» (Editorial Autores de Argentina, Buenos Aires, 2023).

Desde 2009 colabora en distintos medios con artículos de crítica cultural y literaria.

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