Las nueve musas
Bizancio

La brecha entre la civilización de la Grecia clásica y el cristianismo bizantino.

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El historiador Dieter Langewiesche ha escrito que la competencia por el poder y –sobre todo- por mantenerlo, ha sido siempre identificada con la competencia por mantener la soberanía sobre la Historia, por el control de la interpretación histórica y por la definición de la imagen que debería ser entregada a las próximas generaciones.

Esta competencia se ve claramente en la Historia del modus vivendi neohelénico y de la educación griega moderna –dos factores plagados por los estereotipos y los mitos de la ideología prevaleciente: la nación, la religión, el Imperio bizantino y la monstruosidad terminológica de la “cultura greco-cristiana” –la cual ha permanecido vigente desde que fue acuñada en el siglo XIX.

Grecia clásica y cristianismo bizantinoEl resultado de todo eso ha sido la consolidación de una clerecía nacionalista, la cual (en colaboración con los partidos conservadores de derechas y ultraderechas y con los correspondientes medios masivos de comunicación) sigue imponiendo sus interpretaciones dogmáticas sobre la Historia.

Son muchos los acontecimientos políticos, sociales, ideológicos y culturales del período bizantino que no se refieren en los libros escolares de hoy. ¿Acaso será honrada la actitud de los historiadores que encubren los acontecimientos y las nociones que no les convienen para su confección ideológica? ¿Es eso una creación correcta de conocimiento histórico? La aplicación ideológica de la Historia ha herido la educación formal de los griegos modernos, y ha dañado su identidad política.

La historiadora griega T. Kiusopulu ha dicho que muchas veces, estando absortos por la investigación cotidiana, olvidamos que nuestro punto de partida es político. A pesar de que no lo admitimos, la Historia está siempre vinculada con el presente.

Grecia clásica y cristianismo bizantinoVarios pensadores nacionalistas –usurpadores de la Historia y “vendedores” de nuestra cultura- teólogos, politicastros y “filósofos” neo-ortodoxos se consideran a sí mismos como portadores de la única verdad absoluta, exactamente como los teólogos bizantinos, los patriarcas y los emperadores que ellos admiran.

Y van pregonando sus ideologías helenocéntricas, focalizadas en la religión y centradas en los partidos políticos y en las teorías del Estado.

Karl Mannheim dice que si no podemos interpretar el pasado, no podemos imaginarnos el futuro. Y, desgraciadamente, eso ocurre también con la sociedad moderna de Grecia, que no puede interpretar y acomodar su pasado en su consciencia. Hasta ahora se iba encargando con ideas, sentidos y tierras que nunca poseía y que jamás le pertenecieron. Percibía las leyendas como si fueran verdaderas y con el paso del tiempo fue hundiéndose en ellas.

El año 1922 ha sido el de la Gran Idea y de las patrias irredentas; y solamente los ingenuos y los nacionalistas impenitentes no entienden la tontera de la ideología de la Gran Idea (que dictaba reconquistar las tierras por donde pasaron nuestros antepasados) –incluso después de su resultado desastroso. Las patrias perdidas y el helenismo irredento disuadieron la atención a la reforma educativa y al desarrollo económico. Y eso ha cargado la atmósfera con un narcisismo hueco, guiado por la Antigüedad clásica.

A  lo largo del período bizantino (330-1453 d.C.), la cultura de la Grecia clásica fue perseguida: los templos de la Antigüedad fueron derrumbados, el oráculo de Delfos fue condenado, los Juegos Olímpicos fueron eliminados, los libros filosóficos y científicos fueron quemados, los teatros estuvieron prohibidos, los centros de Asclepios para la cura de los enfermos fueron sellados y los seguidores de la cultura helénica fueron perseguidos y evangelizados violentamente.

En Éfeso, el Apóstol Pablo instó a los cristianos a que quemaran los libros de la sabiduría griega, y en el año 415, el Patriarca Cirilo de Alejandría incitó a la multitud de los fanáticos que mataran a Hipatia –la filósofa neoplatónica y maestra griega de matemáticas y astronomía, utilizando en vez de cuchillos unos pedazos de cerámica –fragmentos de ánforas. En fin, en el año 529, el emperador Justiniano decretó el cierre de la Escuela de Platón en Atenas, que había estado funcionando durante diez siglos.

La civilización helénica fue para los bizantinos siempre algo ajeno.

El cristianismo bizantino no admitió la filosofía, ni la investigación o el diálogo, sino la teología, el dogma y la única verdad absoluta. Ni siquiera aguantaba a los cristianos que tenían una opinión un poco diferenciada; los caracterizaba como herejes, los perseguía y los excomulgaba. No toleraba a los ciudadanos libres en el Ágora; lo que deseaba era tener un rebaño de fieles. No aceptaba el amor ni el gozo carnal, sino el ascetismo y el odio al cuerpo. En vez de comedias y tragedias, tenía misas que fomentaban la sumisión. Los íconos de la hagiografía ocultaban el cuerpo desnudo del ser humano y el diálogo se substituía por la oración religiosa. El conocimiento humano en el Imperio bizantino se contemplaba como un resultado de la iluminación espiritual y divina de la Revelación que era un privilegio de los curas y de los patrones imperiales; no se consideraba como un producto del “logos” –es decir de la lógica humana.

Las ideologías basadas en los mitos que ocultan la verdad de los acontecimientos históricos son como las drogas: nos hacen viajar lejos de la realidad, anihilándola porque no queremos o no tenemos la fuerza para enfrentarla. Pero esa aniquilación de la verdad crea un mundo falsificado, y por consecuencia, una identidad distorsionada.

Grecia clásica y cristianismo bizantino 3La democracia ateniense fue vencida por el ejército macedónico de Filipo y de Alejandro Magno en el año 338 a.n.e. Tras aquel derrote de la civilización democrática, y después de la pérdida de la libertad, la igualdad, la soberanía de la ley y la participación de los ciudadanos [= demos] en la toma de decisiones, en la autoridad y en el poder, las ciudades-Estado helénicas se hunden en regímenes oligárquicos, monárquicos y antiliberales.

Es impresionante el hecho de que Bizancio no avasalló a los griegos después de una guerra, y que ni ellos se sublevaron en contra del imperio. Pero las autoridades políticas y eclesiásticas del cristianismo bizantino consideraban a los helenos adversarios y enemigos, y eso de manera arbitraria y dogmática, solo porque ellos representaban una cultura diferente y un mundo completamente ajeno a la mentalidad cristiana-bizantina. La ideología cristiana, basada en la única verdad absoluta, no comprendía las nociones de la tolerancia, del humanismo y de la libertad de expresión, y por eso no pudo tolerar la diferencia espiritual, ni aguantar la potencia cultural de la civilización helénica. Este hecho es suficientemente grave, como para que podamos caracterizar al comportamiento de la autoridad cristiana-bizantina como bárbaro.

En este marco, la lengua griega se convirtió en “ancilla theologiae” –es decir en sierva de la teología. Quedó esterilizada, sin ninguno de sus esenciales mensajes sobre la objeción, la justicia política, la pesquisa filosófica y la democracia participativa.

Grecia clásica y cristianismo bizantino 3Militantes de dicho desastre cultural fueron los Tres Santos Jerarcas de la Iglesia Ortodoxa: Basilio el Grande –el de Cesárea, Gregorio el Teólogo –conocido como Nacianceno, y Juan Crisóstomo. Ellos apoyaron al emperador Teodosio I en su obra anti-helénica. Juan Crisóstomo (cuyo sobrenombre significa: “boca de oro”) se preguntaba: -¿Quién más imprudente que los griegos? Fue él quien, más tarde y siendo Patriarca de Constantinopla, ordenó la destrucción del templo de Artemisa en Éfeso (Asia Menor). Su amigo, Gregorio –quien también llegó a ocupar la Santa Sede Patriarcal- criticó en su obra escrita a Homero y a Heráclito, a Sócrates, a Platón y a Aristóteles, entre otros ilustres pensadores del espíritu helénico. La doctrina cristiana condena el deseo y el gozo carnal y los rebaja a la ínfima cualidad de los pecados y crímenes. Basilio, en sus escrituras, proyecta la superioridad de la fe religiosa ante la investigación filosófica. Considera el dogma cristiano mejor que el conocimiento obtenido mediante las preguntas lógicas.

Grecia clásica y cristianismo bizantino 3Por consiguiente, los teólogos cristianos no procedieron a ninguna síntesis del helenismo con el cristianismo. No llevaron a cabo ningún diálogo esencial con la antigua filosofía de Grecia. El término pseudohistórico de la “cultura greco-cristiana” ha sido un invento de los nacionalistas y los nuevos-ortodoxos.

Se dice que Roma conquistó a Grecia con sus fuerzas militares, pero que Grecia conquistó a Roma con la fuerza de su espíritu. Los romanos respetaron y asimilaron la cultura helénica. Pero los emperadores bizantinos y los sacerdotes cristianos derrumbaron toda construcción helénica para fundar su autoridad. Los siglos IV y V d.C., son los de la decadencia y se caracterizan por la destrucción de la red vial, la crisis económica y la aniquilación de las ciencias. Esto indicó el final de un modus vivendi de las urbes de la Antigüedad clásica y el comienzo de un mundo medieval y muy diferente, como refiere Cyril Mango.

Una de las diferencias substanciales entre esos dos mundos es el hecho de que en la Grecia clásica no se entendía la eternidad del alma; el ser humano era mortal. Tampoco existía la santa Providencia ni las órdenes divinas sobre la ética humana; los ciudadanos no estaban obligados a comportarse de acuerdo con los mandamientos de Dios, y eso constituye la razón de la falta de una casta sacerdotal. Por el otro lado, en el seno del Imperio bizantino se crea por primera vez la teología dogmática, dirigida hacia los fieles cristianos que eran caracterizados como siervos de Dios, del Patriarca y del Emperador. La búsqueda por la verdad era –en el mejor de los casos- inútil, y en el peor, peligrosa y por eso prohibida. “Creer sin dudar” era la enseñanza de la Iglesia. Y esa doctrina apoyaba al “Dei Gratiae Rex”.

Grecia clásica y cristianismo bizantino La censura que sufrió el cortometraje de K. Gavrás que se presentaba en el nuevo Museo de la Acrópolis y se refería a los daños que sufrieron los relieves en mármol de Fidias por los cristianos fanáticos de los primeros siglos, ha sido la muestra más reciente del autoritarismo del poder político actual de Grecia, que se caracteriza por la falta de educación substancial y por ser sumiso a la Iglesia.

Todas estas opiniones expuestas de manera breve en el presente artículo no pretenden insultar las creencias personales de los lectores hispanohablantes ni las de los ciudadanos griegos, las cuales siempre deben ser respetadas. Cada individuo está en pleno derecho a mantener sus propias ilusiones monoteístas o politeístas, pero no a aplicar violencia para promover e imponerlas como verdades incuestionables mediante las instituciones estatales; eso ha hecho durante décadas la Iglesia Ortodoxa, dejando a Grecia en unas condiciones sociopolíticas tercermundistas.


(Fuente bibliográfica: Mitos y realidad sobre Bizancio, Yorgos N. Ikonomu, Edi. Exarjia, Atenas, 2014.)

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Ilias Tampourakis

Ilías Tampourakis Malamatinas nació en Atenas (Grecia) y creció en el seno de una familia griega con raíces internacionales.

Ha enseñado español y portugués en la Escuela de Idiomas de la Universidad Nacional I. Kapodistrias de Atenas y en los seminarios culturales de la Unesco en Grecia.

Traductor en el Cuerpo Diplomático de América Latina en Atenas, registrado en la lista oficial de traductores e intérpretes de la Embajada de España en Atenas, y escritor de artículos y libros con temas culturales.

Representa al Comité de Arte de la Alianza Sociocultural Latinoamericana y Española en Grecia y era durante varios años columnista del boletín social africano en Atenas. Es, también, jefe de la sección de antropología en “Las Nueve Musas” –revista de artes, ciencias y humanidades– y registrado en el Directorio Cultural Hispano (España).

Ha dedicado un largo período al estudio de las civilizaciones de Asia, la filosofía y la naturaleza de este continente. Además, ha estudiado el análisis morfosintáctico de 12 idiomas –entre los cuales el runasimi de los quechua, los descendientes actuales de los antiguos incas-, investigando la mentalidad cultural que ellos revelan.

Certificado de los seminarios de paleografía española y oriental de las Universidades de Harvard (EE.UU.) y Complutense (Madrid); depositó (el año 2014, en colaboración con la Universidad de Colorado, EE.UU) su obra pertinente en los archivos estatales de Plasencia (España).
Premio de la Unesco (Grecia) por el Entendimiento y la Paz entre los Pueblos.

Premio Mundial a la Excelencia Literaria 2019-2020, otorgado por la Unión Hispanomundial de Escritores (UHE) / World Nations Writers Union y por la Municipalidad Provincial de Urubamba – Cusco (Gobierno del Perú).

Un texto de él, sobre la vida de los latinoamericanos en Grecia, fue publicado en el boletín del Cuerpo Diplomático de América Latina en Atenas, y formó parte del examen de la lengua española en el marco de la selectividad del Ministerio de Educación de Grecia, para el ingreso de los candidatos en la filología hispánica de la Universidad Nacional de Grecia (2021).

Ha sido guía turístico en Grecia para los grupos de la Comunidad de Castilla y León (Gobierno de España).

Ha estado viajando durante 30 años por 78 países del mundo,
fotografiando y coleccionando piezas musicales y otras curiosidades.

Estuvo viviendo una larga temporada con su familia en Costa Rica (América Latina), trabajando como docente, y visitó varias veces el Perú, recopilando la poesía oral de los Incas.

Cree que el conocimiento es substancial solo cuando se combina con la experiencia, y se niega a conformarse con cualquier tipo de opresión.
Considera que el hibridismo cultural proyecta varios elementos interesantes pero que, a la vez, corre en sus venas el dolor.

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