Las nueve musas
Joan Vinyoli

Joan Vinyoli: Anochecer en la cafetería

Promocionamos tu libro

I

Es una pesadilla tener siempre en el cajón,
a mano, guardada, la ampollita
de cianuro por si me urgiese usarlo,
ante la absurdidad del universo
o del hombre, inútil preguntador
dentro del orden imaginado por el demiurgo.

Detenida la sangre, ya no sería necesario
cerrar y abrir nunca más la puerta
carcomida ni tampoco encender fuego,
que el estofado de la vida tiene mal gusto,
ni hacerme la cama, ni nada.
Liberado del hambre,
de placeres y de dolores, ¿qué soy, finalmente?
Aquí no valen conjeturas. Metafórico
con todo menos con la muerte, ya responderán los gusanos
en las tinieblas.
Ahora sólo sé que tengo
dentro de mí estallidos, umbráculos de recuerdos,
incendios metalúrgicos y tucanes de vuelo
silencioso y suave que me hablan de una selva
remota. ¿Pero el ave del paraíso,
enjaulada? ¿Y todos nosotros, qué?
Enjaulados también.
¡Qué punzante pesadumbre
de un sol perpetuo y de un gran lugar abierto
donde vivir siempre!
Que el tejón nos abrigue
cuando es invierno y el hipopótamo gordo
nos lleve, en el tiempo cálido, a los ríos donde se remoja.

 

II

No siempre las etapas de la vida
se acaban como los árboles que huyen, nítidos,
al viajero que mira con ojos cansados,
puesto el corazón en la próxima ciudad,
un cielo de transparencia matinal
o un áspero fondo de rocas, moderado
por una puesta grande y fastuosa.

Descarrilado en una curva, el tren
se precipita desde lo alto de un risco.
De entre montones de chatarra se levantan hombres
a vivir en la incomodidad de su último invierno:
el ejecutivo, el incendiario, el santo,
la bailarina, el pobre, el insensato,
en la sucia destrucción que humea.

Ah, si entonces, como de un inmenso brasero
de solidaridad, quemase un fuego,
¿qué no diríamos de este gran dolor
que nos nubla siempre el pensamiento?
Levantemos, pues, una tienda contra el viento,
seamos un simulacro del amor
y acabaremos por ser tan sólo amor.

 

III

La gente es un perfecto, ilimitado
singular repetido. Sólo el 
vale para entenderse en la inmensidad
del universo. Cuando miro cómo brilla el cielo,
iluminado por millones de estrellas,
y veo la tierra oscura, con tanta hiel
y goce banal, me digo: La única cometa
que vale es la que hace volar, hechizado,
un niño, corazón inocente, al que nadie ve.

Porque siente tan cerca pañal y mortaja,
el hombre no cesa de inventar poderes
contra el miedo siniestro que lo atenaza.
Vivamos, ya que estamos vivos, dolores y placeres.
Y no pensemos que hay ninguna Faz Inmensa
en la hora grave de la última partida.
Cuando los depredadores hayan convertido en nada
nuestro cuerpo, tendremos la omnipotencia
de estar bien muertos. Nunca implores clemencia.
Nadie te oye en el eterno fluir.

 

VESPRE A LA CAFETERIA

I

És un malson tenir sempre al calaix
tocant a mà, desada, l’ampolleta
de cianur per si m’urgís d’usar-lo,
davant l’absurditat de l’univers
o bé de l’home, inútil preguntaire
dins l’ordre imaginat pel demiürg.

Aturada la sang, ja no caldria
tancar i obrir cap altre porta
corcada ni tampoc encendre foc,
que l’estofat de vida té mal gust,
ni fer-me el llit, ni res.
Quiti de fam,
de plers i de dolors, què sóc a l’últim?
No hi valen conjectures. Metafòric
amb tot menys amb la mort, ja respondran els cucs
en la tenebra.
Ara sols sé que tinc
dins meu esclats, umbracles de records,
incendis metal·lúrgics i tucans de vol
silenciós i tou que em parlen d’una selva
remota. Però l’au del paradís,
engabiada? I què, nosaltres tots?
Engabiats també.
Quina punyent recança
d’un sol perpetu i d’un gran lloc obert
on
viure sempre!
Que el teixó ens abrigui
quan és hivern i hipopòtam gras
ens porti, en el temps cald, als rius on es rabeja.

 

II

No sempre les etapes de la vida
s’acaben com els arbres fugen, nets,
al viatger que mira amb ulls cansats,
posat el cor en la ciudat propera,
un cel de transparència matinal
o un aspre fons de roques, moderat
per una posta gran i fastuosa.

Descarrilat en una corba, el tren
s’estimba daltabaix d’una cinglera.
D’entre munts de ferralla es drecen homes
a viure en l’inconfort del seu hivern darrer:
l’executiu, l’incendiari, el sant,
la ballarina, el pobre, l’insensat,
en la bruta desfeta que fumeja.

Ah, si llavors, com d’un inmens braser
de solidaritat, cremés un foc,
què no diríem d’aquest gran dolor
que ens ennuvola sempre el pensament?
Bastim, doncs, una tenda contra el vent,
siguem un simulacre de l’amor
i acabarem per ser tan sols amor.

 

III

La gent és un perfet, il·limitat
singular repetit. Només el 
tu
val per entendre’s en la immensitat
de l’univers. Quan miro el cel com lluu,
amb milions d’estels il·luminat,
i veig la terra fosca, amb tant de fel
i goig banal, em dic: L’únic estel
que val és el que fa volar, encisat,
un nen, cor innocent, a qui no veu ningú.

Perquè sent tan aprop bolquer y mortalla,
l’home no cessa d’inventar poders
contra la por sinistra que el tenalla.
Visquem, puix que som vius, dols y plaers.
I no pensem que hi ha cap Faç Inmensa
a l’hora greu de l’última partença.
Quan els depredadors hauran tornat no-res
el nostre cos, tindrem l’omnipotència
de ser ben morts. No imploris mai clemència.
Ningú no et sent dins l’eternal fluència.

La mano del fuego
comprar en editorial Candaya

Joan Vinyoli nació en 1914 en Barcelona, donde murió en 1984.

Entre otros libros, ha publicado: Vent d’aram, Domini màgic y Passeig d’aniversari.

En español: La mano del fuego (Editorial Candaya, Barcelona, 2014, traducción de Carlos Vitale).


 

Carlos Vitale

Carlos Vitale

Carlos Vitale (Buenos Aires, 1953) es Licenciado en Filología hispánica y Filología italiana.

Ha publicado Unidad de lugar (Candaya, Barcelona, 2004), Descortesía del suicida (Candaya, Barcelona, 2008), Cuaderno de l'Escala / Quadern de l'Escala (fotografías de Jaume Salvat, ilustraciones de Marc Vicens y prólogo de Carles Duarte, Vitel·la, Bellcaire d'Empordà, 2013), Fuera de casa (La Garúa, Barcelona, 2014), El poeta más crítico y otros poetas italianos (Emboscall Editorial, Barcelona, 2014) y Duermevela (Candaya, Barcelona, 2017).

Asimismo ha traducido numerosos libros de poetas italianos y catalanes: Dino Campana (Premio de Traducción “Ultimo Novecento”, 1986), Eugenio Montale (Premio de Traducción “Ángel Crespo”, 2006), Giuseppe Ungaretti, Gerardo Vacana, Sergio Corazzini (Premio de Traducción del Ministerio Italiano de Relaciones Exteriores, 2003), Amerigo Iannacone, Libero De Libero, Joan Vinyoli, Umberto Saba (Premio de Traducción “Val di Comino”, 2004), Giuseppe Napolitano, Joan Vinyoli, Mario Luzi, Sandro Penna, Antoni Clapés, Joan Brossa, Josep-Ramon Bach, etc.
Ha participado en festivales, lecturas y encuentros de poesía en Argentina, España, Venezuela, Armenia, Italia, Suiza, Rumania, Estonia, Grecia, Bulgaria y Francia.

En 2015 obtuvo el VI Premio José Luis Giménez-Frontín por su contribución al acercamiento entre culturas diversas. Reside en Barcelona desde 1981.

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