Las nueve musas
Jaime I

Jaime I de Aragón, El Conquistador

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Don Jaime I El Conquistador, rey de Aragón, era hijo de Pedro II de Aragón y de María de Montpellier, matrimonio mal avenido que no tuvo más hijo que él.

Nació en Montpellier en 1208, habiendo sido gestado de forma casual, cuando uno de sus nobles guio al rey con engaños y totalmente a obscuras hasta el lecho donde se hallaba la reina.

Mapa conquistas de Jaime I
Mapa conquistas de Jaime I

Ya desde la cuna —donde sufrió un atentado— hubo de vivir una infancia azarosa y plagada de peligros, porque madre e hijo fueron abandonados por el rey. Muerto Pedro II al sur de Francia en la batalla de Muret (1213), quedó el rey niño, con escasos cinco años, en poder del mayor enemigo de su padre, Simón de Montfort, puesto que doña María, su madre, había muerto en Roma ese mismo año.

Comenzó su reinado en minoría de edad gracias a la protección del Papa Inocencio III, que logró que quien lo retenía de modo ilegal lo devolviera en 1214. El Papa lo confió entonces al Maestre de la Orden del Temple, por lo que desde 1215 fue criado y educado por los templarios en el castillo de Monzón, observándose así el testamento de la reina María. Durante esta etapa, el gobierno de Aragón lo ejerció un consejo de regencia integrado por nobles aragoneses y catalanes, encabezados por el conde Sancho Raimúndez, hijo de la reina de Aragón doña Petronila y del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. Quien presidía la regencia, por tanto, era su tío abuelo, por ser hermano de Alfonso II de Aragón (primogénito de doña Petronila y abuelo del rey niño Jaime I).

Concluyó la regencia del conde don Sancho en 2018, cuando el abad de Montearagón — Fernando—, tío también del rey Jaime, se le enfrentó a la cabeza de un bando contrario de seniores de natura aragoneses, del que formaban parte, entre otros, don  Jimeno Cornel, don Pedro de Ahonés y don Blasco de Maza, quienes más adelante protagonizarían diversos conflictos entre la nobleza y la monarquía. En 1219 preside la regencia el arzobispo de Tarragona —oficialmente, porque quien actuó en verdad desde ese momento como leal consejero fue el muy joven noble don Blasco de Alagón—, consejo de regentes que se mantiene por espacio de dos años, hasta 1221 en que don Jaime I, a los 13 años de edad, se sacude la regencia con motivo de su primer matrimonio. En la villa de Ágreda contrajo primeras nupcias el 6 de enero de 1221, con doña Leonor, hija de Alfonso VIII de Castilla y de Leonor de Inglaterra.

Pedro II de Aragón
Pedro II de Aragón

Don Blasco de Alagón se ganó la confianza del rey niño desde su etapa en el castillo de Monzón, del que lo ayudó a escapar cuando solo contaba nueve años y había sido apresado en su interior por otros varios nobles. También don Blasco era el amigo y consejero que lo acompañaba en su séquito cuando, sin haber cumplido aún los 13 años, el rey fue a Ágreda a recibir a su primera esposa, Leonor de Castilla, y a ser testigo en aquellos desposorios. También él estuvo presente cuando el rey adolescente veló armas y accedió a la caballería en Tarazona, tras lo cual fue nombrado Mayordomo del Reino por el soberano.

El matrimonio formado entre don Jaime I y doña Leonor concibió un hijo varón, don Alfonso, quien como primogénito sería el heredero de su padre. Pero en 1229 este matrimonio sería anulado por la Iglesia (a petición del rey) por razones de consanguinidad —eran primos en segundo grado—, aunque don Jaime consiguió del Papa que su hijo no fuera deslegitimado, alegando que el matrimonio habíase contraído de buena fe.

El rey Conquistador contraería segundo matrimonio a los 26 años en Barcelona, el 8 de septiembre de 1235, con doña Violante, hija del rey de Hungría; era mujer de fuerte carácter y que mucho llegaría a influir en su esposo, a quien dio cuatro hijos y cinco hijas.

Como ya hemos adelantado, la rivalidad entre la Corona y los nobles se recrudeció durante la infancia y adolescencia de don Jaime I con las intrigas que rodearon sus regencias, viéndose el reino envuelto en estériles luchas nobiliarias. Uno de los casos que peores consecuencias acarrearon fue protagonizado por don Pedro de Ahonés, quien había perdido la confianza del monarca desde cuando, con otros caballeros de la nobleza, mantuvo encerrados al rey y a la reina, recién casados, en el Palacio de la Zuda de Zaragoza por espacio de tres semanas; ya entonces el rey adolescente le anunció que jamás volvería a gozar de su amistad. Mas adelante, los conflictos culminarían con la insurrección de los seniores de natura aragoneses por causa de la muerte violenta de don Pedro de Ahonés en 1226.

Fue este el lance más significativo de aquella pugna, y así sucedió: Para una fecha fija de aquel año 1226, don Jaime había convocado a la mayoría de los ricoshombres y caballeros en Teruel, con el afán de ir a acombatir al rey Zayd Abũ Zayd[1] de Valencia. El rey de Aragón llegó puntual, pero transcurrió casi un mes, se agotaron los víveres y nadie se presentó a la cita, salvo cuatro, y uno de ellos era su leal don Blasco de Alagón, Mayordomo del Reino; los otros eran don Artal de Luna, don Ladrón y don Atho de Foces. A consecuencia de tan larga estancia perdida allí, el monarca quedó endeudado y obligado hacia don Pascual Muñoz, ciudadano ejemplar de Teruel, que fue quien financió dicha expedición. Aquella traición impidió que pudiera llevarse a cabo la campaña, por lo que viose el rey forzado a proponer treguas al de Valencia; solo tenía el soberano aragonés diecisiete años de su edad, mas, al final, consiguió un pacto ventajoso, ya que el régulo valenciano se comprometía a pagar parias al reino de Aragón a cambio de la paz: la quinta parte de las rentas de Valencia y Murcia.

Jaime I en el asedio de Valencia-juansamuhomec
Jaime I en el asedio de Valencia

Pero aconteció que, cuando don Jaime y aquellos escasos de sus fieles que lo respaldaban regresaban hacia Aragón, al salir de Teruel y ya cerca de Calamocha, se tropezaron con don Pedro de Ahonés y su hermano don Sancho, obispo de Zaragoza, que al mando de sesenta de sus mesnaderos se dirigían al encuentro con el infiel para presentarle batalla. Así se lo confesaron al monarca cuando este les preguntó, diciéndole que iban a sitiar Peñíscola. Don Jaime se enojó; no habían acudido a la cita que su rey propuso, frustrando la campaña y forzando la petición de treguas, y ahora que se había logrado un acuerdo ventajoso, disponíanse a romper dicha tregua a espaldas de don Jaime y haciéndole parecer ante el enemigo como hombre sin palabra. Se reunieron a parlamentar en Burbáguena el rey y sus leales con don Pedro de Ahonés y los suyos.

A la petición por parte del rey de que respetaran las treguas y su palabra dada, replicó don Pedro que no harían tal porque era mucho lo que habían invertido en aquella empresa. El joven rey, con solo diecisiete años, encolerizado, se enfrentó y venció al caballero curtido en mil batallas, quien huyó al galope por el valle del río Jiloca, seguido por don Jaime y sus adalides, que iban gritando: “¡Aragón! ¡Aragón!” Cuando tras larga persecución el de Ahonés fue alcanzado, herido y descabalgado de su montura, don Blasco de Alagón trató de rematarlo, pero el rey se interpuso y le avisó que para hacerlo tendría que pasar por encima de él. Se encaminaron luego con el herido de nuevo hacia Burbáguena, pero falleció por el camino.

Libro de los hechos del rey don Jaime
Libro de los hechos del rey don Jaime

La muerte de don Pedro de Ahonés desencadenó una nueva guerra entre el rey y los ricoshombres de Aragón que duró varios años e incendió todos los rincones del reino. Llegaron a tal extremo los odios de muchos nobles hacia su rey que el obispo de Zaragoza, don Sancho de Ahonés, hermano del difunto don Pedro, enviaba a los suyos en cabalgada para que acarrearan el mayor perjuicio posible a las tierras del rey don Jaime y de sus aliados, animándoles a realizar contra ellos ataques nocturnos y todo tipo de desmanes, que siempre bien les pagaba; de modo que, cuando las incursiones se hacían en cuaresma, el obispo “no solo los absolvía del mal causado, sino que los recompensaba autorizándoles a comer toda la carne que quisieran“.

De nuevo Don Blasco de Alagón se muestra como uno de sus nobles barones más fieles, desde “aquella tierna edad en que Nos no podíamos fiar de nuestros propios caballeros y menos de nuestros parientes, cuando siempre se nos tenía engañado y tan mal servido de nuestros hombres” [2].

Aquella mala relación con la nobleza, esa pérdida del prestigio y la autoridad de la Corona habíalas heredado don Jaime de su padre, Pedro II, y para tratar de recuperarlas ideó una empresa militar común que reportara beneficios a todos sus reinos, al tiempo que a él le ayudaría a reafirmar su poder, pues en ella procuraría dejar bien claro que el rey era el cerebro promotor de tan colosal misión. Ya en las Cortes de Tortosa de 1225 habíase planteado la conveniencia de iniciar la recuperación de tierras del Islam vecinas de Aragón, pero fue entonces cuando acaeció el suceso antes narrado de la traición del señor de Ahonés por el intento del asedio de Peñíscola, además de no haber logrado el rey en esa ocasión el respaldo de los nobles aragoneses.

La lealtad de don Blasco de Alagón obtuvo la recompensa del rey, quien en 1226 le prometió la posesión de cuantas plazas y castillos lograra arrebatar al dominio musulmán de Valencia, aunque con el paso del tiempo esta promesa acarrearía consecuencias de enorme alcance. Resultó decisiva la mediación del Papa en 1227, que permitió sellar alianzas y concordias con los nobles, conciertos que dejarían al fin el camino expedito para llevar a cabo las importantes empresas conquistadoras con que el rey soñaba.

Por entonces, al-Ándalus veíase inmerso en una de sus más decadentes fases de descomposición política; en 1228 ben Hud proclamábase emir en Murcia, uniéndose a él también Alzira, Xàtiva y Denia, dominios que pertenecían al emir almohade Zayd Abũ Zayd. Poco después, el levantamiento en Onda de Zayyãn ben Mardanis —de la estirpe del rey Lobo— contra Zayd, al que acusaban de mal musulmán, originó una guerra civil en el reino levantino. Zayyãn ocupó la capital, Valencia, expulsando a Zayd, quien se refugió en Segorbe y pidió ayuda a don Pedro Fernández de Azagra, señor de Albarracín, mientras a cambio le ofrecía la plaza de Bejís. El rey moro derrocado también solicitó la ayuda de Jaime I, rindiéndole pleito homenaje en Calatayud el 20 de abril de 1229, declarándose su vasallo y firmando con él un pacto por el que se obligaba a entregarle la cuarta parte de las rentas de sus territorios perdidos y las plazas de Peñíscola, Morella, Alpuente, Culla y Segorbe, a cambio de la ayuda militar necesaria para la recuperación de su reino y la entrega de las fortalezas de Adamuz y Castelfabib.

Jaime I - entrada triunfal
Jaime I – entrada triunfal

Sin embargo, el rey Jaime I inició previamente la conquista de Mallorca ante la presión que ejercían las agresiones de los musulmanes de las islas contra los barcos de los mercaderes del litoral catalán. El rey dotó a la conquista de Mallorca del carácter de empresa colectiva e involucró a todos los estamentos del reino en ella. Los mercaderes de Barcelona, Tarragona, Salou y Tortosa aportaron sus barcos, los ricoshombres y nobles catalanes y aragoneses, así como los prelados y Órdenes Militares, brindáronse a tomar parte en la campaña a cambio de tierras y botín. Las Cortes de Aragón convocadas en Barcelona en 1228 consintieron en proporcionar a don Jaime la recaudación del impuesto del bovaje para financiar la empresa.

Los barcos partieron cargados de hombres desde Salou y Tarragona el 5 de septiembre de 1229, fletando también los pertrechos, ingenios y abastos que les serían menester. Tocaron tierra en Santa Ponça y, tras una primera batalla en campo abierto y un duro asedio de tres meses, Madina Mayũrqa [3] era tomada por asalto el día 31 de diciembre del año 1229. La isla acabaría por ir viniendo a sus manos a lo largo de los dos años siguientes. La conquista de Mallorca, sobre todo la de la capital, se convirtió en un baño de sangre y de otras violencias. Aunque el rey don Jaime procuró negociar —por medio de su tío don Nuño— una rendición con perdón de las vidas a cambio de la entrega de la ciudad, de la isla y de una suma (cinco besantes) por cada persona, capitulación que habría permitido la salida de los rendidos de la isla en barcos que los portearían hacia otros reinos musulmanes, no lo logró. La oposición enconada de la mayor parte de sus nobles, sobre todo de los catalanes, convirtió aquel preacuerdo en papel mojado y frustráronse las capitulaciones que él trataba de lograr. Los barones catalanes, muy resentidos por la muerte en la primera batalla campal de algunos de sus más nobles caballeros, entre otros los Montcada, no estaban dispuestos a consentir capitulación alguna, solo aceptaban sangre por sangre y todo el botín. Los sobrevivientes, fuese cual fuese su condición, quedaron en situación de esclavitud.

Leonor de Castilla y Plantagenet-esposa de Jaime I
Leonor de Castilla y Plantagenet-esposa de Jaime I

Don Jaime I, que había vuelto a Aragón en 1230, retornó a Mallorca en 1231 al recibir el mensaje de que los últimos musulmanes isleños que manteníanse en rebeldía en las montañas sólo se someterían al rey en persona. Los únicos moros mallorquines que lograron condiciones de libertad fueron estos, porque en este caso sí se concertaron pactos de rendición. Poco después, Menorca se entregaba al rey de Aragón y, al contrario que en Mallorca, a los muslimes menorquines sí se les concedió oportunidad de rendirse por medio de capitulaciones, firmandose un acuerdo por el que Menorca hacíase tributaria de Aragón. La isla de Ibiza sería tomada con harta facilidad en 1235 por don Nuño Sánchez, tío del rey —que ya desempeñara importante papel en la conquista de Mallorca de 1229—, y por el infante don Pedro de Portugal, viudo de Aurembiax de Urgell, ambos con sus mesnadas; el rey otorgaría después la pertenencia de esta isla —en cuanto al ámbito religioso— a la diócesis de Tarragona.

Tras ser conquistadas, las islas conformaron unos dominios más de la Corona de Aragón, que se denominaron en su conjunto “regnum Maioricarum et insulae adyacentes”. Aquellos que habían tomado parte en dicha conquista recibieron tierras y casas en el Repartimiento que siguió, especialmente los nobles y las Órdenes Militares. Esta conquista contribuyó al engrandecimiento de Aragón y a su expansión por los mares, beneficiando en gran manera a su comercio, en especial al de los mercaderes catalanes.

Respecto a la conquista del reino de Valencia, se inició en 1232 con un hecho de armas notable, pero que con el tiempo resultó generador de un serio conflicto: don Blasco de Alagón se apoderó de Morella, y aun cuando el rey en su momento le prometiera la concesión de todo cuanto conquistara, en esta ocasión se la denegó. Por ser tal la importancia de la plaza, debía ser posesión de realengo, de lo contrario pudiera contribuir al fortalecimiento de la nobleza frente a la Corona, algo que el rey trataba de evitar; pero compensó a don Blasco con la concesión del señorío de Sástago como juro de heredad.

Pese a este tropiezo inicial, la conquista de Valencia prosperó irrefrenable: Burriana venía a sus manos en 1233, seguida de Peñíscola y todos sus entornos; más tarde conquistaron el Puig de Santa María (Enesa) y toda la zona central; en 1238 se consiguen la capital, Valencia, y las vegas del Júcar, cuando ya el Papa Gregorio IX había otorgado carácter de cruzada a las conquistas del rey aragonés. Finalmente, en la última etapa (1243-1245) llegaron las tropas de Aragón a los alrededores de Alicante (Sax, Biar, etc.), donde entraron en fricción con los ejércitos de Castilla —que ya actuaban por aquellas tierras y por las de Murcia—, mandados por el príncipe heredero don Alfonso[4]. Los conflictos surgidos entre Aragón y Castilla a causa de estas conquistas se dirimieron por el tratado de Almizra firmado en 1244 entre Jaime I y el infante Alfonso, en el que se marcaron los límites de las áreas pertenecientes a cada Corona. Fue entonces, para sellar aquel tratado, cuando se conconcertó entre Jaime y Alfonso el matrimonio de la hija mayor del rey de Aragón, llamada doña Violante, como su madre[5], con el príncipe heredero de Castilla. La infanta de Aragón contaba solo 8 años, y 10 tenía cuando dos años más tarde (1246) celebrose el matrimonio en presencia de los soberanos de ambos reinos en Valladolid.

Violante de Hungría

Don Jaime I enojó de nuevo a la nobleza al convertir el nuevo reino conquistado en independiente de Aragón, con entidad juridicopolítica propia, pero unido dinásticamente a la Corona; los nobles aragoneses veían así truncados sus afanes de que los territorios de Valencia se convirtieran en una prolongación de sus señoríos de Aragón. Las nuevas tierras conquistadas fueron repobladas por catalanes y aragoneses, aunque los muslimes valencianos, durante mucho tiempo y debido a la firma de capitulaciones, constituyeron las dos terceras partes de la población total, viviendo y trabajando libremente en su tierra como mudéjares, ateniéndose al pago del tributo pactado. Más adelante, el incumplimiento de aquellos pactos por parte de los cristianos conduciría al levantamiento de los mudéjares, acaudillados por al-Azraq en 1247.

Una de las consecuencias que trajo la mala relación del rey con la insumisa nobleza fue la ascensión de las clases urbanas, ya que don Jaime I, desde las Cortes de Monzón de 1236, favoreció a los Concejos de ciudades y a la burguesía, cuyos representantes ya estuvieron presentes en dichas Cortes. Sin embargo, con las gloriosas empresas de las conquistas —vividas como gesta colectiva— y con los repartimientos de tierras que conllevaban, el rey consiguió mejorar el prestigio de la Corona entre los nobles, así como su relación personal con ellos. Por tanto, no es fácil de entender que malograse aquello que tanto tiempo y esfuerzo habíale costado ganarse con su posterior política de sucesiones. Al haber tenido varios hijos varones con su segunda esposa, doña Violante, y haber degenerado por causa de estos la relación paternofilial con su primogénito, Alfonso, volvió a provocar don Jaime un conflicto sucesorio y territorial que se extendió hasta los nobles, dañando de nuevo su relación con ellos.

En 1250, en las Cortes de Alcañiz, el nuevo testamento del rey Jaime I intentaba contentar a todos los hijos y no consiguió contentar a ninguno. El sucesor legítimo, don Alfonso, que antes fuera el heredero universal, pasaba ahora a heredar únicamente las tierras que conformaban el núcleo del reino de Aragón, pero ni siquiera todas, pues ya el rey trataba de cercenarle buena parte de ellas para intentar igualar a su hijo don Pedro, el predilecto de su segunda esposa, doña Violante, al que su padre legaba ahora toda Cataluña, acrecentada con lo que no era de ella, junto con el reino de Mallorca y las islas que lo completan. Pero lo grave era que lo que procuraban arrebatar a don Alfonso también a Aragón se lo arrebataban. Al segundo varón de doña Violante, don Jaime, le concedía su padre el reino conquistado de Valencia; al tercer varón de este matrimonio, don Fernando, le cedía el Rosellón, Conflent, los señoríos de la Cerdaña, Montpellier y Castelnou; mientras que al cuarto hijo, don Sancho, lo dedicaba a la vida religiosa, por lo que llegaría a ser un eminente prelado de la Iglesia[6].

Las diferencias irreconciliables que llegaron a existir entre don Jaime y el mayor de sus hijos, fruto de su primer matrimonio, eran de todos conocidas. Como de todos era conocido que el rey amaba más a los hijos habidos en su segunda esposa —doña Violante— que al infante heredero y que, procurando beneficiar a aquellos, perjudicaba a este; del dominio público era que la reina tenía gran ascendiente sobre su esposo y que no perdía ocasión de lograr para sus vástagos todo lo que arrebatar pudiera al vástago de Leonor de Castilla.

Jaime I A tal fin, ya en 1243, don Jaime había establecido los nuevos límites entre Aragón y los condados catalanes, desplazando hacia el oeste las fronteras que antes hallábanse en el río Segre para fijarlas en el Cinca; en consecuencia, tierras y ciudades antes aragonesas pasaban al punto a ser catalanas, como Lérida, Monzón, Fraga, el condado de Ribagorza, otros varios condados y el valle de Arán. Tierras y ciudades que expresamente habían sido reconocidas como aragonesas en las Cortes celebradas en Daroca en 1228, presididas por este mismo rey, donde los representantes de esas ciudades y tierras juraron sus Fueros de Aragón y prometieron lealtad al infante don Alfonso como su señor y heredero de aquellos reinos. ¡Con lo escrupulosos que eran los seniores de natura, los barones y caballeros cristianos con los juramentos… y les hacían jurar poco tiempo después lo contrario! Como resultado se generó un enfrentamiento entre Aragón y Cataluña que jamás antes se había dado, ya que habían vivido una historia de más de cien años unidos[7]. Y todo porque el rey de Aragón, espoleado por su esposa Violante, había decidido ceder Cataluña a su hijo don Pedro, y Cataluña debía de parecerle pequeña si no llegaba hasta el Cinca.

En Aragón todo esto no fue fácil de digerir porque, además, el derecho sucesorio disponía que el soberano aragonés estaba obligado a legar a su primogénito los estados patrimoniales, es decir, los que él a su vez hubiera recibido en herencia, mientras que podía donar según su real voluntad las tierras anexionadas por conquista; por tanto, Aragón y Cataluña deberían ser inseparables. Esta alteración de los límites territoriales generó profundo malestar y harto dolor entre los aragoneses, y no menos en el príncipe Alfonso, al que se le privaba de buena parte de los términos del reino que por derecho le correspondía.

Versión romance de los fueros de Aragón.
Versión romance de los fueros de Aragón.

Con el paso del tiempo las cosas no mejoraron porque, para conseguir el rey repartir las tierras conquistadas entre los demás hijos, tuvo que vulnerar los Fueros de Aragón, por los que siempre se habían regido también las tierras conquistadas; y lo hizo cuando concedió a éstas fueros propios, diferentes a los de Aragón, en otras Cortes de Monzón (las de 1240), lo que ya definitivamente le dejaba las manos libres para separarlas del reino. Los ricoshombres lo consideraron desafuero, y así se agravaron las rencillas entre padre e hijo y entre el rey y sus nobles; uno de los más principales, el infante don Pedro de Portugal, fue de los que más abiertamente tomó el partido del príncipe heredero don Alfonso, llegando a combatir contra Jaime I. Mas, no solo no logró cambiar la situación, sino que envenenó aún más las relaciones. Y no podía ser de otra manera si el soberano trataba de repartir sus reinos —los heredados y los conquistados— entre todos sus hijos, cuando, en su momento, había nombrado a Alfonso su heredero universal, haciéndolo jurar como tal por aragoneses y catalanes.

Desde entonces, muchos nobles y caballeros de Aragón tomaron el partido del infante perjudicado, enfrentándose al rey. El menoscabo infligido al heredero menoscabo era para el reino de Aragón. Para conseguir sus fines, el rey hubo de liberar a los nobles leridanos del juramento de fidelidad que en su día prestaron a su hijo Alfonso, para que pudieran jurar luego por otro de sus hijos, el infante don Pedro.

Berenguela Alfonso
Berenguela Alfonso

Y todo tuvo su origen en 1229, cuando el legado papal a petición del rey disolvió el vínculo de matrimonio con doña Leonor por consanguinidad. Podríanse haber hecho muchas alegaciones al soberano sobre sus razones, porque el día que los disolvieron no eran más primos que el día que contrajeron; pero es que, en el momento de contraer, bien que le convenía esa unión para que Castilla fuera su apoyo en los conflictos con sus parientes y ricoshombres. A este rey de Aragón, bueno en muchos aspectos, le perdió a veces y fue causa de muchos de sus problemas su excesivo gusto por las mujeres; en el caso de doña Leonor, como ya había un heredero, no volvió a visitarla en su lecho, mientras que, sin abandonar sus amoríos y devaneos habituales, abrió nuevas heridas al embarcarse en la aventura que más humilló a la reina y que hasta le hizo temer que pudiera perjudicar a la condición de heredero universal de su hijo Alfonso: su esposo, don Jaime, llegó a firmar un tratado con la condesa Aurembiax de Urgell, hija de Armengol, cuando hacía ya casi dos años que eran amantes, por el que establecía entre la condesa y él un acuerdo de concubinato, firmado en Agramunt, para que ella engendrara un hijo del rey como heredero del condado de Urgell. Mas tarde, cuando rompió su relación con ella, la casó con don Pedro de Portugal.

Fueron también amantes de don Jaime, además de numerosas damas de sus dos esposas (de las que no nos han llegado sus nombres), otras muchas de las que sí se tienen datos, algunas de las cuales le dieron hijos bastardos. Las principales fueron: doña Elo Álvarez, doña Guillerma de Cabrera, doña Berenguela Fernández, doña Blanca de Antillón (madre de su hijo Fernán Sánchez, barón de Castro), doña Teresa Gil de Vidaurre (madre de sus hijos don Jaime, señor de Ejérica, y don Pedro, señor de Ayerbe), y doña Berenguela Alfonso (madre de su hijo Pedro Fernández, barón de Híjar). También se dice que fue hijo natural del rey un tal don Jordán de Peña.

Violante de Aragón
Violante de Aragón

De estos amores, el que más dio que hablar fue el que mantuvo con doña Teresa Gil de Vidaurre, cuya relación se cree que inició todavía en vida de la reina doña Violante. Muerta la reina en 1251, como ya tuviera hijos con doña Teresa, unos autores dicen que prometió matrimonio a la dama, otros (incluida doña Teresa) que incluso llegó a desposarla en secreto, pero que con el tiempo, como la dama contrajera la enfermedad de la lepra, don Jaime I quiso abandonarla para desposar a doña Berenguela Alfonso, tía de Alfonso X de Castilla, con la que vivía como marido y mujer y con la que también tenía un hijo.

Pero doña Teresa viajó a Roma para dar a conocer al Papa su caso, y este la creyó y la protegió porque un sacerdote dominico, Berenguer de Castellbisbal, testificó a su favor y dijo ser verdad cuanto la dama contaba. Entonces el rey pidió al pontífice la anulación de su matrimonio, y este se la negó. Cuantos testigos se aportaban aseguraban que los dos hijos de doña Teresa eran llamados infantes, incluso por el rey, y hasta mencionados como legítimos en uno de sus testamentos. La venganza del rey Jaime I contra el dominico fue terrible: mandó cortar la lengua del clérigo y lo desterró; más tarde alegaría que por vulnerar el secreto de confesión. Este asunto trajo graves consecuencias: Roma ordenó al rey Jaime penitencia pública y durante un tiempo estuvo incluso excomulgado, hasta tanto cumpliera todas las condiciones y penitencias que el Papa le impuso. Finalmente, nombrado por Roma Berenguer de Castellbisbal como obispo de Gerona, viose obligado don Jaime a pedirle perdón.

El muy noble y leal caballero don Blasco de Alagón, al final de sus días, hubo de padecer el enfriamiento de su amistad con el rey. Había surgido el primer indicio con motivo del incumplimiento por parte del monarca de la promesa que le hiciera ante testigos de que cuanto conquistase en tierras de Valencia sería suyo en propiedad jurisdiccional o como juro de heredad, sin embargo, le concedió solo la tenencia de Morella, su primera conquista tras la promesa, quedándose el rey para su uso la torre Celoquia o del Homenaje a cuyo cuidado dejaría siempre algún otro caballero en su nombre. Pareció superarse por parte de don Blasco aquel desencuentro tras concederle el rey como compensación el señorío de Sástago, así como los de Culla y Cuevas de Vinromá. Pero, respecto a Morella, los roces siguieron produciéndose. Mas tarde, cuando los nobles de Aragón abandonaron airados las Cortes de Monzón de 1240 por otorgar el rey nuevos fueros para las tierras conquistadas, en vez del Fuero de Aragón, entre aquellos nobles que lo acusaron de desafuero, estaba por primera vez don Blasco. Finalmente, la espina de Morella se enconó en alguno de esos roces con los mesnaderos del rey, siempre presentes en la torre Celoquia. Al parecer (y decimos “al parecer” porque sobre este suceso todas las fuentes pasan como de puntillas), se produjo un enfrentamiento campal extramuros de Morella entre las mesnadas de don Blasco y las del rey (en ausencia de este). El señor de Alagón resultó herido de gravedad y moriría posteriormente a consecuencia de sus heridas, probablemente a finales de 1245. Barreda afirma que murió en el campo de batalla de Morella, vencido por los hombres del rey; lo mismo defienden Mosen Betí, Mosen Puig y Antonio Montfort; aunque alguna otra fuente afirma que murió en su lecho.

Pedro III de Aragón
Pedro III de Aragón

Entre otros sucesos de importancia acaecidos al final del reinado de Jaime I, podemos citar el tratado que firmó en mayo de 1258 con Luis IX (San Luis de Francia), por el cual este renunciaba a los derechos que decía tener sobre el Rosellón, Conflent y Cerdaña, y sobre los condados catalanes (Barcelona, Urgel, Besalú, Ampurias, Gerona y Vic), mientras que, a cambio, Jaime I de Aragón renunciaba a sus derechos sobre varios territorios del sur de Francia. Sellaron el acuerdo con el matrimonio de la infanta Isabel, hija de Jaime I, con Felipe, hijo y sucesor del rey francés.

En 1260 moría el primogénito y príncipe heredero de Aragón, el infante don Alfonso. Moría sin descendencia, porque tan abandonado había estado de su padre que ni matrimonio le concertaron; murió cuando acababa de casarse con cerca de cuarenta años y con una dama que no poseía la alcurnia apropiada para el heredero de un reino. Probablemente, don Jaime I hasta se sintiera aliviado por lo mucho que aquella muerte le facilitaba el reparto de sus reinos. En 1262 hacía nuevo testamento, dando a Pedro, Aragón, Cataluña y Valencia, mientras que legaba a Jaime las Baleares. Por otra parte, el matrimonio de su hijo don Fernando, tercero de sus varones, con doña Constanza de Sicilia lograría dar un decisivo impulso a la expansión y al comercio de Aragón en el Mediterráneo.

Por estos años se vio obligado el rey de Aragón a tener que ayudar en numerosas ocasiones a su yerno Alfonso X de Castilla[8], sobre todo, sometió a los mudéjares de Murcia y colaboró en la repoblación de aquellas tierras con catalanes y aragoneses; no obstante, concluida la pacificación, devolvió Murcia a Alfonso el Sabio, lo que provocó una vez más la indignación de los nobles aragoneses y catalanes, de lo que dejaron clara constancia en las Cortes de Zaragoza de 1264. No contento con eso, el rey de Aragón autorizó a todos los pobladores de sus reinos a luchar junto con Castilla frente a los invasores benimerines.

Cercano ya el final de su vida, El Conquistador proyectó una cruzada a Tierra Santa, uniéndose a la expedición del emperador bizantino Miguel el Paleólogo. Era un viejo sueño del rey de Aragón. El 4 de septiembre de 1269 zarpaban de Barcelona treinta navíos grandes y varias galeras, fletando ochocientos hombres, almogávares en su mayoría, además de los maestres del Temple y del Hospital, y de los infantes bastardos Fernán Sánchez y Pedro Hernández. Pero aquella expedición resultó un fracaso total, ya que la flota fue dispersada por una tempestad y don Jaime viose obligado a desembarcar cerca de Montpellier, regresando desde allí a Cataluña. A partir de 1274, el rey olvidó aquel afán suyo de cruzadas, debido a su ya avanzada edad (60 años) y, sobre todo, a los apasionados amores que seguía manteniendo con doña Berenguela Alfonso.

Últimos momentos de Jaime I
Últimos momentos de Jaime I – pintura de Ignacio Pinazo

En la década de los años setenta de su reinado tuvo lugar una verdadera guerra civil, en la que el rey don Jaime se halló dividido entre su heredero don Pedro y los partidarios de este y su hijo bastardo Fernán Sánchez de Castro y lo suyos, ambos partidos con idéntica intención de influir sobre el rey. Tan enconada fue la lucha que el infante don Pedro mató a su hermano bastardo don Fernán. Se dice que el rey no lamentó esta muerte.

Acercábase el final de este reinado. En 1275 se alzaron en armas los mudéjares de Valencia. El rey don Jaime acudió en persona para tratar de sofocar la revuelta, pero en junio de 1276 resultó vencido por ellos en Llutxent; por entonces, estando en Alcira, agravose una enfermedad que padecía y, un mes después, fallecía en camino, cuando era trasladado de Alcira a Valencia. Moría a los 67 años de su edad y tras 62 de reinado. Su legado, finalmente, se dividió de la siguiente manera: a su hijo mayor, que reinaría como Pedro III, le correspondieron Aragón, Valencia y el condado de Barcelona, mientras que a Jaime le donó Mallorca, los condados de Rosellón y Cerdaña, además del señorío de Montpellier.

Bibliografía

“El Libro de los hechos del Rey don Jaime”, del rey Jaime I de Aragón.- Edit. Gredos.- Madrid,2003.

“Anales de la Corona de Aragón”, de Jerónimo Zurita.- Edit. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1987.

“El Islam en las Islas Baleares: Mallorca musulmana según la remembrança… de Nunyo Sanç y el Repartiment de Mallorca”, de Guillem Roselló Bordoy.- Universitat de les Illes Balears.- Palma, 2007.

“Kitãb Tãrĩh Mayũrqa” (Crónica árabe de la conquista de Mallorca), de ibn Amĩra al-Mahzũmĩ.- Traducción de Guillermo Roselló Bordoy y Nicolau Roser.- Edit. Universitat de les Illes Balears.- Palma, 2009.

“La Sociedad en Aragón y Cataluña en el reinado de Jaime I (1213-1276)”, coordinador Esteban Sarasa.- Institución Fernando el Católico (C.S.I.C.), excma. Diputación de Zaragoza, 2009.

– “Los reinos cristianos medievales: Jaime I el Conquistador, 1208-1276“, de José Hinojosa Montalvo.- Universidad de Alicante.

“Vida de Jaume I el Conqueridor”, de F. Soldevila.- Edit. Aedos.- Barcelona, 1969.

“Jaime I y su época”, VV.AA. – X Congreso de Historia de la Corona de Aragón.- Zaragoza, 1979-1982.

“La Corona de Aragón. Una aproximación histórica“, de J. A. Sesma.- Zaragoza, 2000.

[1] – Las crónicas cristianas llaman Zeyt Abũ Zeyt (o Zayd Abu Zayd) a quien las árabes nombran Abũ Zayd Abd al-Rahmãn, descendiente de los emires almohades, nieto de Al-Nasir (el Miramamolín de las Navas de Tolosa).

[2] – Este texto y el del párrafo anterior en letra cursiva los expresa el monarca en su “Libro de los Hechos del rey don Jaime”, crónica escrita o dictada por el propio rey don Jaime I de Aragón. También aparecen en otras crónicas, como “Anales de la Corona de Aragón” de Jerónimo Zurita.

[3]Madina Mayũrqa, nombre árabe de la ciudad de Palma.

[4] – Quien más adelante reinaría en Castilla como Alfonso X el Sabio.

[5] – Ver mi artículo titulado Alfonso X, un rey no tan sabio“.

[6] – Don Sancho fue arcediano de Belchite, abad de Valladolid y llegó a ser Arzobispo de Toledo.

[7] J. A. Sesma no dudó en calificar a Jaime I como “rey más antiaragonés de la Historia“.

[8] –  Ver mi artículo publicado en Las Nueve Musas, titulado Alfonso X, un rey no tan sabio“.

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Carmen Panadero Delgado

Carmen Panadero Delgado

Carmen Panadero Delgado nació en Córdoba (España). Estudió Profesorado de Educación General Básica (Magisterio, Escuela Normal de Ciudad Real, 1971) y ejerció la enseñanza. Ingresó en la Facultad de Bellas Artes, Universidad Complutense de Madrid, 1985.

Ganadora del XV Premio de novela corta "Princesa Galiana" del Ayuntamiento de Toledo (2017).

Medalla de oro 2018 a la investigación histórica (del Círculo Intercultural Hispanoárabe).

Pintora con sólida experiencia, estilo personal en la línea constructivista figurativa. 24 exposiciones individuales, 25 colectivas y 3 premios conseguidos. Con obra en museos y colecciones públicas y privadas de España, Alemania, Portugal, Estados Unidos y Reino Unido. Representada con obra en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid).

Novela histórica:
— “La Cruz y la Media Luna”. Publicada por Editorial VíaMagna (2008). 2ª edición en bolsillo bajo el título de “La Fortaleza de Alarcos” (2009). Reeditada como libro eléctronico “La Cruz y la Media Luna” por la Editorial Leer-e, Pamplona, abril, 2012, y en papel por CreateSpace (Amazon) en mayo de 2015.
— “ El Collar de Aljófar”. Editada por Leer-e (Pamplona) en soportes papel y electrónico, mayo, 2014.
—“El Halcón de Bobastro”, editada en Amazon en soportes electrónico y papel (CreateSpace) en agosto de 2015.
— “La Estirpe del Arrabal”, editada por Carena Books (Valencia) en 2015.
Ensayo:
— "Los Andaluces fundadores del Emirato de Creta" (ensayo de investigación histórica). Editado en Amazon en soporte digital en julio de 2014 y en papel (CreateSpace) en mayo de 2015.

Novelas de misterio y terror (novela fantástica):
— “La Horca y el Péndulo” (XV Premio de narrativa "Princesa Galiana" del Ayuntamiento de Toledo), 1ª Edición en marzo de 2017 por Ayuntamiento de Toledo. - 2ª edición en mayo de 2017 por Impresion QR 5 Printer, S.L. (Ciudad Real).
— “Encrucijada”. Inédita.
— "Maleficio Fatal". Inédita.

Parodia de Novela Histórica:
— "Iberia Histérica" (novela corta en clave de humor). Editada en soporte digital en Amazon y en papel en CreateSpace en mayo de 2018.

Autora también de relatos históricos y Cuentos de literatura infantil.
Colabora con artículos en diversas revistas culturales. (Tanto en papel como en webs digitales): Fons Mellaria (F.O.Córdoba), Letras arte (Argentina), Arabistas por el mundo (digital), "Arte, Literatura, Arqueología e Historia" (Diputación de Córdoba), Revista Cultural Digital "Las Nueve Musas" (Oviedo).

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