Las nueve musas
Islandia

Islandia: paisajes a medida para fotógrafos

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“Mi destino me eludía. La cartografía que disponía no servía de mucho. No había indicación alguna en la ruta. Manejaba un tanto dubitativo, lentamente, tratando de encontrar indicios de hallarme en el lugar buscado. Tenía referencias verbales, pero no imágenes exactas de esta zona, tan esquiva y a la vez preciada. Finalmente, luego de algunos kilómetros, di con él. Una tranquera y algunos autos estacionados me dieron la pista. Aparqué a un lado de la ruta, y me dispuse a emprender la caminata, no sin antes aprovisionarme de agua, comida, abrigo y el equipo fotográfico. Si bien conocía por fotos el punto al que me dirigía, las expectativas eran muy grandes y poco imaginaba yo la sorpresa que me deparaba la noche. Iba a la caza de mis propias fotografías; las presas de un fotógrafo. Atardecía y el sol caminaba junto a mí a lo largo del horizonte siguiéndome durante todo el trayecto. Era septiembre, y en estas latitudes los atardeceres regalan cálidas y prolongadas puestas de sol.”

Esto es Islandia. Tierra de contrastes.

Tierra de inexistentes noches en verano y de días helados en invierno. Pequeña en tamaño y enorme en maravillas. Esta isla se sitúa en el extremo norte de la dorsal meso atlántica, muy cerca del círculo polar ártico.

Se erige esta tímida y ardiente masa rocosa impulsada por su actividad volcánica (cientos de ellos, muchos de los cuales se encuentran activos)

aurora boreal islandia​Los primeros bocetos de este viaje comenzaron de la mano de un amigo, al volver fascinado de sus vacaciones en Islandia, hablando incesantemente sobre la majestuosidad de sus paisajes y su naturaleza indómita. Solo necesité un breve atisbo a las imágenes en Google para despertar en mí la misma fascinación de mi amigo. Siendo fotógrafo, era para mí, un verdadero paraíso. Sin más, comencé con los preparativos del viaje. Meses de investigación, mucha ansiedad y algunas reservas después, emprendí el viaje de mi vida, o como llamamos los fotógrafos, un fotosafari, sin más compañía que mi equipo fotográfico.Acorde a su geografía, la isla posee una ruta conocida como “Ringroad por su nombre en inglés, o ruta “anillo” que recorre casi totalmente sus costas, dando una vuelta completa en tan solo 1400 km. Por este motivo, decidí que la mejor manera de recorrer la isla era en auto, a fin de poder disponer de sus paisajes cuando quisiera, pensando en la mejor luz del día para mis fotografías, según el entorno natural en el que me encontrara. Pero no era cualquier auto. Se trataba de una camioneta preparada para “acampar” en ella. Su parte trasera iba equipada para que duerman 2 personas y con casi todas las comodidades; heladera, anafe, y lo mejor, una pequeña pica para lavar platos, o cepillarse los dientes. ¡Solo faltó el toilette! Afortunadamente, Islandia posee el agua más pura del mundo. Podía cargar mi tanque de 20 litros totalmente gratis en cualquier estación de servicio o incluso en un río, siempre y cuando sea agua de deshielo y no agua termal. ¡Nunca necesite comprar agua mineral! A propósito, gran parte de las ciudades cuentan con agua caliente natural, es decir, de aguas termales convenientemente encausadas a los hogares. Solo hay que acostumbrarse al aroma sulfuroso que recuerda al huevo podrido, un tanto desagradable al principio.

“Continué caminando en lo que parecía ser una planicie sin fin, una superficie lunar de no haber faltado los cráteres. Solo veía un vasto horizonte mientras crecía mi preocupación al no poder divisar el objetivo. Cruzar algunos turistas que estaban de regreso aliviaron mi preocupación al saludar cordialmente asintiendo con la cabeza y al ver sus ojos brillantes, llenos de disfrute, que auguraban un encuentro seguro. Al parecer, la inminente noche los había invitado a regresar. De pronto se me hizo evidente que mi pasión por la fotografía marcaba la diferencia con ellos: yo había querido llegar allí especialmente invitado por la noche, en búsqueda de imágenes extremas.”arcoíris islandiaLos días vividos en Islandia me dieron una sensación de liviandad. Todo parece funcionar acorde a lo estipulado. De sus poco más de 300.000 habitantes, 200.000 conviven en su capital, Reikiavik y el resto desperdigado en ciudades más pequeñas y pueblos pesqueros. Todo evoca a los países escandinavos -herencia de su cantidad de colonias y reinados como fueron los de Dinamarca y Noruega así como su influencia vikinga- Prolija, ordenada y de arquitectura peculiar, pero no  por ello carente de armonía.islandia mapaLa seguridad es plena. No existen fuerzas armadas ni existe necesidad de robar y la policía suele dar más indicaciones turísticas que protección. En 2009 fue nombrado el tercer país más desarrollado del mundo, y aunque parezca contradictorio, no se observa una sola estructura mayor a 5 pisos. En pocos kilómetros de diferencia, ofrece gran variedad de pintorescos paisajes naturales. En lo que respecta al agua, en Europa, Islandia gana en todo. Los tres estados naturales del agua parecen hacerse un festín en estos parajes. Existen innumerables cascadas y cataratas, de todas las formas y tamaños. Posee la mayor reserva de agua dulce de Europa, el glaciar Vatnajökull. Manantiales termales en su entorno natural o bien en piscinas públicas en todas las localidades. Es aquí donde se acuñó el término “Geysir” para designar a las columnas de agua hirviendo que brotan de la tierra y que se extendió a todo el mundo con el vocablo “geiser”. Lagos, lagunas, ríos y arroyos se suman a los océanos Ártico y Atlántico que son sus límites naturales.

“Luego de ansiosos 30 minutos a pie, logré al fin, divisar lo que tanto anhelaba. Su figura se recortaba en el crepuscular horizonte, ya con el sol caído y su naranja vestigio de existencia. Se trataba de un antiguo avión, un DC-3 de 1973 perteneciente a las fuerzas armadas de EEUU. La crónica cuenta que éste, al quedarse sin combustible, tuvo que aterrizar de emergencia en las costas del sur. Todos sus pasajeros sobrevivieron. No así la integridad del avión, que fue y sigue siendo víctima del paso del tiempo y la erosión, que paradójicamente, no hace más que aumentar su encanto fantasmal. El plan: pasar toda la noche, siempre que el frío lo permitiera, sacando fotos en variados ángulos, combinando técnicas de astro-fotografía en el entorno espectral del avión.

En ocasiones, cuando tenía que decidir donde estacionar para poder descansar, vivencié noches de oscuridad total, así como también iluminados campos de lava y musgo gracias a brillantes estrellas en cantidades que nunca imaginé. Simplemente estacionaba en medio del campo, alejado de la ruta, sin escuchar siquiera el cantar de un pájaro o el viento en las hojas, absolutamente solo”.

Incluso los sectores más recónditos de Islandia son accesibles. No existen restricciones de paso, salvo las impuestas por la propia naturaleza. Nadie en su sano juicio, pensaría caminar más allá de un precipicio y caer al vacío, sin embargo, la libertad de llegar al límite mismo se encuentra a disposición del visitante.

​Sí, Islandia es extrema y asequible al mismo tiempo. Tanto, que no pude dejar de maravillarme al bucear entre las placas continentales de Europa y América. Sí, un continente a cada lado bastando el ancho de mis brazos abiertos para alcanzarlos. Aunque no existe la llamativa fauna marina como en los arrecifes de coral del Caribe, la claridad del agua es absoluta, pudiéndose observar varios cientos de metros dentro de la falla marina, haciéndose inevitable sentir algo de vértigo. Dados los colores del lecho marino, se distinguen diferentes tonalidades de azules y naranjas, en composé con algas verde flúor. Tan extrema es esta tierra, que permite el ingreso a un volcán inactivo, descendiendo en su interior el equivalente a la torre Eiffel. Nunca imaginé la belleza de la estructura interior del volcán, sus colores y texturas. Una verdadera catedral. El agua de lluvia y deshielo se filtra entre las porosas piedras volcánicas y hacen su travesía de 30 años hasta llegar a las cocinas de los hogares, purificada naturalmente. Y si aún quedan dudas de su extremismo, la prueba está en la filmación de “Interstellar”, una película (entre muchas otras) donde los humanos viajan a través de un agujero negro con la intención de encontrar nuevas y habitables tierras. Pues bien, yo tuve la oportunidad de caminar sobre el mismo glaciar de la filmación e incluso de transitar, debajo del mismo, entre sus profundas cuevas de eterno hielo azul.

“La noche se hacía presente poco a poco y el cielo estaba despejado, vaticinando incontables estrellas, y una vía láctea más liquida que nunca. A medida que me preparaba para tomar fotografías, miraba de reojo el avión. Estoico, inmóvil, esperando ser fotografiado una vez más, altruista, como sabiéndose creador de emociones. Una, dos, diez fotos…, y de la nada, una vez mi pupila se amigó con la oscuridad, allí estaba “la bailarina”. Danzando al compás de una balada, vestida de verde esmeralda con atisbos violáceos. La aurora boreal se auto-invitó al espectáculo para hacer de esa una noche completa, inolvidable. Se dice que “las luces del norte” como se llaman en el hemisferio norte, suelen ser muy caprichosas y desaparecen tan rápido como aparecen. No quería perder el momento. Insaciable, me apresté a tomar fotos. Para mi fortuna, mantuvieron todo su esplendor, en un espectáculo con entrada libre y gratuita que duró toda la noche, y con un repertorio exclusivo. Tanto, que admití ser yo quien se auto-invitó a la función. A lo lejos amanecía, al tiempo que perecía la aurora boreal. Agotado, caminé de regreso al auto, dando pasos en falso, perdido en la negrura del camino, helado y hambriento. Nada importaba. Yo ya era otro. La experiencia me había transformado”.

Texto y fotografías © Nicolas Blaiotta

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