Este mayo se cumplen 12 meses desde que la suerte me llevó a conocer las Nueve Musas y a su gente tan interesante; varios de sus textos me hicieron cambiar -de alguna manera- mi modo de pensar.
Y eso fue lo que yo también tenía en mente al escribir mi primer texto, titulado “Tactos”: dar a los españoles a conocer un aspecto de los griegos.
Algo original, lejos de lo turístico, como eso aparece también en mis demás artículos aquí. Y esta vez, lo que procuro es revelar la mirada griega desde una perspectiva romántica pero moderna, dada no mediante nuestros poetas nacionales, sino por el vaivén de la gente cotidiana por las calles de nuestra ciudad, Atenas, que espera ver el renacer del país.
Estudio de simetría sin verbos:
Luz de la estatua desconocida,
luz de la mampostería y del mar brillante;
luz de la fuente neoclásica en el jardín mediterráneo,
y luz del pino, del templo
y del empedrado,
de la roca, de la colada blanca, luz;
ninguna parecida a las otras…
Sombra del grifo heráldico,
sombra de la tapia y de la nube con olor a memorias;
sombra del farol neoclásico en la esquina mediterránea,
y sombra del ciprés, de la capilla
y del zoco,
de la roca, de la colada blanca, sombra;
frescor degradado…
Claroscuro del icono cretense,
claroscuro de la columnata y de la barca paralela a la gaviota;
claroscuro de la barandilla neoclásica en la pérgola mediterránea,
y claroscuro del olivar, de la mezquita
y de la escalera,
de la roca, de la colada blanca, claroscuro;
matices, temperaturas, sentidos táctiles.
Oscura capilla bizantina; un mosquito perdió su vida entre las páginas del Evangelio. Pino bajo el friso; un microcosmos autoluminoso que no mira de reojo los deseos vanos. Letras “Bookman Old Style” en la mesita verde del café; seguramente andará por aquí también Epicuro. Flores de almendro sobre los mármoles de Pasífae;[i] el Algarve nos ha visitado otra vez. El cielo por entre las agujas del pino; las abejas se antojan por mi ensalada mediterránea. El vaho del pan caliente untado con aceite y tomillo va incensando el palmar cretense. Dentro de la gota, sobre la uva, el Sol se está refrescando. Han dejado vacíos los dos vasos en la mesa.
Maceta de lata en el cenicero de cinc; el gato con su hocico está acariciando la ramita del olivo: conspiraciones de la Naturaleza. Instrumentos musicales de viento y de bronce han salido al sol para desherrumbrarse: “vehículos” que vuelven a abrir el antiguo camino entre Atenas y Bucarest…
…y panderetas gitanas, en manos albanesas; músicas bastardas, y nuestras libras de oro, son falsas también. El sol entre paréntesis; el olor a café griego ha tomado su puesto: es por algo que ocurre todo. Licabeto e Himeto: montes-cornisas inclinadas por encima de los templos. El ciprés esconde la columna. Compiten para quedarse en pie por más siglos. Por encima del campanario alto y delgado de Santa Lucía, despunta la palma. Atenas y La Habana en un sueño…
Azahares en mi casita al estilo del Asia Menor; precariedad. El rojo y el verde están luchando dentro de mi ensalada. Compiten para imponerse al olor de la cebolla. Como una pupila ante el sol se cierra el arco bizantino. Por el otro lado: el oscurantismo. Brilla bajo el sol el hacha doble de oro; Pasífae está siempre entre nosotros. Las antefijas con la cabeza de Hermes, como una dentadura vieja por encima de la barandilla heráldica…
…y entre las columnas jónicas, estelas de la luz de Ática. Escarlata, carmín y bermellón; iluminan las bóvedas en el haman de los vientos. Gato tricolor al frente del ocre de la pared neoclásica. ¡Cree que sus motas color de mostaza lo esconden de los ojos curiosos! Clavos antireposo sobre el farol de una época anticuada; tiene miedo de las palomas, que no le sombreen la luz con la suya.
Miedo en su voz suplicante; ve su cuerpo arrastrando su pie herido. Y la copita para las monedas, insistentemente muda. Las ruinas submarinas de Epidauro toman el esquema ondulado del agua alrededor de la barca. El motor reemplaza el silencio del barquero. Una gota de mantequilla flota en mi té de salvia; los motivos tejidos del catre han absorbido el olor a petróleo de la estufa en casa de la abuela. Huele a lluvia la tierra. El verano todavía no ha decidido si quiere llegar. Yo lo mantendré cálido en mi palma y en mi mente…
…para apoyarme…
…y los refugiados pakistaníes han salido a vender paraguas a los que llevan capucha. Extraño pensamiento el de Asia; exótico…
…con eso se apoyan ellos también…
Hoja de geranio al lado de mi café; peluda la caricia del gato, y el templo blanco, lámpara en el Egeo del cielo. Un olor ácido sigue los sonidos guturales; las faldas floridas van hacia el barrio gitano. La vieja Palmera, alta, delgada, nos mira altiva, con cabello de una época remota…
…La llamaban “su Alteza”, cuando la trajo el Rey –egipcia ella- al jardín. Olor a ajo y a albahaca, aroma de incienso, hedor a cloaca y olor a plátano; el aire libre del Mediterráneo.
¿Será que las teclas se han revuelto en su acordeón, o los dedos en su palma? El estruendo del metro subterráneo es mucho más melódico. Fuente de agua debajo del plátano; frescas las plumas del pavo real, esculpidas en el mármol.
Casa a la altura del pino, como las de los pájaros. (¿Cuál de los dos está navegando por el cielo?) Alrededor: cemento; abajo: el abismo; arriba: luz; ciudad mediterránea, un nuevo comienzo. Viento del Sáhara, para esparcir lo viejo; baldes y lejía. Viento del Sáhara, para arreglar la nueva casa; café griego, albahaca y frutas almibaradas. Flores de mármol blanco, en bajo relieve, en el anverso del balcón; el arquitecto neoclásico respetó al peatón abajo.
Un arco de iglesia bizantina, un pino, una metopa, el sol en la gota del vaso, un gato sobre la silla de mimbre, un hueso de aceituna en el cenicero metálico y un cigarrillo: materiales para escribir…
–“Es un dolor” –me dijeron- “escribir”.
Tienen razón: me duele la mano por la tendinitis…
[Fotos y textos: Ilías Tampourakis, Grecia, 2010 / 2012 / 2018]
[i] Pasífae: Su nombre significa “llena de luz” y era la esposa del rey mitológico Minos de Creta (período minoico).