Las nueve musas
Elon Musk

El grado cero de la cultura

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«Ridículo»,  «imposible», «absurdo», «tonto», pero «divertido». Así define Elon Musk el envío de un coche de la marca de una de sus empresas (Tesla) a orbitar entre la Tierra y Marte.

Ahí estará por miles de años, según la propaganda; sin embargo, rápidamente un científico dijo que durará poco, porque los materiales se degradan rápidamente por la radiación.

¡Sorpréndanme!, de verdad, lo deseo. Díganme de un «medio de comunicación de masas», un periódico, un telediario de esos que entra a diario en la mayoría de los hogares, en donde el hecho fuese cuestionado. Creo que no encontrarán ninguno.

Elon Musk definió el hecho acertadamente: ridículo, imposible, absurdo, tonto, pero divertido. Le faltó añadir: publicitario, y a continuación «con qué derecho», evidentemente él cree tenerlo, si es que es verdad que el vehículo está en el espacio, algo que ponen en duda muchos por el tipo de fotografías aportadas, que más bien parecen un bonito montaje.

Decía Jean-François Lyotard, el creador del término «posmoderno», entiéndase por tal la crítica al «mito del Progreso»  ―entre otros―  con los que venimos haciendo camino desde la Modernidad, o sea a partir del Renacimiento, que vivimos, desgraciadamente cabría añadir,  en el «grado cero de la cultura», en la que «oímos reggae, miramos un western, comemos en un Mc Donald al mediodía y un plato de cocina local por la noche, nos perfumamos a la manera de París en Tokio, nos vestimos al estilo retro en Hong Kong, y el conocimiento es materia de juegos».

Y todo esto qué es, sin duda, «divertido», como se espera que sean hoy todas las cosas para quienes puedan pagarlas y disfrutarlas, para quienes ya no aspiran a poner en cuestión nada y se conforman con todo lo que les dan.

Son días en que podemos recordar a Ortega y Gasset, y sentir que no se equivocaba cuando afirmaba: «la masa está en todas las clases sociales», ya no se puede pretender que esté en una sola.

Así la cultura brilla por su ausencia, mientras cruzan las pantallas de la televisión cualquier cosa que pueda convertirse en «espectáculo», así sea una guerra o la llamada «prensa rosa» o un accidente de tráfico en la otra punta del planeta.

Un universalismo globalizado, económico, que nos lleva de los pueblos, de manera homogeneizante, otra vez a la tribu, a una sola y sin diversidad, y así continuará mientras la mayoría conformista acepte que algo pueda ser ridículo, impensable, absurdo, tonto, pero divertido; sobre todo, divertido.

Pilar Alberdi

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