Las nueve musas

Factores psico-emocionales en el cáncer

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Desde que Galeno (129-216 a. C.), en su libro De Tumoribus señalara que las mujeres “melancólicas” eran más propensas al cáncer que otras (Fife, Beasley & Fertig, 1996) (Valiente, 2006), ha estado rondando la interrogante sobre qué hay de cierto en esas sospechas.

Máxime que la práctica clínica de muchos especialistas apunta hacia una relación estrecha entre estados de estrés, como depresión crónica por ejemplo, y el cáncer.

Cooper (1986), en su libro Estrés y cáncer, refiere que en el año 1601 se definió el cáncer como una hinchazón o llaga procedente de la sangre melancólica, alrededor de la cual las venas aparecen de un color negro u oscuro, extendiéndose como las garras de un cangrejo. Walshe, en su libro The Nature and Treatment of Cáncer (1846), atribuye esta enfermedad a la miseria mental, las pérdidas, y los cambios de estado anímico.

estrésEl cáncer y factores psico-emocionales

El cáncer es una enfermedad crónica y todavía desconocida en su causa, aunque se evidencian múltiples factores internos y externos involucrados en su origen. Consiste en el crecimiento atrofiado y progresivo de las células en cualquier parte del cuerpo, hasta crear un tumor, o circular a través de fluidos corporales como sangre o linfa. Este crecimiento puede hacer metástasis a sitios distantes, y podría conducir a la muerte (Marks et al. 2011).

El cáncer, y su efecto sobre el paciente y su familia, es un problema mundial (Groot et al. 2006). Según informes del año 2009, tan solo en los Estados Unidos, esta enfermedad afecta a doce millones de personas aproximadamente, abarcando un estimado de 7,2 % en población mayor de 18 años (Underwood et al. 2012).

Esta enfermedad es de etiología multifactorial (Arbizu, 2010), donde puede señalarse el factor tóxico-ambiental, incluyendo tabaquismo, drogadicción y alcoholismo. También incluye la exposición corporal a otras sustancias dañinas, ingestión deficiente de alimentos ricos en fibras, entre otras variables. Otro factor es el genético-hereditario, el cual parece intervenir en su origen; aunque no se conozca aun con nitidez esta relación (Den Heijer et al. 2011). No obstante, ha sido demostrado como los acontecimientos socio-ambientales imprimen mutación genética, encontrándose dentro de dichos factores al estrés (Antoniou & Chenevix – Trench, 2010).

sustancias dañinasSe han estudiado numerosos tipos y clasificaciones de cáncer, pero la noticia de haber contraído la enfermedad siempre es altamente estresante (Campos et al. 2012). A partir de ello surgen manifestaciones de estrés como tensión emocional excesiva, ansiedad, miedo, hostilidad, fatiga, confusión. Estos son agravados por estresores adicionales como limitaciones físicas, tratamientos invasivos, y trastornos vegetativos (Gutman & Nemeroff, 2011) (Luebbert, Dahmeb & Hasenbring, 2001) (Mystakidou et al. 2007). En resumen, el cáncer es fuente de angustia sostenida (Leigh et al. 2010) (Baum, Treviño & Dougall, 2011).

De cualquier manera, la relación del estrés con el cáncer hay que observarla en varios planos: uno de ellos es la hipotética participación en su etiopatogenia, en segundo lugar el efecto estresante sobre el paciente, en tercer lugar la condición agravante del estrés en sí mismo, y en cuarto lugar, finalmente, en el tratamiento para su reducción.

Con respecto al papel del estrés en la etiología de cáncer, se destacaron los estudios de Caroline Bedell Thomas, la cual encuentra elevado índice de correlación entre soledad y cáncer. Esta autora realiza un estudio longitudinal con una muestra de 1337 estudiantes de medicina entre 1948 y 1964. Los resultados de dicho estudio indican que esta enfermedad se manifiesta con frecuencia en quienes poseen disminuida su capacidad de expresión y posee tendencia a la depresión.

Como resultado de estos hallazgos se produjeron numerosos estudios de modelos experimentales con animales, principalmente ratones, donde se ha observado que estímulo estresante de shock eléctrico, ruido intenso o aislamiento, propicia el crecimiento del tejido canceroso a través de la disminución de la capacidad inmunitaria (Bammer & Newberry, 1985).

A ello se agrega que se reportan casos desconcertantes de remisión espontanea del tejido canceroso, considerando algunos que la fe religiosa, intensamente mantenida, con absoluta convicción, junto a la visualización de un omnipotente poder superior, ejerce un efecto sobre el sistema inmunológico que hace remitir la enfermedad (Westcott, 2002).

Sin embargo, el factor más cercano a la hipótesis de la participación del estrés en la etiopatogenia del cáncer es el sistema endocrino-inmunológico. No se conoce a plenitud el mecanismo neuro-químico que los relaciona entre sí, pero la secreción endocrina anómala, especialmente catecolaminas y ACTH, y por ende el cortisol (Brennfleck, 2002), deteriora el sistema inmunológico, específicamente la capacidad defensiva de NK y citoquinas, lo que facilita el crecimiento neoplásico. Kendall-Tackett (2010), basándose en numerosos estudios, considera al estresor crónico el más dañino a la función inmunitaria, resultando como una de sus consecuencias la susceptibilidad al cáncer.

Más aún, si las consecuencias patogénicas del estrés son inespecíficas, entonces se fortalece la hipótesis de que el deterioro inmunitario sea factor participante en la etiología de esta enfermedad (Sirera & Sanchez, 2006); aunque no existen aún suficientes evidencias para dicha afirmación.

Por otra parte, en el mecanismo del efecto placebo, la imagen creada en la función cognitiva es el primer paso para producirse un efecto consonante de la psique sobre el cuerpo (Meissner et al. 2011). Por lo tanto, si se transmite bajo hipnosis alguna imagen de curación (Trakhtenberg, 2008), es muy probable que las células NK y citoquinas puedan quedar condicionadas, actuando sobre el tejido canceroso. A esto se agregan estudios de Aaron Frederick Rasmussen, quien considera el efecto de la emoción sobre el curso de la enfermedad (Friedman, Klein & Friedman, 1995).

Por consiguiente, el sistema inmunológico se relaciona de dos maneras con el cáncer. Por un lado, la presencia de células tumorales activa la respuesta inmune, y por el otro, el deterioro inmunitario favorece la aparición y aumento de tejido tumoral.

Un aspecto crucial en el paciente de cáncer es la depresión, la cual es el trastorno afectivo más asociado a la enfermedad. Se discute la posibilidad de que este trastorno del humor, siendo crónico, genere cáncer. Pero lo indiscutible y evidente es que la posibilidad de la muerte provoca depresión en el paciente, con la consiguiente pérdida de esperanza y optimismo.

La esperanza se ha definido como la espera de una solución a suceder (Folkman, 2010), por lo que se asocia con la capacidad de afrontamiento. Ambos conceptos están imbricados entre sí, y son alimentados por el optimismo (Rand, 2009). La pérdida de la esperanza en el paciente con cáncer es mayor a medida que haya una actitud más pesimista (Ariyabuddhiphongs & Li, 2012), aumentando el riesgo de recurrencia y muerte (Tacon, 2003).

Cáncer de mamaSheppard et al. (2011), realizaron un estudio piloto para determinar el efecto de la actitud fatalista de pacientes afroamericanos con cáncer de mama. La muestra tenía una edad media de 21 años, sin metástasis o recurrencia. Encontraron que la inexorable idea de la muerte en estos pacientes ejercía severo daño en su estado anímico.

Según Delahaij et al. (2011), los pacientes con menos recursos psicológicos para afrontar la enfermedad, sufren fácilmente desesperanza, lo cual en sí mismo es predictor de ansiedad y depresión. Otros estudios han mostrado correlación de cáncer con depresión, soledad y disminución de la capacidad de expresión emocional (Thomas, Duszynski & Shaffer, 1979).

Optimismo y esperanza son importantes predictores de salud (Rasmussen, Scheier & Greenhouse, 2009), y son garantía para la aceptación de nuevos tratamientos (Eliott & Olver, 2009). Además, pueden ser barrera a la depresión severa en estos pacientes, basado en el mecanismo de auto-eficacia para el manejo de la enfermedad (Bryant & Cvengros, 2004) (Hazlett, Molden & Sackett, 2011). Estas actitudes facilitan la concentración para lograr efecto con las técnicas Complementarias (Lee et al. 2011) (Lee et al. 2012).

Matthews & Cook (2009) reportan un estudio donde se muestra el efecto favorable de la esperanza. Se tomaron noventa y tres mujeres con cáncer de mama, entre fases I y IV, y entre 39 y 79 años de edad. En esta muestra se observó que esta actitud correlacionaba con bajo nivel de depresión.

Schrank et al. (2010) analizan el concepto de esperanza, y consideran que este ha sido estudiado en la literatura, en primer lugar, en asociación con la emoción, en segundo lugar, con la cognición, y en tercer lugar asociada a ambas funciones. Concluyeron además que la esperanza permite un mejor funcionamiento social, la reducción de la vulnerabilidad al estrés, mejor capacidad de afrontamiento, y el aumento de la eficacia de la psicoterapia.

Dada las condiciones estresantes del paciente con cáncer, el apoyo social es factor crucial en el logro de su bienestar. Este concepto se incluye dentro de los reguladores de la respuesta de estrés, y aporta sentimiento de protección en los momentos difíciles. Permite además mayor posibilidad de comunicación, y por ende propicia catarsis. A ello se agrega que posibilita orientación, distracción, diversificación de intereses, y satisfacción de la necesidad gregaria.

Los sistemas de apoyo social pueden estar compuestos por pareja, familia, amistades, instituciones sociales, centros de atención de salud, grupos religiosos y sociales. Por consiguiente estos pacientes requieren apoyo afectivo de la familia, enfermeras, médicos, y otras personas a su alrededor (Pattison & Lee, 2011) (Nauert, 2001).

La relación entre apoyo social y cáncer se manifiesta a través de la vía psicológica y la endocrino-inmunológica. Por la vía psicológica, el apoyo social favorece la adherencia al tratamiento, y mejor afrontamiento a la depresión. Por la fisiológica se relaciona con el aumento de oxitocina, como resultado de la reducción del estrés, a lo cual se le suma la normalización del cortisol y catecolaminas. Esto último implica el aumento de la capacidad defensiva de células NK, y mejor funcionamiento de las citoquinas (Uchino, 2006) (Lunde, 2011).

En resumen el estrés, hipotéticamente, participa en la etiología del cáncer por varias vías: Una, provocando mutación genética, propiciando crecimiento del tejido neoplásico. En segundo lugar afectando el sistema inmunológico hasta reducir su capacidad defensiva contra el cáncer. En tercer lugar, a través de depresión, modificando funciones fisiológicas que favorecen la enfermedad.

esperanzaUn lugar destacado en el estudio de la relación entre estrés y cáncer lo ocupa el cáncer en niños, dado que esta enfermedad es una de las principales causas de mortalidad infantil (Fayed et al. 2011). Cada año se diagnostican con esta enfermedad 14.000 niños y adolescentes en Estados Unidos, aunque la supervivencia ha aumentado 70% en las últimas décadas (Long & Marsland, 2011). En el transcurso de un año aproximadamente 12.400 niños y adolescentes menores de 20 años de edad son diagnosticadas con cáncer (Bauman, 2010).

A esto se añade que el impacto psicológico en el niño con esta enfermedad es más agresivo debido a su incapacidad de comprender suficientemente la situación, y también la dificultad para el manejo de síntomas. Más compleja es la situación familiar, especialmente por el impacto emocional dada la situación o manejo del paciente, y su probable pérdida de la vida (Shannon, 2002) (Contrada & Baum, 2011).

A ello se suma el efecto que ejerce en la familia el sufrimiento causado en el niño por la quimioterapia, radiación, cirugía, trasplante de médula ósea, hospitalización, u otra intervención física (Long & Marsland, 2011) (Rodríguez et al. 2012). Se suma también la fatiga (Hinds, Hockenberry & Eaton, 2001), la ansiedad y depresión (Merrill et al. 2007), y el estrés postraumático (Phipps, Jurbergs & Largas, 2009).

Conclusiones

Es evidente la necesidad de profundizar en la investigación sobre la relación entre el cáncer y estrés, específicamente en cuanto a la depresión crónica. Se requiere enfatizar que no se incluye cualquier depresión en una hipótesis sobre su participación en la etiopatogenia del cáncer, sino la que es crónica, o sea, capaz de mantener activos y permanentes los mecanismos dañinos de estrés.

Efecto de la hipnosis relajante en los pacientes de cáncer


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José Ramón Ponce (†)

José Ramón Ponce

Doctor en Psicoanálisis, Universidad de Psicoanálisis Humanístico, Brasil.

Master en Psicología de la Salud, por la Walden University, Minnesota.

Licenciado en Psicología, certificado Josef Silny & Associates, Inc. Licencia de Hipnoterapia, USA.

Investigador Agregado por la Academia de ciencias de Cuba.

Fue miembro de la Sociedad de Neurociencias de Cuba, Sociedad de Psicología de la salud de Cuba, Grupo Nacional de Termalismo. Fundador y creador de la Sociedad Cubana de Hipnosis, en la Academia de Ciencias de Cuba. Miembro de la Sociedad Venezolana de Hipertensión arterial. Participante de eventos científicos nacionales e internacionales. Le han realizado numerosos reportajes de prensa por su trabajo.

Libros publicados:

Dialéctica de las actitudes en la Personalidad
El Sistema Psíquico del Hombre
Estrés emocional y su afrontamiento
Como estudiar mejor y sin estrés
Conversando con adolescentes
Un Hombre ante sí mismo
Hipnosis y relajación emocional.
Folletos en apoyo a la docencia.​

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