Las nueve musas
El valle de Pokhara

El valle de Pokhara

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El lago Phewa es un lugar sagrado en Nepal. Cuenta la leyenda que en el fondo de sus aguas existía una aldea.

Un día, llegó un mendigo a este lugar. La montaña sagrada de Mahabharat iba a elevarse, provocando el desbordamiento del río Seti, y la ciudad iba a desaparecer bajo sus aguas.

El mendigo llegaba para avisar a los lugareños. Sin embargo, tan malo fue el comportamiento de sus gentes hacia el pobre mendigo que éste, que no era sino el Dios Barahi Bhagwati, decidió castigarlos y no avisarles de lo que iba a pasar, dejándoles en la ignorancia absoluta.

Templo Bahari, en el lago Phewa

Poco después, el río inundó el valle, el pueblo sufrió las consecuencias y desapareció en el fondo del lago. Los supervivientes a la tragedia decidieron construir un templo en honor al Dios Barahi, aquél al que habían ofendido con su actitud. El lugar elegido fue la colina que las aguas dejaron en medio del nuevo lago.

En la actualidad este lugar es sagrado y son muchos los nepalíes que se desplazan hasta su templo para dejar ofrendar y realizar sus oraciones.

Phewa es uno de los lugares más representativos del país: en sus aguas se refleja el monte Machapuchare, considerado también sagrado y de los pocos a los que los viajeros montañistas no pueden acceder.

Todas las tardes, al atardecer, lugareños y visitantes se congregan en este paraje a orillas del lago: es fácil ver a muchos turistas fotografiando la puesta de sol, o las barcas de vivos colores, que llegan desde el templo Barahi en mitad del lago hasta tierra firme. También pescadores y embarcaciones de turistas vuelven desde el lado opuesto, donde se sitúa la Estupa de la Paz, icono budista merecedor de una visita si se decide visitar este país asiático.

Estupa de la Paz, Pokhara

El valle de Pokhara, donde se encuentra el lago Phewa, es uno de los lugares más mágicos de Nepal. Rodeado de algunas de las cumbres más altas del Himalaya, es un punto de referencia para todos aquellos que buscan ascender alguna montaña ya sea el Annapurna I, la más peligrosa del Himalaya (y también más demandada), Mannaslu, Dhaulagiri, etc; en el valle se congregan montañistas de todo el mundo, retándose a sí mismos para alcanzar la cima de alguno de ellas y demostrarse que todo es posible.

Amigas tibetanas
La autora del artículo, Rosabel Serrano Llopis, con una amiga tibetana

Una visita a Sarangkot nos permitirá observar de cerca todas las cumbres, sin tener que escalar ninguna de ellas. Entonces es cuando uno se da cuenta de la dimensión del lugar donde nos encontramos. Desde Sarangkot, todo el valle es visible; un escenario compuesto por verdes colinas, cuyos picos se encuentran coronados de nieve la mayor parte del año. Pokhara, la capital del valle está a 730 metros sobre el nivel del mar; algunos de los picos nombrados rozan los 8000 metros. La distancia entre la ciudad y las cumbres no supera los 48 kilómetros en algunos de los casos…

No todos los que llegan hasta aquí lo hacen para subir montañas. El valle está compuesto de numerosos lagos y de paisajes sorprendentes; además, el yoga y la meditación son prácticas largamente extendidas entre la población nepalí desde la antigüedad, y muchos se decantan por hacer un retiro durante unos días del viaje.

Pokhara es el centro neurálgico de toda esta reunión de montañas, lagos, cascadas y ríos que conforman este enclave. La ciudad no era visible para el mundo hace un siglo, cuando las caravanas del comercio entre la India y el Tíbet la utilizaban como lugar de paso en su larga travesía a través de las montañas del Himalaya. Muchos fueron los comerciantes que pernoctaron aquí, descansando y recuperándose de la jornada de viaje.

Lago Begnas, Pokhara, Nepal

Hoy en día, Pokhara es una ciudad caótica pero tranquila, donde los nepalíes han aprendido a convivir con la llegada de los visitantes que año tras año llegan hasta este remoto punto del planeta.

La ciudad vive dos realidades: su centro sigue siendo de quien siempre lo fue, los nepalíes, con su modo de vida, sus costumbres y su vida; el lago Phewa ha reunido otro mundo para los turistas, que ocupan este espacio y lo comparten con las numerosas tiendas de material de montaña, restaurantes adaptados a los paladares occidentales, y agencias de viaje de aventura.

Los tibetanos refugiados que residen en el valle tienen su propio espacio, apenas alejado unos kilómetros de la ciudad, su mundo está formado por un templo budista y la pequeña comunidad de casas que lo acompañan.

Rosarios tibetanos

Las ayudas recibidas de otros países, y el comercio de souvenirs de sus mujeres, son su actual medio de subsistencia.

Ni el turismo ni los nuevos tiempos han erosionado la esencia de Pokhara y sus gentes. Estas siguen viviendo como siempre, con la sonrisa y la felicidad en su rostro, sin importarles en demasía el dinero, y sin prestar excesiva atención al mundo material. Esta es la verdadera lección que nos puede dar el pueblo nepalí…

En el campo de refugiados tibetanos, Pokhara

Rosabel Serrano Llopis

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