Constantino Cavafis, (Alejandría, Egipto, 1863 – Atenas, Grecia 1933). Ha sido uno de los literatos más importantes del siglo XX –no solamente de las letras griegas, sino de la creación filosófico-artística mundial, y –a la vez- uno de los mayores representantes del renacimiento de la lengua griega moderna.
Su obra ha sido corregida sin cesar hasta la perfección que él buscaba (algunos versos fueron elaborados durante diez años), y consta de 154 poemas que forman la edición canónica, más una colección de otras composiciones que -a su juicio- no habían encontrado todavía su forma definitiva.
Los poemas de Cavafis, se alimentan por la de los parnasianos y los simbolistas franceses, y están repletos de una refinada cultura grecolatina del Egipto de finales del siglo XIX y principios del XX, y de una subyacente ironía, que caracteriza a los griegos de esa latitud y de aquella Era.
Su poesía se enfoca en los asuntos de la (in)utilidad de la fe, de lo que realmente puede significar la palabra “patria” –a la que se puede dirigir el amor- y de la homosexualidad y de sus derechos.
Los temas que le interesan han sido los grandes momentos históricos, y sus decadencias, como el famoso “Esperando a los bárbaros”, “El dios abandona a Antonio” o “Ítaca”, algunas de cuyas frases han pasado a ser proverbiales:
Al salir rumbo a Ítaca,
procura que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de conocimientos…”
☼☼☼
«Σα βγεις στον πηγαιμό για την Ιθάκη,
να εύχεσαι νάναι μακρύς ο δρόμος,
γεμάτος περιπέτειες, γεμάτος γνώσεις…»
También son muy leídos hoy sus poemas homoeróticos, que cantan las excelencias sensuales del amor furtivo, como “Recuerda, cuerpo…”. En ellos asoma la debilidad que acecha al ser humano en sus momentos difíciles, la atracción sexual y la impotencia ante el paso del tiempo.
Los mejores versos de Cavafis expresan la experiencia humana de una forma intemporal y por ello él ha influido a autores de la poesía de la experiencia, como el catalán Jaime Gil de Biedma.
Sus piezas históricas más inspiradas pintan con gran fuerza cuadros realistas y decadentes de un pasado poco conocido y ciertamente fascinante: el oriente helénico, desde la Antigüedad clásica hasta las tres primeras décadas del siglo XX; los reinos griegos postalejandrinos, la sujeción a Roma y a Bizancio, y la convivencia de lo pagano y lo cristiano.
Cavafis demuestra que -como creían los antiguos helenos- la historia es cíclica, e infunde los sentimientos de la nostalgia y del miedo a lo desconocido en sus evocaciones. Posee el secreto de recrear la atmósfera cotidiana de los tiempos ya pasados.
Su estilo rehúye conscientemente la retórica, pero muestra un distanciamiento grave, inteligente y solemne. Por sus poemas desfilan jóvenes chaperos ingenuos y deseables, personajes históricos contemplados en sus momentos de mayor humanidad, gentes anónimas de la calle y objetos cotidianos y corrientes que de pronto adquieren un profundo valor simbólico, como por ejemplo las velas encendidas y apagadas que representan el curso de la vida.
Voces ideales y amadas
de aquellos que murieron, o de aquellos perdidos
para nosotros, como los muertos.
A veces ellas hablan en nuestros sueños;
a veces, pensando, la mente las oye.
Y con su eco por un instante retornan,
sonidos de la primera poesía de nuestra vida
-como música, de noche, lejana, que se apaga.
C.P. Cavafis, 1904
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Los días del porvenir están ante nosotros
como una hilera de candelitas encendidas
-doradas, cálidas, velitas vivaces.
Los días pasados se quedan atrás,
como una triste línea de velas apagadas;
las más cercanas despiden todavía humo,
candelas frías, derretidas y curvadas.
No quiero verlas; su imagen me entristece,
y me aflige recordar su luz primera.
Adelante miro mis candelas encendidas.
No quiero volverme, para no ver y estremecerme
cuán rápido la línea oscura se prolonga,
cuán rápido se multiplican las velas apagadas.
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