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Cien años de «Platero y yo»

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Ha pasado ya un siglo desde que se publicó la edición definitiva de «Platero y yo», un libro sin edad, excepcional, rigurosamente distinto a todo lo que había escrito hasta entonces Juan Ramón Jiménez. En este artículo lo recordaremos con justicia.

Platero y Yo
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Corría el año 1917, y Europa aún intentaba recuperarse del horror de la Gran Guerra. La crisis espiritual que aquel conflicto había ocasionado en las mentes más representativas de la época afectó notablemente el ritmo de su producción literaria. Sin embargo, España fue una estimulante excepción: Valle-Inclán publicaba sus impresiones del frente bélico, La media noche, visión estelar de un momento de la guerra; Unamuno, profundizaba el tema cainita (uno de los que más le obsesionaban) en la novela Abel Sánchez; Ramón Gómez de la Serna daba a conocer una versión bastante acabada de sus Greguerías, y la Residencia de Estudiantes editaba por primera vez el volumen, luego numerosas veces reimpreso y aumentado, de las Poesías completas de Antonio Machado.

Por su parte, Juan Ramón Jiménez, recién instalado en Madrid tras su regreso de los Estados Unidos y su casamiento con Zenobia Camprubí, inauguraba un nuevo ciclo creativo con dos libros muy diferentes entre sí: Sonetos espirituales y Diario de un poeta recién casado.[1] Ese mismo año también publicaba Platero y yo. Recordemos que una edición anterior, abreviada, ya había visto la luz en 1914, edición que se incluyó en una colección de textos preparados para niños. Con todo, en 1917, el libro aparecía en la versión que hoy tenemos por definitiva.[2]

Ahora bien, es necesario decir que las virtudes de este libro no fueron advertidas de inmediato por la crítica especializada. Quienes tengan acceso a las revistas y periódicos de aquel tiempo confirmarán que, salvo contadas excepciones, el libro debió abrirse camino por su cuenta hasta alcanzar la difusión que en la actualidad posee en todas las áreas del idioma. Sospecho que el «malentendido» provocado por la primera edición, aquel que lo asociaba al género infantil, puede explicar en algún punto esta falta de interés. Pero ¿había sido Platero y yo realmente un libro para niños?

En la edición de 1914, el futuro nobel ya había hecho una elocuente advertencia: «Este breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero, estaba escrito para… ¡qué sé yo para quién!… para quien escribimos los poetas líricos… Ahora que va a los niños, no le quito ni pongo una coma. ¡Qué bien!». En los prólogos posteriores a 1917, no obstante, el autor añade lo siguiente: «Yo (como el grande Cervantes a los hombres) creía y creo que a los niños no hay que darles disparates (libros de caballerías) para interesarles y emocionarles, sino historias y trasuntos de seres y cosas reales tratados con sentimiento profundo, sencillo y claro. Y esquisito».

Pese a los capítulos agregados en la nueva edición y a las palabras aclaratorias del autor, podemos señalar, con Gómez Yebra, que «Platero y yo ha seguido considerándose dentro del denostado género de “literatura infantil”, y se ha relegado a los pupitres escolares de los niños españoles, que apenas han traspasado el primer capítulo».[3] Aun así, Platero y yo no es, como tanto se ha dicho, un libro escrito para niños, sino más bien un libro sugerido para niños. Carmen Bravo-Villasante lo expresa de este modo:

Este tierno poema, escrito a principios de siglo acerca de un burrillo suave y peludo, es un poema lírico, que en un principio no fue concebido como poesía para niños. […] No tiene nada extraño que el libro del poeta sea para los niños; el borriquito está visto con ojos infantiles como un pequeño ser delicado, incluso parece un juguete, un animalito de trapo, y su ternura es infantil. [… ] Todavía hay quien discute si Platero y yo es un libro para niños. Es imposible en algunos casos trazar una línea formal entre el género infantil y el de adultos. En este caso, el libro tiene el extraordinario mérito de valer para todas las edades. La alta calidad poética alcanza por igual a niños y grandes.[4]

Más allá de cualquier consideración, lo cierto es que en un género tan poco común en nuestra lengua como es el poema en prosa, Juan Ramón Jiménez consigue algo único: una escritura alada, transparente, de una difícil sencillez, cuyo secreto el poeta nunca volvería a encontrar fuera del territorio específico del verso.

Platero y yo nació perfecto y así ha permanecido a lo largo de estos años. Tuvo, de hecho, la suerte de escapar a las sucesivas correcciones que el autor impuso a la mayoría de sus libros. Conviene aquí recordar un verso del propio Juan Ramón: «No la toquéis ya más, / que así es la rosa»[5]. Pues bien, para muchos de nosotros, Platero y yo no es tan sólo una rosa, sino, en todo caso, un rosal de grandiosa arquitectura; por consiguiente, hubiera sido un verdadero sacrilegio someterlo a cualquier cambio.

Platero y yo


[1] De 1917 es también  Poesías escojidas, libro que servirá de base a todas las antologías posteriores.

[2] Platero y yo se publicó por primera vez en la Navidad de 1914, en una edición para niños de 73 capítulos (con ilustraciones de Fernando Marco), como un tomo más de la Biblioteca Juventud. La primera edición completa data de 1917 y cuenta con 138 capítulos, capítulos que, con respecto a la edición anterior, fueron revisados y reordenados de acuerdo con las estaciones del año. Recomiendo la edición de Cátedra, a cargo de Michael P. Predmore, y la de Castalia, a cargo de Antonio Gómez Yebra, para mayores consultas.

[3] Antonio Gómez Yebra. «La figura del niño en Platero y yo», en Juan Ramón Jiménez, Poesía total y obra en marcha, Actas del IV congreso de Literatura Española Contemporánea, Universidad de Málaga, 13-16 de noviembre de 1990, Barcelona, Anthropos, 1991.

[4] Carmen Bravo-Villasante. Historia de la literatura infantil española, Madrid, Escuela Española, 1985.

[5] Juan Ramón Jiménez. «El poema», en Piedra y cielo, Buenos Aires, Losada, 1968.

Flavio Crescenzi

Flavio Crescenzi

Flavio Crescenzi nació en 1973 en la provincia de Córdoba, Argentina.

Es docente de Lengua y Literatura, y hace varios años que se dedica a la asesoría literaria, la corrección de textos y la redacción de contenidos.

Ha dictado seminarios de crítica literaria a nivel universitario y coordinado talleres de escritura creativa y escritura académica en diversos centros culturales de su país.

Cuenta con seis libros de poesía publicados, los dos últimos de ellos en prosa:
• «Por todo sol, la sed» (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2000);
• «La gratuidad de la amenaza» (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2001);
• «Íngrimo e insular» (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2005);
• «La ciudad con Laura» (Sediento Editores, México, 2012);
• «Elucubraciones de un "flâneur"» (Ediciones Camelot América, México, 2018).
• «Las horas que limando están el día: diario lírico de una pandemia» (Editorial Autores de Argentina, Buenos Aires, 2023).

Su primer ensayo, «Leer al surrealismo», fue publicado por Editorial Quadrata y la Biblioteca Nacional de la República Argentina en febrero de 2014.

Tiene hasta la fecha dos trabajos sobre gramática publicados:
• «Del nominativo al ablativo: una introducción a los casos gramaticales» (Editorial Académica Española, 2019).
• «Me queda la palabra: inquietudes de un asesor lingüístico» (Editorial Autores de Argentina, Buenos Aires, 2023).

Desde 2009 colabora en distintos medios con artículos de crítica cultural y literaria.

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