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Capitalismo y teorías de la conspiración

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En julio de 1944, en un lujoso hotel situado en la ciudad de Bretton Woods, se reunieron 730 expertos en economía procedentes de todo el mundo, con el objetivo de idear un nuevo sistema económico y monetario global.

Hotel Mount Washington
Hotel Mount Washington, en Bretton Woods

La comisión británica estaba liderada nada menos que por el eminente John Maynard Keynes, seguramente el economista más brillante e influyente de todos los tiempos; mientras que el lado norteamericano estaba representado por Harry Dexter White. White era un hombre hecho a sí mismo, nacido en el seno de una numerosa familia judía emigrada de Lituania, que tuvo que trabajar duro desde muy joven y no pudo ir a la universidad hasta los treinta años. Aun así, logró doctorarse en economía por la universidad de Harvard y poco tiempo después se convirtió en unos de los pesos pesados de la administración Roosevelt. También se dice de White que era un confeso admirador de Keynes; sin embargo, durante las tres semanas que duró la negociación de Bretton Woods, Keynes fue vapuleado e incluso humillado por los norteamericanos.

EEUU, de forma prácticamente unilateral, diseñó el marco institucional en el que se desarrollaría la economía global a partir de entonces, un marco que pasaría a estar bajo su control exclusivo.

Keynes había propuesto crear una Unión Monetaria Internacional para todo el mundo capitalista, con una única moneda (el bancor) y un único Banco Central internacional. Esto hubiera permitido, según Keynes, la integración económica global –capitalista- gracias a la introducción de la moneda común (hubiera facilitado el comercio internacional, al disminuir los costes de transacción asociados a la incertidumbre monetaria), por un lado; y, por el otro, hubiera evitado los problemas que se generan en un sistema en el que actúan economías dispares vinculadas monetariamente. (Otro día hablaremos de esta propuesta de Keynes y de su validez actual)

Harry Dexter White (izquierda) y John Maynard Keynes
Harry Dexter White (izquierda) y John Maynard Keynes

Sin embargo, como todos sabemos, el sistema que afloró de Bretton Woods no fue el ideado por Keynes sino el del Patrón Oro-Dólar. Este fue un sistema de tipos de cambio fijo, en el que el dólar actuaba como moneda de referencia. Los EEUU se comprometían a vincular el dólar al oro a un precio fijo de 35 dólares la onza. Por su parte, las monedas del resto de países quedaban vinculadas al dólar a una paridad dada, pudiendo fluctuar solo un 1% por arriba o por abajo; esto implicaba que los países adheridos al sistema no podían devaluar su moneda ante situaciones de déficit comercial, por ejemplo.

Por ello se crearon dos instituciones económicas internacionales que han perdurado hasta la actualidad: el Fondo Monetario Internacional (FMI), por un lado, prestaría dólares a los gobiernos de los países que tuvieran problemas de déficit comercial. El Banco Mundial (BM), por su parte, estaba destinado a ser un banco de inversiones con el objetivo de canalizar el ahorro de los países superavitarios (básicamente los EEUU) hacia la inversión productiva en los países devastados por la guerra, con el fin de ayudar a reconstruirlos económicamente. Así EEUU, la única potencia económica superavitaria del momento, invertía su superávit comercial en los países deficitarios, reciclando su excedente en forma de inversiones en Europa y Japón, de manera que el sistema monetario quedaba equilibrado. En otras palabras, todo el mundo –capitalista- le compraba a EEUU sus productos, a cambio de que EEUU le prestara al resto del mundo –capitalista- dólares para que le siguieran comprando.

Este sistema monetario se sostenía sobre unos fundamentos realmente débiles: funcionaba únicamente si EEUU mantenía su posición de potencia exportadora de bienes y de capital. Si perdía esta posición, como así fue cuando Europa y Japón se recuperaron y le ganaron terreno en el mercado mundial, la capacidad del dólar como moneda ancla del sistema monetario internacional se vería puesta en cuestión.

A la pérdida de competitividad respecto a otros países, se sumó la financiación del Estado del Bienestar que llevó a cabo el presidente Johnson en los sesenta y el ingente gasto de la guerra de Vietnam, lo que obligó a la Reserva Federal a imprimir masivamente dólares. El mundo comenzó a darse cuenta de que los dólares ya no tenían el valor en oro al que supuestamente estaban vinculados y ese fue el principio del fin de la confianza que todo sistema monetario requiere para mantenerse en pie.

En 1971 el presidente Nixon anunciaba el fin de la convertibilidad del dólar con el oro. Con el fin de la convertibilidad, las monedas pasaban a fluctuar libremente, lo que supuso un primer paso para el levantamiento de los controles de capitales y el inicio de una etapa de tinieblas para la economía mundial. La caída del patrón oro sumergió al mundo en un vacío ideológico que desembocó en la desregulación total del capital. Sin un instrumental teórico con el que poder analizar y monitorizar la dinámica de la economía global, se optó por dejar que los incentivos individuales determinaran el devenir de ésta. Desde entonces el capitalismo no ha levantado cabeza.

Keynes
Keynes

El proyecto de sistema económico y monetario mundial ideado por los estadounidenses se impuso en Bretton Woods sencillamente porque ellos eran quienes verdaderamente tenían poder de negociación.

La brillantez intelectual de Keynes poco pudo hacer para persuadir a los negociadores: Gran Bretaña ya no tenía, ni volvería a tener jamás, el poderío económico que ostentó en los siglos XVIII y XIX; el mundo era ahora estadounidense y ellos decidían lo que se tenía que hacer.

Lo curioso de toda esta historia es que, en 1947, el principal negociador norteamericano en la conferencia de Bretton Woods, Harry Dexter White, del que ya hemos hablado, fue acusado por el general McCarthy de ser un espía soviético. Tuvo que dimitir de su cargo de director del FMI (institución que él mismo había creado) y declarar en uno de los juicios más mediáticos de la época. En principio se defendió hábilmente de las acusaciones y salió bien parado del juicio; sin embargo al año siguiente murió mientras viajaba en tren (supuestamente de un infarto). Años después, cuando se desmanteló la Unión Soviética y se desclasificaron documentos se constató que, efectivamente, White era un espía soviético.

El arquitecto del actual sistema capitalista mundial era un hombre a las órdenes de Stalin. La pregunta es obvia: ¿Qué interés podía tener un agente soviético en que la economía capitalista mundial funcionase adecuadamente?

José Pérez Montiel

 

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