Las nueve musas
Alfonso Alegre Heitzmann

El camino del alba

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El camino del alba es el nuevo libro de Alfonso Alegre Heitzmann (Barcelona, 1955), un poeta de largo recorrido, yo diría que un corredor de fondo, de obra breve pero intensa, y que se ha prodigado poco fuera de los grupos más selectos.

El camino del alba
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Es más conocida su labor crítica y editora. En 1987 publicó, junto con Victoria Pradilla, el primer número de Rosa cúbica, a la que siguieron 23 números más, que fueron saliendo con una periodicidad irregular, pero siempre guiada por el rigor crítico y editorial. Han colaborado en ella nombres tan importantes como José Ángel Valente, Andrés Sánchez Robayna, Antonio Gamoneda; artistas de la talla de Antoni Tàpies o Albert Ràfols-Casamada aportaron ilustraciones y textos propios, lo que indica la implicación entre poesía y pintura que siempre ha estado presente en la revista, así como una comprensión del arte como investigación e interrogación sobre la realidad. Abstracción y conocimiento, por tanto, son sus signos de identidad.

Tras este primer empuje, llevados del entusiasmo, Alfonso y Victoria decidieron embarcarse en una nueva aventura, de nuevo alrededor del selecto mundo de la poesía: fundaron un pequeño sello editorial, Ediciones de la Rosa Cúbica, en el que publicaron pocos pero excelentes libros.

Tanto el contenido de la revista como los libros publicados nos dan buena cuenta de por dónde van los gustos literarios de sus editores. Junto a los nombres ya señalados, le dedicaron un monográfico (los números 3 y 4, en un solo volumen) a Juan Ramón Jiménez. A este poeta ha dedicado posteriormente Alfonso Alegre gran parte de sus esfuerzos, pues firmó una muy meritoria edición de la poesía escrita en el destierro, tan poco editada y por tanto poco conocida, bajo el título Lírica de una Atlántida, así como el epistolario del premio Nobel.

En Camino del alba Alfonso Alegre reúne su producción última. En él se presentan poemas y poemas en prosa. El libro se abre con una traducción que el autor ya ha hecho suya: un breve poema del poeta chino Bay Juyi, que vivió entre el siglo VIII y IX de nuestra era:

Me despierto al sentir la manta fría,
blanca la claridad en la ventana,
noche profunda, oigo la nieve
que quiebra los bambúes con su carga.

Resulta sorprendente empezar un libro de poemas con una traducción, pero este pequeño poema nos anuncia cuál va a ser el tono de las páginas que le siguen. Por un lado, mediante una fuerte condensación expresiva, se desarrolla una gran capacidad de evocación. Por otro, el poema expresa la mirada del yo poético ante el mundo. De este modo, el poema no es la simple pintura de la naturaleza, sino que esta adquiere un valor simbólico, a través del cual interpretamos lo que siente esa mirada al contemplar el espectáculo de la naturaleza. Por último, como tercera característica que atraviesa todo el libro, la modernidad de estos poemas radica, precisamente, en el diálogo con la tradición, como veremos.

Efectivamente, de manera general puede verse que se trata de una poesía esencialista: es poesía abstracta porque prescinde de todo lo anecdótico y va directamente a lo esencial. Por ello, evita el adjetivo y basa su expresión en el sustantivo para dar nombre a lo sustancial con un mínimo de recursos, incluso renunciando en más de una ocasión al verbo. El breve poema Nocturno:

Hojas de plata,
el olivo en la noche,
luna en las aguas.

El poema es evocación porque es intensidad: la imagen se refleja a través de sustantivos, y se construye sin verbos:

Quietud viva,
el yermo en la noche,
el universo absorto.

En otros casos, la presencia del verbo no rompe el carácter sustantivo del poema, que sigue presentando una imagen que sorprende. En el caso del poema Jardín, los elementos de paisaje  expresan la sensación del instante vivido:

Rocío en las pequeñas piedras,
Fina grava sobre la tierra  pisas.
Jardín, el mundo; mar, el silencio

 Este carácter sustantivo, que buscar lo esencial, queda reforzado a menudo con la supresión del artículo, recurso, por cierto, tan característico de Jorge Guillén, a quien volveremos.

                              Nieve en el umbral

Nadie ha pisado…

En la misma línea, el uso de las formas impersonales de los verbos, infinitivos y gerundios:

“Presentir tras el bosque de pinos en la cordillera pétrea, con sus fríos grises y hondos azules, elevándose compacta y extensa hacia el cielo que se recorta nítido en su altura.”

El predominio del sustantivo y la brevedad del poema tienen un objetivo claro: la condensación expresiva, que llega a su máxima expresión cuando el poeta utiliza versos breves, muy breves:

Con infinito
caer
los párpados
se cierran,
tal como
las hojas
se dejan
y descienden…

De este modo, el poema gira en torno de la imagen, en este caso la caída de los párpados, que se asocia a la caída de la hoja. Los une la plasticidad de ambas imágenes. En otros, el poema se construye a partir de metáforas, cuya expresividad radica, precisamente, en su sencillez:

Tu sonrisa
es el fin de la tormenta,
la evidencia del ángel
en la tierra pedregosa,
la sombra del alma,
una nube…

Hay más imágenes que atraviesan todo el libro, y cobran protagonismo desde el título: las de la luz y sus derivados (claridad, alba, etc.), que adoptan un abanico de significados, asociados a la pureza:

¿Qué vive
en ti la luz
que cuando miras
desciende hacia su centro,
se acendra
y se hace cuerpo
de tu cuerpo?

En otros casos, la luz se aproxima a “su origen primera esclarecida” neoplatónico del que habló fray Luis en su oda III (“Esta claridad, que hunde el corazón hacia su origen, cavándose en la luz, y alienta espacio donde hablar tiemble en el ser…”), de manera que delata la influencia de la poesía áurea en general y de la mística en particular.  Volveré sobre ello.

Un lugar destacado tienen los metapoemas, aquellos que están dedicados a la reflexión no solo sobre la propia poesía, sino sobre el mismo acto de poetizar, el proceso de la escritura. Se empieza indicando la particularidad de cada poema, que siempre es único.

Cada poema
respira un aura.

Cada poema necesita su momento específico, el estado de ánimo especial previo a la inspiración, que solo llega cuando la luz recae sobre la realidad:

La luz reposa,
palabras y objetos.

La heterogeneidad de dos elementos, “palabras y objetos”, muestra el entrelazamiento de las dos realidades, el mundo y la palabra que ha de significarlas a través de la luz. Se necesita, simplemente, ir un paso más allá: cuando ya ha desaparecido la luz y llega la noche, espacio íntimo y misterioso según la tradición, se llega a ese otro mundo, como quien traspasa un umbral, o un dintel, para entrar en una nueva dimensión, y prende el poema:

Dintel –la noche
la página enciende.

La inspiración está presente en todas partes y vista como la iluminación que permite comprender la realidad:

En todas partes un rayo
llama a una puerta oscura,
una línea de color, en todas partes […],
del otro lado del umbral
de tu penumbra.

Porque el poema, herramienta de conocimiento, ilumina la realidad misma del mundo visto y vivido. El proceso de creación poética se comprende como un viaje que parte del mundo, pasa por el hombre que lo ve y lo interpreta y vuelve a él, casi como tributo: “Pensar la tierra para devolverle a la tierra lo pensado”. La frase es de uno de los poemas en prosa, pero parece tener muy presente el famoso verso de las Coplas de Jorge Manrique en el que la muerte es el fin del viaje del alma:

Dio el alma a quien se la dio.

El difunto ha recibido el alma de Dios y a él se la devuelve con su muerte. Del mismo modo, aquí, el yo poético piensa el mundo para entenderlo y volver a él a través del poema. Por eso “El poema es palabra en el límite”, el límite entre el hombre y el mundo, entre la realidad y el mundo estético o la palabra en el límite de sus posibilidades expresivas, lejos de la simplicidad del lenguaje ordinario, porque “el fondo de la vida late en una palabra”. Antes de la palabra no existe el poema, de la misma manera que antes del amanecer no existe el día. La luz lo cambia todo. Así, noche y silencio son sinónimos, opuestos a luz y palabra:

“Si el silencio nace en la palabra, no hay palabras vanas.”

Sin embargo, hay una verdadera resistencia del poema a la palabra, o del poeta a encontrarla. Por eso se pregunta: “¿Cómo ha de llevar en sí la palabra el ser del mundo, la voz que es siempre origen?”. La palabra viene, pero el silencio que la trae calla infinitamente y, al callar, se nombra.

“El silencio muere en la palabra para que ella nazca y para nacer de ella, del mismo modo que, al alba, la sombra muere en la luz para que el sol nazca y al nacer la nombre.”

Estos poemas en prosa, meditativos, discursivos, revelan una de las influencias más grandes de la que es deudor El camino del alba: Juan Ramón Jiménez.

“La rosa roja abriéndose en el aire,
¿tiempo o espacio?”

El tono aforístico del poema junto con el símbolo de la rosa delata la influencia del premio Nobel, lógica en un profundo conocedor de Juan Ramón y pulcro editor. Pero su presencia va más allá. La encontramos en el uso de ciertas palabras clave, como “la transparencia”, entendida como ejemplo de pureza, de perfección, eco del título del poema juanramoniano La transparencia, dios, la transparencia:

“Tu sonrisa
es […] la sombra del alma,
una nube,
la rama que el aire mueve,
la transparencia…”

En otros casos, Juan Ramón se refleja en el uso de ciertas palabras que presentan realidades sorprendentes, paradójicas, que indican la sorprendente unión de los contrarios: “Palabra y silencio, como luz y sombra, se pertenecen. En la conciencia mítica en la que nace el lenguaje, la dialéctica luz/oscuridad se resuelve en un nombre: solombra”.  En otros casos, una nueva realidad se expresa a través de neologismos de invención propia, pues el lenguaje ha sido incapaz de llegar hasta donde ha llegado el poema en su comprensión del mundo:

Terraza sobre el mar, se oyen las aguas,
las voces de los niños y las piedras;
pájaros esferan la mañana…

Entre líneas parece aquí colarse el recuerdo de otra de las grandes influencias del libro: Jorge Guillén, en este caso, Perfección:

Queda curvo el firmamento,
compacto azul, sobre el día.
Es el redondeamiento
del esplendor: mediodía.
Todo es cúpula…

Comparte con Guillén, además de los rasgos de estilo ya vistos, el sentimiento adánico de la contemplación del mundo, visto siempre con  nuevos ojos: el mundo no cansa, no hastía como les sucedía a los románticos, sino que está siempre “bien hecho” contemplado desde el beato sillón y por descubrir, porque parece recién creado:

“Cálido resplandor, la casa, tierra de la luz. Pájaros al alba; canto, claridad”

O bien, la simple contemplación del cielo:

En la terraza,
sola ante la baranda,
cruzan las nubes.
La contemplación conduce al asombro:
Quietud viva,
el yermo en la noche,
el universo absorto.

Pero este pensamiento adánico tan característico del Guillén de Cantico puede entroncar con la tradición antigua, como el poema de Bai Juyi que inicia el libro. Y es que el libro establece un diálogo con una larga tradición poética. Los epígrafes que encabezan ciertas secciones presentan citas de Yeats, Rosalía de Castro, Hölderlin. En cuanto a la tradición clásica, Shakespeare sirve para abrir los poemas reunidos bajo el título de Nubes de Albión.

La tradición clásica está plenamente representada con tres sonetos. Magnífico el que empieza

Pensar es tierra, luz, la madrugada
entrando en el espacio donde sueñas,
silencio en el umbral de la mañana…

El soneto es una estrofa difícil: someterse a una forma preestablecida parece más propio del Siglo de Oro que del XXI. Quizá por eso dedica en sentido homenaje a José Manuel Blecua, de quien Alfonso Alegre fue alumno, el que titula La luz en la ventana:

Un resplandor de luz, una ventana;
reflejo es de un hogar. Ardiente esfera,
la casa guarda dentro la postrera
lumbre del día en la memoria humana […].
Dos soledades arden en su llama;
la del que adentro mira el universo
en las sombras del fuego de la estancia,
la del que lejos sueña cuanto ama,
cuando en lo oscuro de la noche inmerso
un resplandor distingue en la distancia.

No solo a través de la métrica está presente la tradición, también la encontramos en los motivos desarrollados. La imagen bíblica de la paloma trayendo la rama de oliva a Noé nos remite a la tradición bíblica (Génesis 8, 11), que reinterpreta con una pincelada apenas esbozada:

Con una rama,
la paloma que vuelve,
de otro mundo.

El siguiente poema evoca el sopor del medio día, el calor el silencio solo rodeado del sonido de las abejas:

Cénit del día,
sombra bajo los árboles;
zumban abejas.

La sintética descripción parece, en realidad, una reducción a las líneas esenciales de un conocido pasaje de la égloga III de Garcilaso:

secaba entonces el terreno aliento
el sol, subido en la mitad del cielo;
en el silencio solo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba.

Es muy interesante señalar como la capacidad de sugerir mediante un mínimo de recursos, poemas breves, verso breve (tetrasílabos, pentasílabos, heptasílabos, etc.), parece directamente inspirado en la capacidad expresiva de la lírica tradicional que tan bien conoce su autor:

Ramas, heridas
grises en el cielo,
negras en la nieve.

Con muy pocos elementos evoca una imagen, la de la rama que, vista desde dos perspectivas, se presenta como una herida del cielo, es decir, vista desde abajo, en contrapicado si hablamos en términos fotográficos. En cambio, el contraste cromático si las miramos desde arriba, contra el suelo nevado, el tercer verso explota su aspecto cromático.

Del mismo modo, la lírica tradicional presenta una economía de medios absoluta: poemas breves, poquísimos versos, cargados de sugerencias:

Sospirando va la niña,
e non por mí,
que yo bien se lo entendí.
O bien,
Todos duermen, corazón,
todos duermen, y vos no.

En cuanto a las imágenes de luz/oscuridad, la tradición áurea presenta dos referentes importantes. Fernando de Herrera dedicó sus poemas a Luz, en cuyo esplendor siempre deseó consumirse, a pesar de la frialdad con la que parece tratarlo en los poemas. Son frecuentes los juegos de luz, claridad, fuego, etc. Ahora bien, el referente más inmediato en la poesía de Alfonso Alegre es la poesía mística, san Juan de la Cruz en primer lugar y el simbolismo de la noche oscura opuesta a la luz que guía al alma, aunque aquí se trata de un misticismo laico, estético, que no une al alma con Dios, sino que la eleva, a través del poema, hacia la Belleza.

De este modo, con El camino del alba, Alfonso Alegre Heitzmann nos brinda un exquisito libro de poemas en el que su personalísima voz establece un diálogo enriquecedor con la tradición literaria que tan bien conoce.

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Jorge León Gustà

Jorge León Gustá

Jorge León Gustà, Catedrático de Instituto en Barcelona, es doctor en Filología por la Universidad de Barcelona.

Su trabajo se ha desarrollado en estas dos direcciones: por un lado, como autor de libros de texto dirigidos a secundaria, y por otro, en el campo de la investigación literaria.

En el área de la educación secundaria ha publicado diferentes manuales de Lengua castellana y literatura en colaboración con otros autores, así como una edición de La Celestina dirigida al alumnado de bachillerato, Barcelona, La Galera, 2012..

Sus líneas de investigación se han centrado en la poesía del siglo XVI, el teatro del Siglo de Oro y las relaciones entre la literatura española y la catalana en el siglo XX.

Entre sus artículos destacan los dedicados a la obra de Mosquera de Figueroa: “El licenciado Cristóbal Mosquera de Figueroa, de quien ha publicado las Poesías completas, Alfar, Sevilla, 2015.

Las investigaciones sobre el teatro del Siglo de Oro le han llevado a colaborar con el grupo Prolope, de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyo resultado fue la edición de la comedia de Lope de Vega, Los melindres de Belisa, publicada en la Parte IX de sus comedias, en editorial Milenio, Lérida, 2007.

Además, ha sido investigador del proyecto Manos teatrales, dirigido por Margaret Greer, de la Duke University, de Carolina del Norte, USA, con cuyas investigaciones se ha compilado la base de datos de manuscritos teatrales de www.manosteatrales.org. Su colaboración de investigación se centró en el análisis de manuscritos teatrales del Siglo de Oro de la antigua colección Sedó que están depositados en la Biblioteca del Instituto del Teatro de Barcelona.

En el campo de las relaciones entre las literaturas catalana y española, ha estudiado la influencia del poeta catalán Joan Maragall sobre Antonio Machado, así como la de Rusiñol en la génesis de sobre Tres sombreros de copa de Mihura.

Del estudio de la interinfluencia del catalán y castellano ha publicado un artículo de carácter lingüístico: “Catalanismos en la prensa escrita”, en la Revista del Español Actual (2012).

Ha publicado el libro de poemas Pobres fragmentos rotos contra el cielo

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