“La mayor parte de los artistas, para tener éxito, dependen de lo que se ha dado en llamar el “sistema marchante-crítico”. Los medios con que se forma una reputación en sus fases iníciales siguen dependiendo, en gran medida, de conseguir una exposición individual en una galería particular de arte, con una secuela de críticas favorables en los periódicos y en las revistas especializadas de arte”.
Edward Lucie-Smith. Movimientos artísticos desde 1945
Según la profesora e historiadora del arte Lourdes Cirlot, el término informal “quiere decir negación de las formas clásicas de dirección unívoca, no abandono de la forma como condición base de la comunicación”, o lo que es lo mismo, la negación del valor comúnmente adscrito al concepto de forma.
En ese sentido, a finales del siglo pasado apareció la tendencia informalista, en la que confluían diversas corrientes: la pintura matérica, el tachismo, el espacialismo, lo gestual y lo sígnico.
Unos años antes, concretamente a principios de los 40, ya había surgido en Estados Unidos el expresionismo abstracto. La primera vez que apareció la palabra “informal” fue en 1951, gracias a Michel Tapié que consideró que esta tendencia marcaba una nueva época dentro del arte contemporáneo. También destacaba el crítico francés que el inicio de esta manera de pensar se basaba en el dadaísmo, principalmente por su negación de la realidad inmediata.
Uno de los artistas que mejor representan el ideario informalista en nuestro país es el pintor barcelonés Alfonso Borrell (1931), que vive y trabaja en Sabadell, su descubrimiento por la no forma se produjo muy pronto, concretamente en 1955, en plena eclosión de la abstracción, y hoy en día aún se mantiene fiel a ella. En sus inicios artísticos también se interesó por otras propuestas creativas propias del momento, y formó parte del Grup Gallot, creado en Sabadell a principios de los 60, que destacaba por ser un movimiento rompedor, dedicado al arte conceptual, principalmente por sus “happenings” y “perfomances”, algunas de ellas realizadas incluso en plena vía urbana, delante de un público entre sorprendido y expectante por esas actitudes vanguardistas. Precisamente el propio artista señalaba de aquella época que “el Grup Gallot me afectó mucho, me hirió y me dejó desorientado porque ellos eran un grupo de pintores muy revolucionarios y yo, en cambio, entendía la pintura como otra cosa, no quería que mi pintura fuera destructiva si no que quería que fuera constructiva. Pero ello lo descubrí con el paso del tiempo”.
Borrell ha realizado diversas retrospectivas, entre ellas,en la Fundación Miró de Barcelona , el Centro Cultural de la Tecla Sala de l’Hospitalet, la Fundación Palau de Caldes d’Estrac y la Fundación Vila Casas de Barcelona. En el año 2014 recibió el premio GAC, que otorga el Gremio de Galeristas de Catalunya.
Tuvimos oportunidad de ver su reciente trabajo en la Galería Joan Prats de Barcelona, espacio donde lleva exhibiendo sus obras de manera regular desde hace casi cuatro décadas. Se trataba de una exposición donde el color es el máximo protagonista, dentro del apartado espacialista. Los colores que aparecen en cada una de sus obras son sutiles y emotivos, y su reiteración cromática no causa ningún aburrimiento, si no lo contrario, debido a que suele trabajar con colores puros .
Aunque parezca que las influencias de pintores como el expresionista abstracto Mark Rothko, el suprematista ruso Kazimir Malévich o de Joseph Albers sean evidentes, en realidad no es así, ya que fue el pintor postimpresionista y modernista catalán Hernan Anglada-Camarasa el que verdaderamente le influyó, sobre todo en la época en que frecuentó su estudio, situado en la localidad mallorquina de Pollensa, mientras hacia el servicio militar. Ello le permitió conocer más de cerca la pureza del color, aconsejándole que “el único maestro es la naturaleza, estudiar mucho sobre ella. Y no escuchar a nadie, ni a los críticos. Antes de empezar una tela se han de hacer varios estudios de color…”. Y eso es precisamente lo que vemos en sus pinturas: un estudio detallado y reflexivo de las diferentes posibilidades que ofrece el color dispuesto en su mayoría en obras de gran formato, lo que implica una mayor espectacularidad cromática, tanto si aparece la luz en determinados puntos de la tela, como si se trata de tonalidades oscuras, en las que el negro es protagonista. Esta dualidad entre colores primarios y neutros es consecuencia del estado de ánimo del artista, pero que también podemos percibir o intuir nosotros mismos.
A nivel anecdótico señalar que las obras no llevan título, ya que para él no es lo más importante. De hecho, dentro del universo abstracto, los títulos no sirven de ayuda para la comprensión de la obra, sí no más bien lo contrario, dejando fluir la imaginación del espectador. Borrell divide la composición en dos partes, tanto si están dispuestas vertical como horizontalmente, de las que surgen nuevos espacios, siendo el negro y el blanco, por un lado, o el rojo y el verde enfrentándose al negro, por otro, las gamas cromáticas más empleadas. También aparecen unas grandes manchas de pintura acrílica, a veces más o menos diluida, junto con ciertos elementos geométricos, donde destaca el azul que cubre prácticamente toda la pieza. En conjunto suele emplear una gama cromática restringida: neutros –el blanco surge de la propia tela-, azul, verde, naranja y ocre. En resumen podemos afirmar que no sabemos exactamente cuando la obra está plenamente finalizada, originando un impacto visual muy espectacular, lo que incide en el resultado final de cada una de sus creaciones pictóricas.
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