Las nueve musas
Lágrimas

Ablución de lágrimas

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En la antigüedad las lágrimas se consideraban sagradas porque iban labrando el río personal donde el alma navegaría hacia el inframundo; aunado a este río creado por uno mismo estaba la ramificación del río construido por las personas que derramaban lágrimas por nosotros a lo largo de la vida y sobre todo el día de nuestra muerte.

El agua es símbolo de pureza, de lo recreado, de lo que limpia para renacer, es sagrada para las grandes civilizaciones y religiones, por ello, el diluvio da origen a la nueva creación, o el agua que limpiará al espíritu, por eso, el mar de Suf se abre ante un pueblo, el agua en el costado de Cristo, el valor de las aguas del río del Ganges, por esta razón, el Leteo es un río donde todo se olvida.

gangesEl agua limpia, purifica, da paso a otra vida en la existencia, porque se existe una sola vez pero, se tiene la oportunidad de resucitar y recrearse, porque cada amanecer es una nueva vida, un renacer.

En base a este significado, las lágrimas son la ofrenda que el Espíritu otorga al ser humano para renacer al soltar, como menciona el budismo.

Las lágrimas nacen en diferentes momentos con diversos significados.  Existen lágrimas de dolor, tristeza, alegría, amor, despedida, cansancio, angustia, felicidad, lágrimas de vida en el instante de nacimiento, lágrimas provocadas por el orgasmo y lágrimas de muerte, pero, más allá de su origen, el llanto libera, hace renacer y otorga en el interior plenitud, fortaleza y paz.

Las lágrimas asientan y recuerdan la debilidad, hacen comprender la necesidad del amor, de la compañía y de la belleza interior que ocasiona estar en comunión con Dios y la Creación para los creyentes, para el universo y la razón para el no creyente.

Pero, entre todo este caudal de belleza interior y de simbología antigua, está el extremo de la razón ramificada a lo largo de la historia, donde los grandes intelectuales niegan las emociones, los sentimentalismos y las lágrimas, sobre todo en el hombre. Spinoza decía, las lágrimas disminuyen al ser humano, un hombre sabio no debe reír, ni llorar, sólo comprender, la virtud absoluta del Espíritu es comprender.  Para este filósofo, el acto de sentir vuelve a la persona mediocre, ante esto, habría que preguntarse qué acto o motivo de su historia personal llevaron a Spinoza a endurecerse.

Este tipo de ideología sumida en la filosofía y desenvuelta en las costumbres de los pueblos, llevaron a crear una aureola de frialdad en el hombre y con el avance del feminismo también en la mujer.

La razón absorbió al ser humano en una búsqueda intelectual donde únicamente el conocimiento era válido y valioso, los lenguajes se olvidaron, los vocablos se volvieron conceptos de las ciencias y dejaron de ser universos expandibles, todo se volvió objeto de duda, de cuestionamiento, de necesidad de respuesta, se alejó del ser humano el lenguaje de las emociones, sensaciones, instintos, se asesinó el lenguaje espiritual, sexual y todo se fue convirtiendo en doctrinas, sofismas, dogmas, genitalidad, se enmascaró a la filosofía basada en la contemplación, en el dialogo, en la enseñanza, en la libertad de pensamiento y se le disfrazó de sistemas, escuelas, academias, pensamientos, verdades absolutas.

Mahatma GandhiLa filosofía se volvió sistemática, con estudiosos de buena memoria  y no sabios, produjo  pensadores que humillan, juzgan y critican, de manera similar, las religiones se volvieron doctrinales, dogmáticas, enjuiciadoras, se apropiaron de la verdad y crearon Iglesias, Templos, Mezquitas, Sinagogas, dándole más valor a una construcción que al cuerpo el cual es el verdadero Templo de Dios, se olvidaron de la esencia, de la espiritualidad, de reír y catalogaron el sufrimiento y  las necesidades del creyente de acuerdo a su intelectualidad alejando la experiencia personal.

La filosofía y la teología al olvidarse de las lágrimas y apartarlas, se volvieron frías, lejanas, cerradas y ambas comenzaron a pisar la sabiduría, el amor a ella, olvidaron que la verdadera sabiduría y Dios no juzgan, no consideran al otro ignorante porque no catalogan sino aceptan que cada ser humano tiene un tiempo para encontrarse con su verdad, Mahatma Gandhi, dijo, existen muchas verdaderas pero la mía es la que llevo en mi interior.

Los filósofos y religiosos olvidaron que un sabio y amante de Dios ayuda a cada persona a encontrar su verdad sin imponer la suya. Jesús, Mahoma, Lao Tse, Confucio, Platón, -por mencionar algunos- nunca impusieron una verdad, solamente guiaron a la persona a encontrarla a través de la contemplación de la naturaleza, del cuerpo, de escucharse a sí mismos, al otro y en ese proceso de encontrarse con la propia verdad las lágrimas eran importantes, como dice Blaise Pascal las lágrimas otorgan conocimiento porque nos limpian, purifican, abrillantan los instintos, celebran el crecimiento del espíritu, ayudan a despedirnos y hacen mejores seres humanos al enseñarle su fragilidad.

En retórica existen dos tipos de conocimiento: el del erudito y el del genio. El primero es el conocimiento memorizado, abstracto, cargado de un lenguaje complicado y soberbio, el otro, el del genio, se deja tocar por la naturaleza y la misericordia, hace del lenguaje un mundo, no necesita  palabras complicadas porque encuentra en lo más sencillo la sabiduría, comprende el espacio de un texto, el silencio de la persona como la palabra más sabia, vive las risas, el llanto, la alegría, la tristeza, no necesita preguntas sino vida para otorgarle sentido a todas las  respuestas que lleva en sí mismo.

A diferencia del erudito que se cuestiona porque no tiene respuestas, el genio siente, experimenta y vive.  El erudito necesita preguntarse ¿qué es el amor?, el genio dice me gusta cuando callas porque estás como ausente, no necesita saber qué es el amor, sino vivificarlo, experimentarlo, compartirlo, ofrecerlo.

El genio encuentra la sabiduría en todo, como lo hacía Sor Juana Inés de la Cruz, y no limita el vocabulario a conceptos, el genio a diferencia del erudito sabe que la sabiduría tiene su fundamento en el misterio de contemplar y percibir, que al renovarse todo nada se conocerá de manera profunda encontrando ahí la belleza, se comprende como un aprendiz de todo, nunca especialista, ¿cómo alguien podría ser especialista? ¿Se puede ser especialista del pensamiento de otra persona, del dolor, de la reflexión de un ser humano, de Dios? ¿Acaso lo que se habla de un autor, de su historia, de su pensamiento no es una interpretación desde lo que se es, desde la propia verdad, desde lo que cada persona necesita decirse a sí mismo y al mundo?

El racionalismo, otorgó muchas cosas, pero en su fundamentalismo robó la esencia personal, se prohibió sentir en nombre de la razón, se castigó y juzgó como debilidad el acto de llorar, se vedó hacerlo en nombre de una sociedad la cual envolvió al ser humano en un caminar frío y duro, sin darse cuenta que al alejar las lágrimas del interior del ser humano estaba alejándolo de sí mismo, de la oportunidad de renacer, de limpiarse. El hombre se volvió salvaje y convirtió sus lágrimas en violencia, en tiranía, en absolutismo, y las lágrimas de la mujer en ignorancia, en debilidad de pensamiento, en mediocridad.

El hombre y la mujer sin lágrimas comenzaron a compararse, a materializarse, a llenar sus vacíos con dinero, carros, posiciones sociales, a pervertirse, al no tener lágrimas para purificarse, no tuvieron quien les enseñara una nueva manera de vivir, y llenaron sus vacíos con poder.

Se olvidaron de sus instintos, dejaron de percibir su necesidad de aullar como lo hacen los lobos para encontrar, avisar, comunicar un nuevo camino y gritar su existencia.

El ser humano al olvidarse de las lágrimas se convirtió en su propio enemigo, y por ende de su prójimo, porque el llanto acerca a lo que se es interiormente al revelar la riqueza y fortaleza de la fragilidad.

La sangre es la carne del alma, el cuerpo el hogar de Dios, la mente la casa de la razón, el corazón el refugio de los instintos y los sentidos, el Silencio el templo de la palabra y las lágrimas la piel de nuestro interior, sin ellas todo lo que salga del interior causará daño, las lágrimas de manera similar a la piel cuidan de cada ser humano, abren caminos, depuran, vuelven a la persona entendible, hacen reconocer que ante cualquier circunstancia un abrazo es más valioso que una etimología o una teoría, que se necesita más una carcajada que una doctrina o un dogma.

Las lágrimas construyen un camino hacia el interior como le sucede a Alicia al caer en el río de sus propias lágrimas. Alicia crece, disminuye, se hace pequeña y crece, pero, ninguno de estos dos polos la llevan hacia donde ella quiere ir, ambos puntos la angustian porque no le dan respuesta, ni la llevan a otro lugar, sólo la sitúan en un encierro propio donde se vuelve muy pequeña para el mundo o demasiado grande, donde sea como sea todo es incomprensión incluso para ella misma, son sus lágrimas las que le forman un camino, la conducen y la ponen en un lugar cómodo para sí misma, donde ella entiende que la razón tiene un tope y éste no le permitirá salir de esa casa que la representa o donde olvidarse de todo lo que es la lleva a disminuirse y a perderse en esa construcción de la cual al ser tan pequeña no puede salir, las lágrimas de Alicia la retornan a su estado perfecto, la llevan a otro lado, le dan la fortaleza para seguir y descubrir un nuevo sendero.

En el principio el hombre y la mujer fueron creados Basar Bedam Maim – Carne Sangre y Agua, por ello, en la Eucaristía estos tres elementos se vuelven símbolo de comunión y de resurrección, cada uno son un signo de vida y otorgan un significado Humano, desde la carne para la razón, de Vida desde la Sangre para la espiritualidad, de Evolución desde el Agua para las ciencias y sí, el ser humano es todo ello, razón, espíritu, naturaleza, por eso, necesita del conocimiento, de su espiritualidad y de las lágrimas para encontrarse cada despertar con la Sabiduría como la llama la filosofía, con uno mismo como la llama el no creyente, o con Dios.

Cada despertar se debe recordar, que así como se cuida la piel externa se debe proteger y consagrar la piel del interior, dejarla fluir y así, como en tiempos antiguos y en el mundo de Alicia, permitir a las lágrimas trasladarnos hacia nuestra misión de vida.

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Martha Leticia Martínez de León

Martha Leticia Martínez de León

Hermeneuta en Libros Sagrados y Lenguas Antiguas.

Maestra en Ciencias Bíblicas y Hebreo Antiguo. Maestrante en Estudios Judaicos por la Universidad Hebraica. Licenciada en Ciencias Religiosas por la Universidad Pontificia de México. Especialidad en islam por la Universidad de Al Azhar de El Cairo, Egipto.

Especialidad en el Pensamiento del Papa Francisco y el Libro del Apocalipsis por el Boston College.

Especialidad en Música Contemporánea (Piano-guitarra).

Generación XXXII de la Sociedad de Escritores Mexicanos (SOGEM).

Ha publicado treinta y siete libros en México, España, Estados Unidos e Italia en diversos géneros literarios y teológicos.

Conferencista a nivel internacional.

Creó y desarrolla la teología del Silencio y de la Carne la cual entrelaza con la investigación mística, científica y musical bajo el nombre de “Lectura gemátrica, pitagórica y cuántica del Séfer Bereshit 1-3 -Hashem se revela a través del Big Bang-

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