Las nueve musas
Pinocho

Miénteme Pinocho

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Cada vez somos más los que observamos estupefactos cómo Saturno devora a su hijo.

Entre el desaliento y la decepción, nos echamos a menudo las manos a la cabeza preguntándonos cómo la gente no castiga con su voto la corrupción, los recortes o las políticas más antisociales. Cómo el común de los mortales suele premiar, votando con entusiasmo, a quien le siembra de nubes el futuro si no a él, seguro, a sus hijos y nietos.

En una conclusión apresurada y efectista podríamos deducir que la gente es mala, egoísta o simplemente estúpida. No negaremos que puedan existir algunos casos pero lo que creemos está fuera de toda duda es que casi todo el mundo ama a su familia, ayuda a sus amigos y hasta se preocupa por la suerte de los extraños, a menudo incluso aunque éstos “sean ilegales”…  Así pues, en general, podemos afirmar que los humanos somos buena gente y que nuestro impulso natural es altamente altruista si, como los días preciosos, no viene uno y lo jode.

Y precisamente para eso sirve la estética en política. Frente a las ideas, que en teoría implican compromisos, siempre es más cómodo crear un imaginario pues, debidamente reiterado, puede anclar el voto en nuestro puerto sin compromiso alguno por nuestra parte. Para qué esforzarse en conquistar las  mentes cuando es tan fácil llegar a los corazones.

Creemos vivir en un mundo racional y práctico, donde basamos todo en las ideas, en las letras y en los conceptos. Un mundo en donde el arte es algo accesorio, como el florero ese que alguien nos regaló y que por compromiso mantendremos, siempre que no moleste demasiado, en algún rincón sobre algún mueble. Por ello se entiende como normal su práctica ausencia en la enseñanza y pondríamos el grito en el cielo si se aumentara su peso en los programas educativos. Los niños tienen que aprender cosas útiles para su futuro… Así dejamos indefensos a nuestros hijos, como indefensos nos dejaron a nosotros, ante el manejo de esa ventana abierta de par en par a nuestro cerebro que es la cultura visual y solemos pagar un alto precio por ello. Ese precio es el futuro y lo pagamos con indolente alegría.

Como en una folletinesca escena de diván, frente al televisor, concedemos la llave de nuestro corazón al amante más lisonjero, ese truhán caradura que nos ofrece un relato amable y cercano, que nos cuenta terribles historias que sólo pasan en otras tierras, que nos arrulla con chascarrillos y  poemillas facilones mientras nos afloja la talega. Ese que sobre todo tiene la habilidad, o los medios, para hacernos  ver muy feos a sus oponentes antes siquiera de escuchar su poema y pintarnos negros nubarrones si osamos alejarnos de su cancioncilla. Porque escuchar nos gusta poco y pensar en el futuro, pensar en general, nos suele dar mucha pereza y también nos da vergüenza. No vaya a decir alguien, líbranos Señor, que nos las damos de intelectuales.

Pensar también nos produce miedo a lo desconocido porque en definitiva para eso fuimos educados. Tal es el Poder de evocación de las imágenes por encima de las razones. El ciudadano prefiere sentirse súbdito si eso le evoca un imaginario que le resulte familiar incluso por encima de la evidencia del pisoteo de sus derechos. Bien lo saben los corruptos que a lo largo de estos años han ido soltando los frenos ante la impunidad de sus actos. La consigna es fácil. En España no hacemos pagar nada, así nos maten, siempre que nos pongan convenientemente mirando hacia afuera mientras suena un pasodoble.

Y no hace falta pensar que el españolito medio que vota a quien compromete su futuro es un desalmado. Simplemente se encuentra inerme ante el relato inconsciente que se le cuela. En nuestra sociedad se somete al bombardeo con imágenes a quien carece de una preparación para cuestionarlas porque está educado a lo sumo para manejarse con unas pocas letras y por mor de un curioso fenómeno psicológico, se le vacuna contra la reflexión y el cambio. Este fenómeno es la disonancia cognitiva.

 Leon FestingerSegún el psicólogo Leon Festinger, autor de la teoría, la disonancia cognitiva es algo así como la necesidad interior que todos sentimos de hallar una coherencia entre nuestros valores y nuestro comportamiento. Cuando surge un conflicto entre ellos, cuanto más difieren, la creciente tensión nos genera una mayor ansiedad y para aliviarla necesitamos acercar nuestros ideales a nuestros actos,  pudiendo para ello llegar a la aceptación consciente de la mentira como verdad. Lo verdaderamente curioso es que esto ocurre también cuando nuestros actos son condicionados. Incluso si se nos obliga a actuar de una determinada manera, tendemos a adecuar nuestros pensamientos al acto impuesto. Dicho de otro modo, si no podemos acercar nuestro comportamiento a nuestros ideales actuaremos justo al revés, amoldando nuestros valores a nuestros actos. Así, el débil va poco a poco adoptando el pensamiento de su opresor y por ello se da la paradoja de que un gobierno pueda recibir como premio el apoyo creciente de muchos de sus oprimidos cuando decide entrar en una deriva autoritaria contra ellos.

Decimos que la disonancia cognitiva es una vacuna contra el cambio porque cualquiera que intente romper esa tendencia recordándole sus valores originales al oprimido, no hará otra cosa que aumentar esa disonancia y provocar en él una fuerte  reacción adversa granjeándose su aversión cuando no directamente su odio. De este modo el público más indefenso va tolerando cada vez más a su opresor y también detestando cada vez más que llegue alguien y le recuerde su deriva. Atrapado en el imaginario de los medios, desmoralizado ante la posibilidad de cambio por el aprendido “todos son iguales”, el súbdito se enroca. Llega a pasarse a las filas de quien, aunque quizás en el fondo intuye que es su enemigo, le proporciona excusas para reducir esa disonancia cognitiva que le angustia. Por eso necesita argumentos para combatir al siempre molesto Pepito Grillo. Unos argumentos cuya veracidad poco importa pues su función no es convencer sino acallar al discrepante. Se torna así necesaria la desgraciada figura del periodista falsario. Ese vocero a sueldo que, como en el viejo chiste, le proporciona un placentero “Miénteme Pinocho” para aliviarse aunque sea mediante montajes, titulares engañosos, falsedades o argumentos cogidos con pinzas. Vale que no soportan un mínimo análisis ético pero proporcionan argumentos para zanjar conversaciones y dar alivio a esa ansiedad. Las falacias son ideas tapón para evitar la confrontación de las ideas con los actos, reducen la molesta disonancia cognitiva y al parecer son adictivas.

Podemos, Venezuela e Irán

Por todo ello entendemos que resulta ingenuo pretender propiciar un cambio de mentalidad tratando de  “abrir los ojos” a la gente de manera directa, enfrentando al individuo con sus contradicciones . Esta confrontación directa genera en las mentes un rechazo personal automático al aumentar la disonancia que, unido al uso del miedo por parte del poder creando imaginarios dantescos, invalida cualquier atisbo de pensamiento crítico. No pretendemos afirmar que lo racional sea pensar de una determinada manera, decimos que lo racional es tener la capacidad para confrontar ideas libremente, para poder llegar incluso a replantearnos nuestros principios y que ese pensamiento racional no caiga a menudo vencido por imaginarios abyectos.

Volviendo al ejemplo del pobre hijo de Saturno, sería interesante plantearse que quizás el antídoto contra la falacia se encuentre más en la parábola que en el debate, en el susurro antes que en el grito.

Alfredo Llorens

Alfredo Llorens

Alfredo Llorens (Valencia).

Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia en la especialidad de Escultura.

Máster en producción artística y profesor asociado del Departamento de Escultura en dicha Universidad (2010-2012).

Realizando en la actualidad su tesis doctoral que compagina también con su trabajo como escultor para la compañía Lladró.

Aborda en sus obras una revisión marcadamente irónica, mecanicista y caricaturesca de los comportamientos humanos, con especial atención al concepto de Poder.

Realiza esculturas y dibujos organizados en exposiciones temáticas que van desde la pieza de pequeño formato hasta la instalación de gran volumen.

Exposiciones individuales:
- 1997 "La Grandeur" (con sus secuelas "La Grandeur Encore" y "La Grandeur Encore Plus").
- 2005 "Elogio del Artefacto".
-2009 "La vida Ingrávida".
-2012 " Mecánicas del Dominio".

Cuenta con obra en "Museo de Escultura al Aire Libre" de la Universidad Politécnica de Valencia así como en numerosos organismos oficiales y colecciones particulares.

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