Las nueve musas
Nietzsche

Friedrich Nietzsche y los seres inertes

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Nietzsche dirige su mirada al Historicismo de Leopold von Ranke padre de la historia científica que pensó la historia como una mera acumulación de datos, inconexos que aniquilan la vida.

Esto es, una posición  cientificista que a menudo logra introducirse en el pensamiento del ser humano, por ello mostraremos la intempestiva crítica que hace Nietzsche a su propia época plagada de eruditos y máquinas pensantes.

Nietzsche

La enfermedad

La época de Nietzsche se sentía orgullosa del historicismo, pero  a él le fatigaba  esta consideración, no obstante a través de su actividad como filólogo encontraría un obrar “intempestivo” contrario a su propio tiempo, sobre él y en favor de un tiempo futuro. Es así que con  ese obrar intempestivo identificaría  la enfermedad que poseía su tiempo plagado de seres inertes.

Para Nietzsche el hombre que dice ser feliz teniendo en su espalda el pasado, está condenado a vivir infeliz, porque todo lo recuerda y le pesa, por eso es necesario el olvido para liberar la carga,  aunque es imposible olvidar y hasta el sueño se le perderá. Por eso Nietzsche propone la “fuerza plástica” para cicatrizar. La fuerza plástica es esa capacidad de regeneración para evitar que el pasado sepulte el presente y aplaste la vida. Por lo tanto Nietzsche señala lo intempestivo: “hay un grado de practicar la historia y  una valoración de la misma en que la vida se atrofia y degenera.” (Nietzsche, 2010, pág. 696 ). El historicismo estaba muy arraigado en su tiempo, como en un principio mencionamos con los estudios de Ranke que exponían un aspecto significativo dentro de la objetividad. Sin embargo este rechazo le ayudó a revelar el peligro que representaba el historicismo, por este motivo: “intempestivo es obrar contrario al tiempo y, por esto mismo, sobre el tiempo y en favor, de un tiempo futuro.” (Nietzsche, 2010).

 El hombre debe convivir con su historia y con su memoria, pero sucumbe ante ello porque no es capaz de lidiar productivamente con su pasado y se vuelve un ser inerte. El ejemplo más concreto sería un hombre que no tiene memoria como el animal, vive sin más, sin problemas, pero si posee memoria puede morir fácilmente. En este sentido el hombre mira el rebaño, y observa que el animal se revuelca en el campo y vuelve para mirarlo, para olvidar lo que miro, ante eso, el hombre se asombra, pues él tiene que lidiar con el dolor de su propia memoria y enfrentar su enfermedad. Pues bien,  el animal vive de forma “ahistórica” y  como dice Nietzsche: “quien no es capaz de tenderse, olvidando todo pasado, en el umbral del instante, quien no sabe estar ahí de pie en un punto, cual una diosa de la victoria, sin vértigo ni miedo, nunca sabrá lo que es la felicidad.” (Nietzsche, 2010, pág. 698). El olvido se muestra necesario para vivir feliz y sin ningún pasado que pueda curtir las intenciones que posee la acción.

El  hombre que comprende que el olvido es importante, establece un encuentro único con lo que hace como si desconociera todo excepto lo que está haciendo en el momento. En tal sentido la historia es necesaria, pero si sirve a la vida. Necesitamos la historia para vivir y para actuar. Particularmente un fenómeno histórico en cuanto saber es un fenómeno muerto, donde se conoció la injusticia, los pesares de una época, esto a ese tipo de historiador le va a producir náuseas. Pero ¿En cuanto a la vida? Sería cosa distinta porque por medio de su fuerza plástica y un horizonte  entendería perfectamente si le sirve para su propia vida. Como vemos Nietzsche muestra que el olvido es necesario para forjar un tipo de humano que entienda lo perjudicial que es volverse un ser inerte, inactivo y enfermo. Sin embargo Nietzsche mostrará que la historia es necesaria en tres aspectos fundacionales tanto para el pueblo como para el individuo.

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La historia forma parte del ser vivo de manera  monumental, anticuaria y crítica. En la monumental  quiere recordar lo grande, hacer que perdure eternamente y esto le sirve al vivo en cuanto extrae lo significativo, sin embargo este tipo de historia logra rozar el fanatismo si pasa por encima de la historia anticuaria y crítica, como hemos dicho un exceso puede ser perjudicial y su lema podría ser haced que los muertos entierren a los vivos“. Por eso estos tres tipos de historia se encuentran degeneradas. En la anticuaria encontramos que sirve para la vida cuando el historiador observa el pasado con amor y quiere pensar que allí se pudo vivir, trasladó su esfera individual a la de su propio pueblo incluyendo a  los otros, entrando en una colectividad, pero se corrompe cuando brinda demasiada importancia a todo lo antiguo y niega que el devenir y lo nuevo sea bueno, no le interesa el presente y lo rodea la podredumbre por caer estrepitosamente en una acumulación,  y es aquí, entonces, donde la crítica debe de ir acompañada de un juez llamado “vida” que corte  los diferentes  fenómenos históricos “acumulados”, por tanto,  la historia crítica es necesaria para quien se quedó en lo anticuario, ya que la anticuaria obliga a quedarse en medio de lo que alguna vez fue poniendo excesiva importancia en lo singular y propenso en caer en la acumulación excesiva, aunque, sirve a la vida, pues piensa en él y en los que vendrán. Así es como lo critico viene cortando de base todo lo arraigado que oscurezca los fines, de este modo con la capacidad de entender el pasado y todas sus ramificaciones se va a necesitar una “fuerza plástica” que ayude a comprender que la historia debe prestar un servicio para la vida, ya sea monumental, anticuaria y crítica. Por consiguiente cada pueblo o cada ser necesita de estas tres concepciones siempre y cuando sirvan para la vida y no se limite a un saber congelado que se pueda convertir en moho, es decir, se vuelva una excesiva acumulación. Y así como el  individuo  por medio del olvido encuentra una posibilidad, análogamente un  pueblo descubre el “horizonte” necesario que le ayude a identificar lo útil  y, al mismo tiempo, observa lo que debe cerrar por considerarlo  inútil para su salud como pueblo y evitar caer en la contradicción y en la acumulación que satura el interior de dicho pueblo. Hay que saber cuándo se requiere una dosis de historia y de olvido, se necesita, pues, la capacidad de comprender cuando se exige. Por tal motivo  el ser humano llega a ser humano cuando logra diferenciar estos aspectos y logra, también, entender que de forma excesiva la historia es perjudicial y hasta puede desprender su humanidad. Ahora nuestra época dice Nietzsche, la ciencia crece y circunda el saber, lo posee de manera asfixiante y lo  aleja más de la vida. Se necesita es vida y  esta debe estar instalada en la “acción” de cada ser humano, sin embargo, los modernos no logran esto, pues parecen enciclopedias andantes, diría un antiguo griego si estuviera en nuestra época.

La crítica de Nietzsche a los seres inertes

Nietzsche  El ser humano tiene un interior que no corresponde con el exterior y un exterior que no contrasta con ningún interior, vive indigesto por una acumulación que lo ladea, por tal razón el interior alemán se encontraba perdido e inconexo, en una dualidad entre contenido y forma, lo cual significó copiar, creyendo que serían más alemanes. El alemán se encuentra bajo el proceso de abstracción, el análisis, el cálculo, el separar, la interioridad está sometida, inconexa, pareciera como si se tratara de la concepción historicista reflejada en el espíritu del alemán que terminó en sabios hastiados y solitarios, podridos por dentro, convertidos en enciclopedias andantes, acumulados de religiones y filosofías, además de ser un pueblo “epígono” que heredó toda la tradición antigua y gran parte del cristianismo.

Acá se encuentra  la sobresaturación de historia que va a terminar  en una praxis calculadora que paraliza lo vital. Cuando se acumula lo aprendido, el individuo se encierra en sí mismo, en su interior, volviéndose tímido e inseguro, no es vida. Nadie exhibe su condición humana, se disfrazan de eruditos, enciclopedias andantes que parecen vigilantes de la historia. De ahí que pensemos si son máquinas de pensar o configuraciones de formación histórica.  Se trata de máquinas viejas, curtidas, ensimismadas, acarrean problemas que no son de ellos, y los toman como personales, esto es un absurdo, porque no permite pensar el “aquí” y se vive es simulando otros pensamientos y épocas. De este modo lo que importa es que la historia sea como ella es, de forma objetiva, conservada por máquinas incapaces de ser  originales. Únicamente simulan, de tal suerte que  se castraron su interioridad y esto es irreversible. Por este motivo,  los que dicen ser críticos, lo único que hacen es echar a perder con sus modificaciones o correcciones lo “portentoso”. Prefieren ir al autor de dicha obra, para estudiar sus trabajos anteriores  y para determinar si efectivamente utiliza  los datos objetivos, porque  debe ser el pasado el que les indique que hacer desplazando  la “acción” del historiador hacia  un campo pasivo y si nos vamos un poco más allá no exclusivamente se trata del  historiador, también el individuo común, pues queda inmovilizado frente a su pasado y no puede  realizar ninguna acción que le sirva a su propia vida.

La verdad  

El ser humano quiere ser el juez, quiere la verdad, pero no como conocimiento, sino como una verdad que es capaz de ser el tribunal mismo. En el tránsito hacia esa verdad suele encontrarse vanidad y envidia, entonces, se confunde ese propósito. Así unos pocos ejercen la verdad realmente, aunque en el mundo existen servidores de la verdad, algunos pocos son justos. Este anhelo de justicia es cruda, es más, la generosidad parece haber desaparecido entre algunos historiadores, ya que hay historiadores dentro de su “objetividad” prefieren: “adaptar el pasado a la trivialidad de su propia época.” (Nietzsche, 2010, pág. 721). Esa capacidad de “adaptación” se torna ingenua.

¿La objetividad entendida por el historicismo es una ilusión?

 Sobre  la objetividad historicista Nietzsche nos dice que es una superstición pensar que la imagen que nos hacemos de las cosas, es realmente la esencia empírica de las cosas. Nietzsche pone un ejemplo: de un pintor, el pintor se encuentra sumergido en las cosas, en su cuadro, es imposible que no lo esté. Esto es según Nietzsche “entretejer lo individual con el conjunto” así es como el humano domina el pasado, y se dirige  hacia el arte que, en efecto, apunta hacia la vida.

El historiador al generalizar puede encontrar contrasentidos y errores, aunque esto es habitual en las ciencias, hay que hacer resaltar ingeniosamente su belleza y poder dice Nietzsche, el genuino historiador es aquel que por medio de lo que todos conocen es capaz de llegar a la profundidad intempestiva y logra mostrar lo simple. Únicamente en virtud de esta constante fuerza, puede el historiador llegar a estar en el sitio adecuado y tener su mirada en la vida. Mirando los logros de los grandes en el pasado, se trata según él de: “un supremo mandamiento de alcanzar la madurez y de huir del yugo paralizador de la educación actual”. Un ejemplo claro es la praxis de la justicia histórica, que cuando es aplicada mata lo vivo: “su juzgar es siempre un aniquilar.” (Nietzsche, 2010, pág. 725).

El ser humano crea únicamente cuando está enamorado, volvemos a lo que se dijo,  y nos damos cuenta de lo bellas que son estas consideraciones intempestivas, pues solo cuando logra este estado, parece como si esa forma ahistórica apareciera, es decir, se está singularmente enfocado en lo amado. El resto parece olvidarse.

La Alemania de Nietzsche en las consideraciones intempestivas 

Los alemanes en el contexto de Nietzsche eran memoriosos y llenos de peligros en su interioridad, por ello  se observaba la limitación del libre pensamiento y es cuando un estudiante de historia logra aprender de su maestro y es dueño de su método, un muchacho maduro como dice Nietzsche pero entonces más adelante estará “súper maduro” pero, se encuentra lleno de podredumbre. Y eso que algunos se leen únicamente algún capítulo  como dice Nietzsche, pues ya está listo para hacer ciencia.

El  legado

Savonarola La humanidad está siempre subyugada al juicio final heredado de una concepción cristiano-teológica que le marca la carne, la humanidad no recuerda que ha de vivir, sino que ha de morir. El cristianismo incita el camino de Savonarola que quema todo lo que tenga que ver con  “acuérdate de vivir”.  Por otra lado está el hegelianismo que también  ha imperado sobre la conciencia alemana siempre considerando la historia como lo que es, lo que ha sido, los acontecimientos tal como son, puros hechos “objetivos” donde el final es la cumbre de la razón y del espíritu universal, son el fruto de la ciencia, el universo, el proceso, la fábrica, es de lo que más se habla cuando se debería era hablar del ser humano. Se habla de evolución, ahora la historia del ser humano es la continuación de la historia de las plantas y de los animales en donde el ser humano es la cumbre, Nietzsche dice que el hombre del siglo XIX  se encuentra trastornado, no es ningún culmen de la naturaleza es asesino de su propia condición humana y como logramos “comprender” no exclusivamente es el hombre del siglo XIX, parece más bien el hombre del siglo XXI transformado en un ser inerte.

El ingenio y el arte ya no son  una necesidad de la época dirá el corredor de bolsa, significa como dice Nietzsche: “echar perlas a los cerdos.” (Nietzsche, 2010, pág. 737 ). Es esta una formación intelectual encaminada a la mediocridad.

El ser humano se ensimisma volviéndose inteligente, pero no sabio. El egoísmo surge y se vuelve un dios. El objetivo de la educación es volver eruditos a los jóvenes, no libres. Una vida descompuesta por medio de un interior y un exterior, abarrotado de conceptos como dice Nietzsche: “Hecho un ser inerte.” (Nietzsche, 2010, pág. 746). Aunque  no todo está perdido porque donde hay vida puede haber cultura, por medio de la juventud. Para esta enfermedad se necesita una curación ahistorica que ayude. La ciencia requiere vigilancia, ya que están engendrando  “seres inertes” que  lo único que piensan es en producir. Así pues  todo este proceso  requiere  de una gran memoria y como  se pudo entender en el pensamiento de Nietzsche una memoria cargada acaba con la propia vida.

Sebastián Pavón Patiño

La epojé fenomenológica

 

Nietzsche, F. (2010). Obras completas. Madrid: Tecnos.


 

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