Εs mi alma a menudo una callejuela en Μiconos
Poeta y pintor de un estilo completamente propio, Nikos Engonópoulos, defendió el empeño del surrealismo con pasión y perseverancia, dotando al arte con motivos de la helenidad, de una polisemia prismática.
“Nunca fui un literario original;” decía, “el gran amor de mi vida ha sido siempre la pintura. Cada momento no dedicado a ella se echa a perder. Durante las horas de mi labor pictórica, a veces, me pillo recitando poemas griegos y extranjeros –que jugando he llevado para dentro de nuestra lengua.” “Y en las horas de mi trabajo profesional, he ofrecido mis servicios al estado griego como supervisor «temporalmente permantente» en la Facultad Nacional de Arquitectura”, añadía él jugando con las palabras de un modo único, que en la crítica literaria lleva todavía su apellido.
Su madre era hija de un erudito que pertenecía a la minoría de los griegos de Albania (Himara). En 1914, la familia del pequeño Nikos viajará a Estambul, donde se quedará por razones de la guerra. En 1923 –un año después de la destrucción del Asia Menor- el joven artista se encuentra estudiando en París. Más tarde (antes de la segunda guerra mundial) el pintor Engonópoulos practicó junto a Parthenis y Kóndoglou (grandes personajes, esos, de la pintura griega), y en el mismo año [1938] publicó la traducción al griego de los poemas de Tristán Tzara. Su próximo paso en el camino de las artes fue el de diseñar los trajes teatrales para la obra clásica “Electra” de Sófocles y más tarde para las obras de Brecht, Bernard Shaw y Molière.
Su vida cotidiana fue marcada por su amabilidad sarcástica, con la cual menospreciaba a los demás, sorprendiéndolos. No aceptaba ni los elogios ni las acusaciones de los demás. Vivió como un príncipe decente en constante pobreza, en un sótano de Kypseli (= La Colmena) –el barrio ateniense de los artistas y literarios de la década de los 60.
En el momento de su muerte, en 1985, no dejó de ser surrealista, diciendo: “No es la muerte por si misma que me pone triste; es el hecho que falleciendo dejaré de tener la nacionalidad griega. Y no hay duda alguna de que los ángeles, en el Paraíso, hablan griego.”
SIMBAD EL MARINO
[Nikos Engonópoulos evita la puntuación en la mayoría de sus poemas. En el segundo poema, el adjetivo “solo” se refiere al verbo “llevo”.][…]
Es mi alma a menudo
una callejuela en Miconos
cuando empieza a anochecer
y se empeñan las mujeres
en colocar amorosamente
abajo en la calle
en esquemas geométricos
monótonamente
solo vidrios azules
-copas azules
garrafas azules
pasiones azules
violines
flores
guijarros
todo de vidrio azul-
lejos del sol
sobre la tierra
en la calle
por donde pasó el sol
–que además-
nunca volverá a pasar…
[…] 2
Y me habla también
sobre la vida
que llevo
con calma
tranquilamente
dentro de la casa
solitaria y grande
-toda de vidrio azul-
ahí donde viven
solamente
los pájaros
solo
inmóvil
entre los alambres
eléctricos
de su vientre
[…]
Ο ΣΕΒΑΧ Ο ΘΑΛΑΣΣΙΝΟΣ
[…]
Είν’ η ψυχή μου συχνά
ένα σοκάκι στη Μύκονο
σαν αρχινάει να βραδιάζει
και πιάνουν οι γυναίκες
να τοποθετούν ερωτικά
χάμω στο δρόμο
σε σχήματα γεωμετρικά
μονότονα
όλο μπλε γυαλιά
-μπλε ποτήρια
μπλε καράφες
πόθους μπλε
βιολιά
λουλούδια
χαλίκια
όλα από μπλε γυαλί-
μακριά απ’ τον ήλιο
πάνω στο χώμα
στο δρόμο
απ’ όπου πέρασ’ ο ήλιος
και δεν πρόκειται
-άλλωστε-
να ξαναπεράσει πια…
[…]
Και μου λέει ακόμα
και για τη ζωή
που ζω
ήσυχα
ήρεμα
μέσα στο μεγάλο
έρημο σπίτι
-όλο από μπλε γυαλί-
εκεί όπου ζουν
μόνο
τα πουλιά
ολομόναχος
ακίνητος
μέσα στα ηλεκτροφόρα
σύρματα
της κοιλιάς της
[…]
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